La Asociación Latino Musulmana de América

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EL COMIENZO DE RAMADAN

EL BIEN DE RAMADAN

Domínguez

 

“Quien somete su rostro a Dios y es bienhechor, se habrá aferrado al soporte más firme.  De Dios es la resolución de todos los asuntos (sura Luqman, 31:22). 

Por la infinita gracia de Allah, glorificado y elevado sea El, estamos ya por iniciar la segunda semana de este bendito mes de Ramadán 2024.  Las bendiciones del mes del ayuno son múltiples.  Ninguna buena obra, por más pequeña que sea, es olvidada.  Todo esfuerzo realizado, toda intención sincera, toda súplica ferviente, encuentra respuesta; todo aparente problema, encuentra solución, toda ansiedad, desaparece.  Nunca olvidemos que “De Dios es la resolución de todos los asuntos”.  En cada oración durante este mes, pedimos a Dios Todopoderoso que nos eleve en fe y en buenas obras, pedimos que nuestro paso por esta vida sea amable y ligero, imploramos el perdón por nuestras faltas y suplicamos Su favor, Su guía, Su misericordia, Su amor.  Seamos, entonces, verdaderos bienhechores en el camino de Allah el Altísimo.

El siguiente pasaje de la Sura del Ganado, al-An’aam, nos lleva a reflexionar sobre el motivo de nuestras vidas y adquiere un significado especial en este tiempo de excelsa devoción que es Ramadán.

“El es quien os toma en la noche y sabe lo que habéis adquirido durante el día.  Luego, en el día, os devuelve a la vida para que se cumpla un plazo fijado.  Y al El volveréis para que os haga saber lo que hacíais” (Sura al-An’aam, el Ganado, 6:60)

La actividad natural de la vida humana, es decir, la procuración del sustento diario, se da, normalmente, durante el día.  Así ha dicho Allah en el Qur’an: “Hemos hecho del día un medio de vida” (78:11).  

 

Durante la noche, nos beneficiamos de lo que hemos adquirido durante el día.  En Ramadán, ayunamos durante el día, nos recogemos en la lectura o recitación del Qur’an y, además, trabajamos para adquirir nuestro sustento.

Sabemos que la misericordia del Todo Misericordioso es particularmente abundante y accesible a todos en Ramadán.  Preparémonos, entonces, de la mejor forma para recibir la misericordia divina.  Incrementemos ahora nuestros esfuerzos durante el día, cumpliendo de la mejor forma con nuestras obligaciones en el trabajo, en el hogar, en el estudio.  Hagamos el esfuerzo por realizar nuestras cinco oraciones obligatorias a tiempo.  Dediquemos un buen tiempo a la lectura o recitación del Libro de Allah, el Noble Qur’an. Seamos más generosos, más pacientes y comprensivos con los demás.  Pensemos en los demás antes de pensar en nosotros mismos.

Al terminar el día, rompemos nuestro ayuno.  Nuestro agradecimiento a Dios se eleva y las bendiciones se multiplican.  Todo asunto queda en su sitio.  Entonces recordamos esas palabras que le fueron ordenadas decir al Profeta del Islam, el Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve:

“Di, en verdad mi oración, mi ofrenda, mi vida y mi muerte son para Dios, el Señor de los Mundos” (6:162).

El Profeta Muhammad, paz y bendiciones sobre él, solía implorar a Dios: “Oh Allah, haz Tu amor lo más amado para mí y haz el temor a Ti lo más temido para mí.  Y aleja de mí las necesidades de este mundo con el anhelo de tu encuentro.  Y Tú, que alegras los ojos de la gente de la tierra con sus posesiones terrenales, alegra mis ojos con Tu adoración”.

Les deseamos un bendecido Ramadán, en el recuerdo constante de Dios, bajo Su protección, Su guía, Su luz, Su amor, Su misericordia, Su perdón, Su bendita protección.

 


C Domínguez

De acuerdo al anuncio del Fiqh Council of North America, esperamos el comienzo del mes de Ramadán este domingo a la hora de maghrib, la puesta del sol, insha’allah.  El domingo 10 de marzo, insha’allah, serán las primeras oraciones de tarawih, después de la oración nocturna, ‘isha. El primer día de ayuno será el lunes 11 de marzo.  Pedimos que Allah, glorificado y elevado sea El, acepte nuestro ayuno, supremo acto de adoración al Todopoderoso.

“¡Recita, en el nombre de tu Señor que ha creado, ha creado al humano de un coágulo!  ¡Recita, que tu Señor es el Más Generoso!  Enseñó por medio del cálamo, enseñó al humano lo que no sabía” (sura al-‘Alaq, el Cóagulo, 96:1-5).      

En el mes de Ramadán (noveno mes del calendario islámico) descendió por primera vez el Qur’an al Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve.  Y Ramadán es, para nosotros, el tiempo ideal para acercarse más a la Palabra de Dios.  Uno de los grandes valores del Qur’an se encuentra en la riqueza de su contenido: unas cuantas palabras encierran un mundo de significados y El Qur’an se descubre majestuoso a quien sinceramente desea aprender.  El Noble Qur’an, palabra de Allah, glorificado y elevado sea El, se revela ante todos: algunos comprenderán una parte, otros comprenderán ampliamente.   ¡Qué tan grande es la misericordia de Allah, el Altísimo, que en el Qur’an hay mensajes para todos, para todo acto de nuestras vidas, toda duda, toda necesidad!  El Qur’an nos dice:

“Él es quien hizo descender paz interior en los corazones de los creyentes, para que se vieran reforzados en su fe, pues de Dios son todas las cosas del cielo y de la tierra.  Y Dios es Omnisciente, Sabio”.  (Sura al-Fath, la Victoria 48:4)

Los ritos de adoración que realizamos los musulmanes (como la oración diaria y el ayuno en Ramadán) afirman nuestra fe, suavizan nuestro corazón y fortalecen nuestro carácter.  Es decir, la disciplina necesaria para la oración y el ayuno nos hace fuertes para enfrentar los retos de esta vida terrenal, cultivando así la consciencia o temor de Dios, nuestra taqwa.  Por eso, Allah, glorificado y elevado sea El, dice en el Qur’an:

“Oh vosotros que creéis.  Se os ha prescrito el ayuno como se les prescribió a los que os precedieron, para que os mantengáis conscientes de Dios  Un número determinado de días.  Pero quien de vosotros esté enfermo o de viaje, otro número de días.  Y aquellos que se lo puedan permitir, que alimenten a un pobre como rescate.   Y quien hace un bien mayor del que debe, a sí mismo se lo hace, porque ayunar es bueno para vosotros, si supieráis.  Es el mes de Ramadán en que se hizo descender el Qur’an como guía para la humanidad y una prueba evidente de esa guía y el criterio.  Así pues, quien presencie la llegada de este mes, que ayune en él.  Y quien esté enfermo o de viaje, otro número de días.  Dios quiere para vosotros la facilidad y no la dificultad, pero sí que completéis el número y que ensalcéis a Dios por haberos guiado y que deis gracias” (Sura al-Baqara, la Vaca, 2:183-185).

En este pasaje del Noble Qur’an se destaca lo siguiente: El ayuno de Ramadán es mandato divino, es una orden para cumplirse con orden, de acuerdo a un ritual de adoración establecido.  El ayuno es bueno para el ser humano. El ayuno va acompañado de la caridad, así cumplimos esa exhortación divina de “hacer un bien mayor del que se debe” (2:184). En Su infinita misericordia y sabiduría, Dios da licencia de postergar ciertos días del ayuno en Ramadán para “otro número de días” (2:185) después de Ramadán; es decir, parte del mandato divino puede cumplirse en otro tiempo y de otra forma, de acuerdo a circunstancias especiales y específicas.

El musulmán deseoso de cumplir con lo que su Señor espera de él, sabe lo que debe hacer y dónde encontrar ayuda. Y cuando ese carácter consciente vacila, el Noble Qur’an nos da el alivio:

“Di, oh siervos que habéis transgredido contra vosotros mismos. No desesperéis en la misericordia de Dios.  Ciertamente, Dios perdona todos los pecados.  Él es el Indulgente, el Compasivo (Sura al-Zumar, las Multitudes 39:53).

Así, damos gracias a Allah, glorificado y elevado sea El, por la gran bendición de estar llegando al mes de Ramadán. Esperamos que Ramadán comience esta noche del primero de abril, insha’allah. El primer día de ayuno sería, entonces, mañana sábado 2 de abril, insha’allah.

Les deseamos un bendecido Ramadán, en el recuerdo constante de Dios, bajo Su protección, Su guía, Su luz, Su amor, Su misericordia, Su perdón, Su bendita protección.

Si ud. desea apoyar el trabajo de LALMA y hacer una contribución en Ramadán como zakat, favor de visitar nuestro sitio web.  Para donaciones deducibles de impuestos, ir a:  http://www.lalma.net/gallery/donaciones/


“EL TIEMPO JUSTO”

César Domínguez

 

“En verdad, Dios no cambia la condición de una gente mientras ellos no cambien lo que hay en sí mismos” (sura al-Ra’d, el Trueno, 13:11).

Este verso del Qur’an, palabra de Dios, contiene una gran lección para todos.  Dios, al-Rahmán, el Más Misericordioso, es la fuente suprema de gracia y luz.  Todo lo bueno procede de El.  Cada vez que imploramos su guía y su perdón, estamos afirmando que es únicamente a Dios a quien alabamos y a quien suplicamos, tal como decimos todos los días en nuestra oración (iiaka na’budu wa iiaka nasta’iin).  El Más Misericordioso no impone condiciones para su misericordia y su amor a la humanidad; pero sí nos exige sinceridad y claridad en nuestras intenciones.

Todo ser humano tiene acceso a la misericordia de Dios, ya sea en forma de bendición, recompensa, perdón, ayuda, guía o paciencia. Dios nos concede el tiempo justo que necesitamos para rectificar nuestras acciones, nuestros errores.  Cuando Él ve en nosotros la intención sincera por cambiar y ve nuestro esfuerzo, entonces Él nos facilita el camino y nos conduce al crecimiento que nos dará sabiduría para comprender el significado de nuestra existencia y misión en esta vida.  Y es que la misericordia de Dios es tan grandiosa que no podría caer en el vacío, es decir, llegar a nosotros sin que provocar un cambio positivo, un progreso.

Nuestro deseo constante es recibir la misericordia de Dios.  En realidad, es poco lo que necesitamos hacer para merecerla: basta tener en nuestro corazón una intención clara por hacer el bien y dar el primer paso para lograrlo.  Entonces Dios nos brinda toda la ayuda que necesitamos.  Creer en esto es signo de fe.

Allah, glorificado y elevado sea El, dice en el Noble Qur’an:

“La corrupción ha hecho su aparición en la tierra y en el mar como consecuencia de lo que ha hecho la mano del hombre: y por ello les hará saborear algunas de sus obras, para que se vuelvan.   Di, id por la tierra y contemplad cómo acabaron esos que vivieron antes.  La mayoría de ellos solían atribuir cualidades divinas a cosas o seres distintos de Dios. Dirige, pues, tu rostro con firmeza hacia la fe verdadera y perenne, antes de que llegue de Dios un día inevitable” (Sura al-Ruum, los Romanos, 30:41-43).

Estas palabras del Qur’an nos hablan no de un mal que Dios permite que suceda, sino del bien con el que el Más Misericordioso nos guía siempre hacia Él.  Y el bien puede tomar muchas formas: desde un gran favor divino hasta una prueba u obstáculo que aparece en nuestro camino para darnos una lección que debemos aprender y motivarnos al cambio necesario que debemos hacer en nosotros mismos.

Allah, glorificado y elevado sea El, siempre decreta el bien.  El mal que existe en la tierra, en el ser humano mismo, no puede atribuirse a Dios.  Así lo dijo el Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve: “El mal no es atribuible a Ti”.

¿Cuántas veces nos sentimos víctimas de un mal que consideramos ajeno, cuando, en realidad, hay algo en nosotros mismos que lo propicia o lo permite?  Las pruebas o tribulaciones que encontramos en el sendero de esta vida tienen una finalidad.  Esa finalidad se descubre a través de la fe, la fe en el poder y la misericordia de Dios.  Y es precisamente esa fe nuestra mejor herramienta para resolver todo problema, conflicto u obstáculo.  Así es el bien de Dios para con Su creación.

“Vuestro Señor dice, llamadme y os responderé” (sura al-Ghaafir, el Perdonador, 60:40)

“En Dios descansa mi alma.  De Él viene mi salvación” (Salmos 62:1)


“COOPERACION Y RESPETO”

Di, ¿queréis saber quiénes serán los más perdedores por sus obras?  Aquellos cuyo celo por la vida del mundo los haya extraviado o los que creyeron que hacían el bien con lo que decían” (sura al-Kahf, La Cueva, 18:103-104).  

Este crucial mensaje del Qur’an, palabra de Allah, glorificado y elevado sea El, viene a la mente en relación al tiempo actual que vivimos los musulmanes occidentales, es decir, nosotros, los musulmanes conversos nacidos y crecidos en las ricas tradiciones de nuestras ancestrales culturas occidentales; es decir, los tiempos en que la mayoría de nuestras familias, vecinos, compañeros de trabajo y estudio, se reúne para celebrar la época de Navidad, para celebrar a la familia y al retorno al hogar, para celebrar el fin de año y la llegada de un nuevo tiempo de vida.

Mucho se debate en los círculos musulmanes occidentales sobre estas fechas de fines de diciembre y sobre la forma en que un musulmán debe comportarse con sus familiares, vecinos, amigos y compañeros no musulmanes.  Hay diversidad de opiniones al respecto, y cada quien deberá informarse y decidir la mejor forma de proyectar la bella y verdadera imagen del islam, su alto sentido cívico y ético y su respeto irrestricto a la diversidad y pluralidad.

A continuación reproducimos las reflexiones del Dr. Fathi Osman (1928-2010), reconocido escritor y erudito egipcio-estaduounidense, autor de Concepts of the Qur’an, Contemporary Issues in an Islamic Perspective, Islam in a Modern State: Democracy and the Concept of Shura (entre muchos otros libros y tratados), infatigable defensor del diálogo y cooperación entre musulmanes, cristianos y judíos, maestro y mentor de LALMA por muchos años.  Su pensamiento se enlaza con el pasaje coránico anterior, puesto que éste nos habla de una actitud justa, equilibrada y serena ante los asuntos de este mundo y nos advierte de no caer en celos excesivos por situaciones mundanas, como puede ser la supuesta defensa o predicación de valores que no necesitan ser defendidos o impuestos, ya que esa defensa o predicación puede terminar causando más mal que bien.  Prestemos atención al siguiente diálogo:

DIALOGO CON EL DR. FATHI OSMAN Y MIEMBROS DE LALMA (traducción)

PREGUNTA: ¿Puede un musulmán asistir a celebraciones familiares no musulmanas, como bautizos, bodas, que son parte de su cultura y son punto de reunión familiar?

RESPUESTA: En mi opinión, el islam no debe ser causa de división o separación familiar.  No hay razón para ello.  En este caso, se trata de un musulmán dentro de una sociedad cristiana, no pagana ni idólatra.  Los cristianos siguen el mensaje de Dios.  Asistir a una boda, a una celebración en una iglesia por el nacimiento de un hijo, no tiene nada de malo.  Una iglesia debe ser un sitio de respeto para un musulmán, es un lugar de adoración, para adorar a Dios.  Existen diferencias, claro, en nuestra postura ante la naturaleza de Jesús, pero aún así, una iglesia es un sitio para alabar al Dios único.  Aún aquellos que creen en la Trinidad, al final son creyentes del Dios único.  Entonces, no hay razón para separarse de la familia o de la comunidad por el hecho de se musulmán.  Debemos presentar al islam como una fe monoteísta, y las religiones monoteístas, basadas en las escrituras, deben ser respetadas, aceptadas por un musulmán.  El islam no debe ser causa de separación, división o riña para las familias.  Esto en nada beneficiaría al islam o a la sociedad.  El islam es para el beneficio de la humanidad en esta vida y en la otra vida.

En cuanto a celebraciones de la navidad, tenemos diferencias sobre la resurrección de Jesús, pero no sobre su nacimiento.  Nos alegramos por el nacimiento de Jesús.  No perdamos el tiempo discutiendo si Jesús es el hijo de Dios o no, si resucitó o no.  Los musulmanes creemos en Jesús como Profeta, que su nacimiento fue un milagro, que nació sin padre.  Las reuniones familiares no son el lugar para discusiones serias, asistamos a ellas para celebrar, convivir con la familia, con los amigos.  Ya si alguien le pregunta a uno en privado qué pensamos sobre Jesús, entonces podemos hablar y discutir este tema entre dos, tres personas, de forma seria y positiva.  No ocultemos nuestras convicciones, pero tampoco las expresemos en ocasiones que no son las apropiadas.

PREGUNTA: ¿Podemos poner árbol de navidad en nuestras casas, celebrar festividades como el día de la independencia, el día de la madre, el cinco de mayo?

RESPUESTA: Primero, sobre el árbol de navidad.  Es muy importante decorar nuestras casas para regocijo de nuestros hijos, crear un ambiente de alegría, en las Fiesta al final de Ramadán y la Fiesta del Sacrificio.  Esto es muy importante, así cuando les digamos a nuestros hijos que no vamos a tener árbol de navidad que no sientan que es el fin del mundo.  Ahora, si visitamos a un vecino o pariente cristiano que celebra la navidad y tiene árbol en su casa, perfecto, qué bueno para él, no para nosotros.  Lo visitamos y le deseamos feliz navidad.     En cuanto a la celebración de una festividad como el día de la independencia, esta celebración es, en esencia, la celebración de la dignidad humana, la justicia, el respeto por los seres humanos, trátense de musulmanes, cristianos, judíos.  Participar en una celebración así es positivo, una vez que estemos cumpliendo nuestro compromiso como musulmanes.


“EL ESTUDIO SERIO DE LA FE”

C Domínguez

“Dios elige para sí a quien quiere y guía hacia El a quien se vuelve” (sura al-Shura, la Consulta, 42:13):

Este verso del Noble Qur’an, Palabra de Allah, glorificado y elevado sea El, nos habla de dos principios fundamentales de la vida: el decreto divino (Dios elige y guía) y la voluntad humana (el ser humano que se vuelve hacia Dios, es decir, aquel, que en medio de la oscuridad se detiene y busca arrepentido a su Señor).  El verso completo dice:

“Les he legislado a vosotros la misma forma que le encomendé a Moisés, que te he revelado a ti y que encomendé a Abraham, Moisés y a Jesús, establecer la fe y no dividir. Pero a los idólatras les parece difícil tu llamado”.

Allah, glorificado y elevado sea El, nos habla de la unión, la unidad de fe y del peligro de la división interna y la idolatría (es decir, la creencia en una multiplicidad de fuerzas, poderes, el creer que existe más de un Dios).  División interna significa la división que puede haber dentro de uno mismo, cuando la fe es débil y es presa fácil de las tentaciones, de la duda, de la superstición.  La unidad se refiere a la unidad de creencia dentro de uno mismo y a la unión con el mensaje y con aquellos que siguen el mensaje.  La diversidad de opinión es y ha sido parte del quehacer humano, es manifestación natural de la interpretación humana al mensaje divino.  La diversidad es sana.  Dios creó a una humanidad con diferentes formas y colores para que los seres humanos se conocieran unos a otros y aprendieran a reconocer esa unidad existente por encima de las diferencias.

El decreto divino (Dios elige y guía) y la voluntad humana (el ser humano que se vuelve hacia Dios) son esencia de la vida: la ley sagrada que define el camino establecido por Dios, y el espíritu sensible que recorre ese camino y responde con excelencia al llamado de la fe, al llamado de Dios, y se vuelve siempre anhelante a su Señor en busca de Su favor, Su misericordia, Su perdón y Su amor.

Ibn Khaldún, gran filósofo tunecino del siglo IV dijo:  “La base del camino espiritual es la dedicación a la adoración y la devoción a Dios, el Altísimo, es alejarse de los adornos de la vida material, renunciando al placer, la riqueza y el prestigio … es limitar la actividad mundana y ser libre para dedicarse a la adoración”.

Este es el ideal de la excelencia, el ihsán, es el signo del espíritu que va erguido por el camino que conduce a Dios.

El Noble Qur’an, revelación divina, es la Palabra de Dios que expone la ley sagrada, la forma, el camino de Dios.  El estudio serio es fundamental para esa voluntad humana de volverse hacia a Dios, para cultivar esa espiritualidad, esa sensibilidad, esa unión de colores y lenguas, para establecer ese espacio esencial del islam en la vida del creyente.  Hay niveles de estudio, hay niveles de comprensión y, por consiguiente, hay diversidad de interpretación y opinión … lo cual es válido si habita en nosotros ese espíritu claro, puro, sensible que busca la excelencia de carácter para agradar a Dios y que comprende las diversas emociones humanas como parte de esa inmensa, vasta, extraordinaria creación del Todo Misericordioso.

El estudio serio significa la lectura asidua de libros que nos hablan de la gran tradición del conocimiento islámico, de la historia y teología de nuestra fe, de la vida y enseñanzas de nuestro Profeta.  El estudio serio significa la asistencia constante a un programa de clases y conferencias con reconocidos maestros, y el aprendizaje directo con ellos.  El estudio serio no significa la simple consulta de videos y material de información en las redes sociales.  El estudio serio requiere de una verdadera metodología de consulta por parte del estudiante, para saber dónde y cómo encontrar la verdad.

El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, dijo: “A quien emprende un camino en busca de conocimiento, Allah le facilitará el camino al Paraíso.  A quienes se reúne con otros en una de las casas de Allah, para recitar y estudiar el Libro de Allah, la tranquilidad descenderá, la misericordia les cubrirá, los ángeles les rodearán y Allah los recordará”.


“LA VOZ DEL CREYENTE”

C Domínguez 

“Ese es Dios, mi Señor, en El confío y a El me vuelvo” (sura al-Shúra, la Consulta, 42:10). Esta es la voz del creyente en el Libro de Allah, el Qur’an.  Y así describe Allah a sus siervos:

“Sólo creen en nuestros signos quienes, al serles recordados, caen postrados en adoración y glorifican con alabanza a su Señor.  No son soberbios, se levantan de los lechos e invocan a su Señor con temor y anhelo.  Y dan de aquello que les hemos dado. Ningún humano puede imaginar la alegría reservada para ellos en recompensa por lo que hicieron” (sura al-Sajda, la Postración, 32:15-17).

En este pasaje se nos describen los actos y acciones fundamentales del creyente: la alabanza y glorificación a Dios, la postración, como signo de humildad y sumisión, la afirmación de fe, la generosidad.  Todos estos actos nos conectan directamente a Dios, glorificado y elevado sea El, y nos conectan al resto de Su creación, especialmente al resto de la raza humana.

El Qur’an proclama: “Oh, vosotros que creéis, si ayudáis a Dios, El os ayudará y hará firmes vuestros pasos” (Sura Muhammad 47:7).

Una de las mejores formas de ‘ayudar’ a Dios, de servir a Su creación, es manteniendo la armonía en las relaciones humanas, alejando el rencor y los malos sentimientos.

Se dice que el Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, habló así sus compañeros: ‘¿Les digo de la acción que es mejor que el ayuno, la caridad y la oración?’  Los compañeros respondieron que sí.  Entonces, el Profeta dijo: ‘Esa acción es la reconciliación entre musulmanes; el rencor entre ellos destruye’.

El rencor, como la ira, es un sentimiento negativo que nunca tendrá otro efecto más que la destrucción y el fin: la destrucción de un lazo de fraternidad, la destrucción de una esperanza, el fin anticipado de una relación y un propósito conjunto.  El rencor limita severamente la capacidad de alcanzar metas y cumplir objetivos.

El Qur’an nos dice: “Qué mejor palabra que la que llama a Dios, obra con rectitud y dice, yo soy de los sometidos a Dios.  No son iguales la bondad y la maldad.  Responde con la mejor actitud y aquel con el que tenías enemistad será un amigo ardiente” (Sura Fussilat, Expuesto con Claridad, 41:33-34).

En toda la vasta tradición islámica, siempre ha habido lugar para la diferencia de opiniones y la flexibilidad de entendimiento.  Así lo afirman los más grandes eruditos del islam; así lo enseñó el Profeta Muhammad, siempre respetuoso y considerado de los demás y siempre listo para enmendar cualquier maltentendido; así lo afirma el Qur’an al hablarnos de la diversidad de lenguas y colores en la creación de Dios.

Allah, glorificado y elevado sea, nombró al ser humano guardián de esta tierra.  Vinimos a este mundo a conocernos unos a otros y a construir y crecer en base a nuestras relaciones con los demás.  Somos imperfectos y, como tales, la discrepancia entre seres humanos es común.  La enseñanza del Profeta nos aconseja a elevarnos por encima de nuestros propios deseos e ideas y buscar siempre el bien común en nuestras acciones. Este es el proceder correcto del musulmán, el ser sometido a Dios.  Al mal se le combate y se le vence con el bien; a la ira se le elimina con la paciencia y la bondad.  El Profeta del Islam dijo: ‘Allah eleva el honor de aquel que perdona’.

Finalmente, el verdadero creyente sabe que todo sucede por una razón que es decreto divino:

“Y para aquel que pone su confianza en Dios, El le basta.  Dios hará que el designio se cumpla, y ha establecido para cada cosa un término y una medida” (sura al-Talaaq, el Divorcio, 65:3).


“LA HUMILDAD DEL CREYENTE Y LA SOBERANIA DE ALLAH”

C Domínguez 

Así comienza la sura de los Creyentes en el Qur’an, Palabra de Allah, glorificado y elevado sea El: “Verdaderamente, la felicidad será de los creyentes, los que hacen su oración con humildad, los que se apartan de la frivolidad, los purificados” (sura al-Mu’minún, los Creyentes, 23:1).

Sí, humilde es aquel que se postra en alabanza ante el poder supremo, el decreto supremo, la sabiduría suprema, la misericordia y el amor supremos de Dios.  Humilde es aquel que no habla de sí mismo, sino que prefiere escuchar y aprender.  Humilde es aquel vive para servir, y sirve en silencio. Humilde es aquel que reconoce sus capacidades como un don y una gracia de Dios y, por lo tanto, no hace alarde de ellas.  Y es aquel sólo pide a Dios que le ayude a utilizar esos dones, esas habilidades, de la forma más digna y benéfica, sin esperar más retribución que la que Dios le dispense. Como dijo el Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve:  “Oh, Allah, hazme de los que agradecen, hazme paciente y perseverante”.

Y así comienza en el Noble Qur’an la sura de la Soberanía:

Bendito aquel en cuya mano está la soberanía y El es, sobre toda cosa, poderoso.  Quien creó la muerte y la vida para probaros cuál de vosotros es el mejor en obras. El es el Poderoso, el Perdonador.  Quien creó siete cielos en capas. Tú no ves en la creación del Más Misericordioso alguna falla.  Así, vuelve la vista, ¿ves algo de fisuras?  Y vuelve la vista más y más.  Se regresa a ti la vista deslumbrada y exhausta” (Sura al-Mulk, la Soberanía, 67:4)

“Cuál de vosotros es el mejor en obras”, nos dice Allah y entendemos que estas palabras no son una exhortación a la diferenciación o comparación entre seres humanos, sino, más bien, son una motivación a la excelencia.  “El es el Poderoso, el Perdonador”.  Así sabemos que nuestros tropiezos en el camino cuentan con la comprensión y el perdón de Dios, en tanto que estemos conscientes de ellos y sintamos un sincero arrepentimiento y un deseo ferviente por el perdón divino.

Dios Todopoderoso ha creado el universo – lo aparente y lo no aparente – sin falla alguna; es decir, todo en la creación del Más Misericordio sigue un plan, cumple una función específica y se complementa con su entorno. Demos voz, entonces, a las primeras palabras de esta sura y proclamemos sin cesar: “Bendito aquel en cuya mano está la soberanía”.  Y, acto seguido, demos gracias al Todopoderoso, al Creador de todo cuanto existe, por este universo deslumbrante que es Su creación y que fue creado para nosotros, para nuestro sustento y beneficio:

“El es Quien ha creado para vosotros la tierra dócil.  Caminad, pues, por sus confines y comed de su sustento. A El es el retorno” (67:15).


“GRATITUD A DIOS”

C Domínguez 

 

Allah, glorificado y elevado sea El, nos dice en el Noble Qur’an:

“Y vuestro Señor dijo, si agradecen, El os aumentará” (sura Ibrahim, 14:7).

La gratitud es uno de los valores más preciados del verdadero creyente.  La gratitud a Dios por los dones recibidos, por la vida misma, genera todo tipo bendiciones, aumenta la consciencia del siervo fiel de su Señor y lo eleva en grado.  La gratitud es símbolo de humildad y fortaleza de carácter.  El musulmán agradece a Dios en tiempos de plenitud y en tiempos de carencia.

El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, dijo:  “Siéntete satisfecho y serás de la gente más agradecida”.  El verdadero creyente es consciente de los favores recibidos y sabe agradecer a Allah por lo que tiene, por lo que tuvo y por lo que tendrá, lo que le espera en el camino de esta vida que le llevará de retorno a El, el Creador de todo cuanto existe.  El musulmán no olvida la promesa de Allah, glorificado y elevado sea El:

“Y da la buena nueva a los que creen y hacen las buenas obras, que tendrán jardines por los que corren los ríos y parejas puras.  Y ahí serán eternos” (sura al-Baqara, la Vaca, 2:25).

Así pues, sé paciente en la adversidad.  Ciertamente, la promesa de Dios es verdadera” (sura al-Gháfir, el Perdonador, 40:77).

Asismismo, el verdadero creyente agradece los favores del prójimo y se siente satisfecho con lo que recibe de los demás.  Sabe ser humilde, no menosprecia un regalo, ni ofende la buena disposición de otras personas pidiendo más y esperando siempre más de los demás.  Allah, el Altísimo, nos recuerda:  “Buscad ayuda en la paciencia y la oración.  Ciertamente es difícil, excepto para los humildes” (sura al-Baqara, la Vaca, 2:45).  Los humildes son aquellos que se someten de verdad ante Dios, que reconocen el poder supremo de Dios y su dependencia absoluta de El, que saben decir ‘alhamdulillah’ por un favor recibido, y también dicen ‘alhamdulillah’ cuando no lo reciben, puesto que saben que Dios es el Justo y da de Su favor en el tiempo justo.

La gratitud, ciertamente, es un valor perenne y nos acerca más a Dios y al resto de Su maravillosa creación.  Así, Allah, glorificado y elevado sea El, nos dice en el Qur’an: “Unete a quienes invocan a tu Señor mañana y tarde, anhelando su rostro(sura al-Kahf, la Caverna, 18:28).


“EL FAVOR DE ALLAH”

C Domínguez 

 

El connotado sabio del islam, Abd al-Karīm al-Jīlī declaró: “el conocimiento práctico es la sabiduría del que sabe cómo beneficiarse de su propio conocimiento”.  El estudio concertado y constante del mensaje de la Palabra de Dios es un compromiso que debe asumirse con toda integridad. El conocimiento del Noble Qur’an abre todas las formas del saber, puesto que es práctico y sublime, profundo y tangible a la vez.

Allah, glorificado y elevado sea El, dice en el Noble Qur’an:

“A quien desea esta vida pasajera, le concedemos lo que queremos a quien queremos, pero al final le destinaremos al infierno y habrá de sufrir humillado y repudiado.  Y quienes desean la otra vida, se esfuerzan debidamente y son creyentes, ellos verán recompensado su esfuerzo.   A todos se les concederá de los favores de tu Señor.  Sus favores no están limitados.  Observa cómo favorecemos más a unos que a otros, pero en la otra vida la distinción será mayor y el favor será mayor” (Sura al-Israa’, el Viaje Nocturno, 17: 18-21).

Estas son grandes palabras que nos invitan a reflexionar profundamente sobre el verdadero significado de nuestro paso por esta vida y la esperanza de lo que encontraremos en la otra vida.  Como creyentes, sabemos que la otra vida es la verdadera vida, la eterna, la razón definitiva de nuestra existencia.  La vida terrenal es pasajera: cualquier gozo que experimentemos aquí es menor a lo que nos espera en la vida eterna.

En sura al-Duha, la Mañana (no. noventa y tres), aparece presicamente una gran exhortación al reconocimiento de todas las bendiciones que el ser humano recibe de Dios Todopodero:

“En verdad, el final será mejor para tí que el principio y en verdad que tu Señor te dará hasta que quedes satisfecho” (Qur’an 93:4-5).

La súplica más frecuente del Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, fue precisamente la siguiente: “Oh Dios, bendícenos en esta vida y en la otra vida y protégenos del castigo del fuego”.

El mensaje del Qur’an también nos llama a no prestar atención innecesaria a los bienes ajenos y a cuestionar la aparente razón del por qué Dios favorece más a unos que a otros.  El verdadero premio a nuestras buenas obras y la consecuencia real de nuestras malas acciones se verán con el tiempo, en la otra vida.  No hay razón alguna para dudar.

La absoluta confianza en los designios de Dios alivia los corazones de la incertidumbre, la envidia, el rencor y la desilusión.

El Mensajero de Dios también dijo: “Cuando depositas toda tu confianza en Dios, El provee por ti de la misma forma que provee por los pájaros, que salen hambrientos por la mañana y regresan satisfechos por la noche”.


C Domínguez

La constancia en la adoración a Allah, glorificado y elevado sea El, y la constancia en el estudio nos llevarán, sin duda, al verdadero crecimiento o transformación.  No hablamos aquí de un cambio de imagen, de nombre o de costumbres … nadie cambia completamente quien ya es; cambiar la sangre, cambiar el color de uno no es posible … tampoco hay que cambiar la lengua con la que mejor hablamos con Dios.  Nuestra esencia, con la que fuimos creador por el Creador de todo cuanto existe, ya está determinada desde nuestro nacimiento.  Todo esto, sin embargo, no impide el estudio serio, la exploración, el aprendizaje de otras lenguas y otras formas que enriquezcan nuestra propia forma de expresar y sentir.  ¿Quién no quiere aprender algo más, algo nuevo, crecer, ser mejor?  … ¿quién no quiere alcanzar la excelencia de carácter, el ihsan (uno de los fundamentos de la creencia del islam, que son la sumisión, la fe y la excelencia)?  El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, dijo: “Una morada en lo alto del paraíso está garantizada para quien alcanza la excelencia en su carácter”.  La excelencia, el ihsan, es hacer todo con consciencia porque sabemos que, en todo momento y en todo lugar, Dios nos ve.  Esta es la verdad suprema.  Es el esfuerzo por hacer todo de forma excelente.

Para alcanzar la excelencia, hay que realizar actos extraordinarios.  En la fe del islam, esos actos extraordinarios son la declaración de la fe, la oración, el ayuno, la caridad, y la peregrinación, el viaje a la casa de Allah, glorificado y elevado sea El.  Para alcanzar la excelencia, hay que convertir los actos extraordinarios en actos cotidianos; es decir, que la búsqueda de la excelencia, de lo extraordinario, sea un acto cotidiano, natural, normal.  Esa excelencia se logra a través de la constancia y el anhelo, el anhelo de Dios, de esta fe maravillosa del islam, en nuestras vidas.

El musulmán reza cinco veces al día, al rayar el alba, al mediodía, a mitad de la tarde, a la puesta del sol y por la noche.  En nuestras oraciones, glorificamos a Dios, reconocemos su infinita misericordia, pedimos perdón por nuestras faltas y nos llenamos de esperanza ante su gracia.  Dios nos ha dado la vida y los medios para vivir bien, nos ha dotado de la capacidad para elegir entre el bien y el mal, la habilidad para rectificar y corregir, para limpiarnos de las cargas de la vida.   Allah, el Altísimo dice en el Noble Corán:

“¿Acaso no hemos abierto tu corazón y te hemos librado de la carga que pesaba sobre tu espalda y te hemos elevado en dignidad?  Ciertamente, con la dificultad viene la facilidad.  Sí, con la dificultad viene la facilidad.  Así pues, cuando hayas acabado, mantente firme y a tu Señor anhela”.  (sura al-Sharh, la Abertura, 94:1-8).

Como seres humanos, cometemos errores; pero la constancia en el esfuerzo por servir y agradar a Dios y a nuestro prójimo, la consciencia de nuestras propias faltas y la necesidad del perdón, eso es lo importante.  La oración es esa oportunidad para redimirnos, para fortalecer la fe y el espíritu.  Y nunca olvidemos tampoco dar gracias a Dios por todas las bendiciones que recibimos.  El Profeta Muhammad solía rezar por largas horas durante la noche.  Se dice que en una ocasión, su esposa ‘Aisha le preguntó por qué rezaba tanto, si él, como profeta de Allah, ya tenía garantizada la salvación.  Le contestó: “¿no debería ser, entonces, un siervo agradecido?”  La oración es, en resumen, la puerta a la excelencia, alhamdulillah.


“MAS ENSEÑANZAS DEL PROFETA”
C Domínguez

¡Assalamu alaikum! Bismillahi al-rahmaani al-rahiim. Que la paz esté con ustedes. En el
nombre de Dios, el Todo Misericordioso, el Compasivo.
Continuamos con esta serie de reflexiones sobre la vida y enseñanzas del Profeta del Islam, el
Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve. Pedimos que Allah, glorificado y elevado
sea El, nos ilumine y nos ayude a comprender estas enseñanzas y a vivirlas. En cualquier
momento de nuestro camino, estas palabras de nuestro Profeta son la luz y el aliento para
continuar por el sendero establecido, siratu al-mustaqiim.
El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, dijo: “Cuando Allah desea el bien a
alguien, le instruye en la religión”.
“Aquel que sale en busca de conocimiento, estará en el camino de Allah hasta que regrese”.
“Aquel que ama por Allah, rechaza algo por Allah, da algo por Allah y evita algo por Allah,
tiene la fe completa”.
“El musulmán que convive con la gente y soporta con ellos sus penas, es mejor que el musulmán
que no convive con la gente y no soporta con ellos sus penas”.
El Mensajero de Allah relató: “Un hombre dijo, ‘debo hacer caridad,’ entonces salió y puso su
caridad en la mano de un ladrón. A la mañana siguiente, le dijeron, ‘has dado caridad a un
ladrón’, y el hombre respondió, ‘¡Alabado sea Allah! Daré caridad de nuevo’. Así que salió y
puso su caridad en la mano de una prostituta. A la mañana siguiente, le dijeron, ‘has dado
caridad por la noche a una prostituta’ y el hombre dijo, ‘¡Alabado sea Allah! ¿A una prostituta?
Daré caridad de nuevo’. Esta vez salió y puso su caridad en la mano de un hombre rico. A la
mañana siguiente, le dijeron, ‘has dado caridad a un hombre rico’, y el hombre dijo, ‘¡Alabado
sea Allah! ¿A un ladrón, a una prostituta y a un hombre rico?’ Y entonces le fue dicho: ‘Tu
caridad para el ladrón quizás le haga dejar de robar, tu caridad para la prostituta quizás le haga
dejar sus pecados, tu caridad para el hombre rico quizás le haga compartir lo que Allah le ha
dado”.
Concluimos con esta súplica del Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, para este
día viernes, de jum’ah:

“Oh, Allah, ciertamente Tú eres el Grandioso Creador.  Tú todo lo escuchas, todo lo sabes.  Tú
eres el Perdonador, el Misericordioso.  Tú eres el Señor del gran trono.  Oh, Allah, Tú eres
el Bondadoso, el Magnánimo, el Benevolente.  Perdóname, ten misericordia de mí.  Protégeme.
Susténtame.  Oculta mis faltas.  Consuélame.  Elévame.  Guíame.  No permitas que me extravíe.
Admíteme en el paraíso con Tu misericordia.  Oh, Tú, el Más Misericordioso de los
misericordiosos”.
“El quien hace que rompa el alba y El ha hecho de la noche calma y que el sol y la luna sigan
sus cursos señalados.  Esto es decretado por voluntad del Todopoderoso, el Omnisciente.  Y El es quien ha dispuesto para vosotros las estrellas, para que podáis guiaros por ellas en medio de las tinieblas de la tierra y del mar.  En verdad, hemos expuesto con claridad estos mensajes para una gente de conocimiento” (Sura al-An’aam, el Ganado, 6:96-97).


“EL PROFETA DEL ISLAM Y LA REVELACION DIVINA”

C Domínguez

El nacimiento del Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, se conmemora en el mes de Rabi’ al-Awwal.  No hay narración correcta para determinar la fecha en que nació el Mensajero de Allah. Lo convenido es que nació en un lunes, de su año, del mes de Rabi’ al-Awwal.

En este bendecido mes de Rabi’ al-Awwal, tercer mes del calendario islámico, recordamos al Profeta del Islam, el Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, con estas bellas narraciones de la vida del Mensajero de Allah:

Allah, glorificado y elevado sea El dice en el Noble Qur’an:

“Dios hace descender la mejor de las enseñanzas en forma de una escritura divina con total coherencia interna, que repite cada formulación de diversas formas, ante la cual se estremece la piel de los que temen a su Señor”  (al-Zumar, las Multitudes, 39:23).

Los pueblos árabes pre-islámicos, a los que comúnmente se les denomina pueblos paganos, tenían conocimiento de los conceptos de “dios” y “escritura divina” y la existencia de “fuentes superiores” de conocimiento.  En una social oral como la de estos pueblos, la importancia del lenguaje como transmisor de conocimiento y sabiduría estaba más que establecida.  Los pueblos preislámicos de Arabia comprendían el significado de los términos “revelación” y “escritura divina” debido a su conocimiento de la existencia de escrituras cristianas y judías, y debido también a la relevancia de la poesía árabe y el importante papel que desempeñaba el adivino (kahin, en árabe) en la sociedad de ese tiempo.  La poesía, para ellos, era un arte inspirado por ‘fuerzas superiores’.

Cuando el Profeta Muhammad, que la paz y bendiciones de Dios sean con él, comenzó a recitar el Qur’an ante la gente, se le acusó de ser un poeta que recitaba sus propias composiciones.  El Qur’an rechaza esta acusación y afirma claramente que el Qur’an es palabra de Dios:

“Ciertamente, es la palabra recitada por un mensajero noble.  No es la palabra de un poeta, qué poco creen.   Ni  tampoco la palabra de un adivino, qué poco reflexionan.  Es algo que desciende del Señor del universo” (Sura al-Haaqa, la Verdad, 69:40-43).

Dios reveló Su palabra al Profeta Muhammad en la lengua de éste, el árabe, para que fuera comprendido por su pueblo.  Así lo explica el siguiente verso:

“Lo hemos hecho un Qur’an árabe, quizás así comprenderán (Sura al-Zuhruf, Los Adornos, 43:3; un Qur’an árabe’, es decir, una recitación en lengua árabe).

El Qur’an se refiere a sí mismo como qawl (dicho, palabra o palabras), hadith (narración, historia), bushra (albricias, buena nueva), dhikr (recordatorio), kalaam allah (palabra o dicho de Dios) y también kitaab (escritura, libro).

La importancia de preservar el mensaje divino en forma de escritura cobra mayor relevancia y urgencia con el Qur’an que con revelaciones anteriores, que pasaron por largos periodos de transmisión oral hasta que fueron puestas en forma escrita por diversos autores de muy diferentes épocas.  Las revelaciones que recibió el Profeta Muhammad, a lo largo de los veintitrés años de su misión profética, fueron puestas por escrito por sus propios compañeros. El texto íntegro del Qur’an fue reunido y ordenado a pocos años  de la muerte del Profeta y en presencia de aquellos que atestiguaron la revelación.

La revelación divina, como lo ilustra el Qur’an, es la expresión de la voluntad de Dios por comunicar Su mensaje al ser humano.  El Profeta Muhammad vivió en su corazón la grandeza y majestuosidad de la palabra de Dios.   Y así la comunicó a la humanidad.

“Recita, en nombre de tu Señor, que ha creado.  Ha creado al hombre de un coágulo.  Recita, tu Señor es el Más Generoso.  Ha enseñado la escritura.  Ha enseñado al hombre lo que no sabía” (Sura al-‘Alaq, el Coágulo, 96:1-5).


“EN RECUERDO DEL PROFETA II”

El nacimiento del Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, se conmemora en el mes de Rabi’ al-Awwal.  No hay narración correcta para determinar la fecha en que nació el Mensajero de Allah. Lo convenido es que nació en un lunes, de su año, del mes de Rabi’ al-Awwal.

En este bendecido mes de Rabi’ al-Awwal, tercer mes del calendario islámico, recordamos al Profeta del Islam, el Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, con estas bellas narraciones de la vida del Mensajero de Allah:

En una ocasión Abu Bakr, compañero del Profeta,  hizo el siguiente comentario: “¿Dónde encontraré cobijo o bajo qué cielo tendré refugio si digo algo que no existe en el libro de Allah?”  Un día, la siguiente aleya del Qur’an fue revelada:

“No sé hará según vuestros deseos ni según los deseos de la Gente del Libro.  Quien haga un mal será pagado por ello y no encontrará, aparte de Dios, otro protector o auxiliador” (sura al-Nisaa‘, las Mujeres, 40:123).

Abu Bakr reflexionó hondamente al escuchar esta aleya en voz del Profeta.  Con voz temblorosa, preguntó: “¡Oh, noble Mensajero!  ¿Existe alguien entre nosotros que no cometa errores?” El Mensajero de Allah respondió: “¡Oh, Abu Bakr!  ¿No te cansa emplear toda tu energía en una sola causa?  ¿No te aquejan los problemas?  ¿No padeces enfermedades, dificultades, malestares, penas?  Estas son las cosas por las que serás premiado en la otra vida”.

En otra ocasión, llegó ante Abu Bakr un hombre que comenzó a insultarlo sin razón aparente.  Abu Bakr se apenó muchísimo puesto que el Profeta estaba presente, y se quedó callado, sin responder a la agresión. De reojo se percató de la reacción del Profeta. El noble Mensajero sonreía y esto fue un alivio para su corazón. Desafortunadamente, el hombre continuaba con sus insultos, hasta que Abu Bakr no pudo soportar más.  Se dispuso a responder; pero no había dicho una sola palabra cuando el Profeta se puso de pie y abandonó el lugar; ya no sonreía.  Al ver esto, Abu Bakr se levantó y corrió tras él. Al darle alcance, le dijo: “Oh, Mensajero de Allah, estuviste ahí cuando el hombre me insultaba.  Quise pararlo cuando traspasó los límites.  ¿Por qué te fuiste con disgusto?” Abu Bakr hablaba con humildad, tratando de comprender la lección que el noble Profeta le daba.

El Mensajero de Allah hizo una pausa y dijo algo que es lección para todos los musulmanes: “Sin duda alguna, mientras estuviste callado, un ángel estuvo presente para responder en tu nombre.  En cuanto comenzaste a defenderte, apareció Satanás. Yo no quise compartir el mismo sitio que él”.  Y agregó: “¡Oh, Abu Bakr!  Tres cosas en su totalidad completan la verdad: Allah exaltará y dará recompensa a aquellos que se mantienen callados y son pacientes antes la tiranía y la opresión. A aquel que inicia una nueva etapa de bien y es generoso con los que le rodean, Allah aumentará su fortuna y le dará prosperidad.  A aquel que pide más riqueza, Allah aumentará su pobreza”.


“EN RECUERDO DEL PROFETA”
César Domínguez

El nacimiento del Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, se conmemora en el mes
de Rabi’ al-Awwal. No hay narración correcta para determinar la fecha en que nació el
Mensajero de Allah. Lo convenido es que nació en un lunes, de su año, del mes de Rabi’ al-
Awwal.
En este bendecido mes de Rabi’ al-Awwal, tercer mes del calendario islámico, recordamos al
Profeta del Islam, el Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, con esta narración,
conocida como “darsu fil-hubb” (lección de amor):
En esta narración, el Profeta de Allah, que Dios le bendiga y le salve, se encontraba sentado con
sus compañeros, ve a Abu Bakr y le pregunta: “Oh, Abu Bakr, ¿qué es lo que más amas en este
mundo?” Abu Bakr responde: “Amo tres cosas de este mundo: verte a ti, oh Mensajero de Allah,
sentarme contigo, oh Mensajero de Allah, gastar mi dinero por ti, oh Mensajero de Allah”.
Esta respuesta de Abu Bakr es muestra del más elevado amor. Amar al Profeta del Islam es
desear siempre estar en su presencia, viviendo con el recuerdo de sus enseñanzas; es honrar su
memoria, siguiendo su ejemplo; es darlo todo al servicio de su legado, ofreciendo lo que Dios
nos da para servir a los demás.
Anas ibn Malik, compañero del Profeta, narró: “Estuve al servicio del Mensajero de Allah, que
Allah le bendiga y le salve, por diez años y jamás me dijo, ‘¡Uf!’; ni jamás me llegó a decir,
‘¿por qué hiciste eso?’, si hice algo; ni me llegó a decir, ‘¿por qué no hiciste eso?, si no hice
algo. El Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le salve, era la persona de mejor carácter.
Jamás toqué brocado o seda más suave que la palma de sus manos; ni jamás sentí almizcle o
perfume de mejor fragancia que la respiración del Profeta”.
Anas, compañero del Profeta, narró: “El día que el Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le
salve, entró a Madinah, la ciudad entera se llenó de luz. El día en que falleció, la ciudad entera
se cubrió de oscuridad. Y reprendimos nuestros corazones tan pronto como nos sacudimos la
tierra de nuestras manos en su funeral”.
Reprender significa corregir o amonestar a alguien desaprobando lo que ha dicho o hecho.
Reprender el corazón es un acto de fe. Quien es capaz de reprender su corazón es capaz de
afligirse verdaderamente por una mala acción. En el caso de los compañeros del Profeta, su
amor era tan grande que no deseaban separarse de él, aun cuando el Profeta, que Dios le bendiga

y le salve, había partido a iniciar el camino de retorno a Allah, el Creador de todo cuanto existe.
No habían realizado una mala acción al sacudir el polvo de sus manos; pero poseían corazones
tan puros y sensibles, que el solo hecho de deshacerse de ese polvo les hizo sentir temor de dejar
a su líder, de caer en la oscuridad, de no volver a vivir ese amor de ver a su compañero, a su
maestro, a su guía.
Las enseñanzas del Profeta del Islam, el Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve,
sobreviven a toda vida, a toda experiencia. El gran legado del islam, nuestra fe, está a nuestro
alcance a través de estas narraciones y tradiciones. Que este bendito mes de Rabi’ al-Awwal, nos
llene de amor e inspiración para entrar a ese maravilloso mundo de la sunna de nuestro Profeta,
que Dios le bendiga y le salve.
“Sed conscientes de Dios y manteneos en paz entre vosotros. Obedeced a Dios y a su
Mensajero, si sois creyentes” (sura al-Anfaal, los Botines, 8:1).


“EL BIEN NATURAL: El Islam Simple y Directo”

El islam enseña a sus seguidores que toda persona nace libre de pecado y con una inclinación natural hacia la virtud; es decir, todo ser humano nace con el conocimiento intuitivo del bien y de la fuente original de todo bien: Dios, Creador de todo cuanto existe.  Sin embargo, las decisiones que el ser humano hace en su vida adulta lo mantienen en el camino del bien o lo llevan en dirección opuesta.  Las decisiones que se toman en la vida deciden el destino de una persona.  La fe, por sí sola, no es suficiente, dice el islam: la acción y la práctica también son parte de la creencia.  Los niños están exentos del juicio y, hasta que alcancen la pubertad, no son responsables de su salvación.

Creer en Dios y en el mensaje divino es parte esencial de la fe; no obstante, las acciones de una persona son la expresión definitiva de la creencia y la sumisión a Dios.  Los cinco pilares del islam son, de hecho, un llamado a la acción: la declaración de fe, la oración, el ayuno, la caridad y la peregrinación a La Meca. Otros principios también se basan en la acción: la atención al huérfano y el cuidado de la familia. Por esta razón, el islam manifiesta que la creencia por sí sola no es suficiente para ganarse el favor de Dios – es la acción lo que Dios valora más.

Esto nos lleva a otra faceta importante del islam: el concepto de recompensa y castigo.   La recompensa y el castigo a las acciones del ser humano pueden suceder en esta vida y en la otra vida.  El modelo para la próxima vida es simple: si nuestras buenas acciones son mayores que las malas, se gana el paraíso; si las malas tienen más peso que las buenas, se gana el infierno. Por esta razón, el musulmán continuamente implora la misericordia de Dios; en la otra vida, ya no será posible.  La misericordia divina beneficia, espiritual y materialmente, a la persona en su vida diaria.

La misericordia y el perdón son dos de los atributos de Dios más mencionados en el Qur’an:

“Ciertamente, Dios no es injusto, ni siquiera en lo más mínimo, y multiplicará toda buena acción, otorgando de Su gracia una magnífica recompensa”  (sura al-Nisaa‘, las Mujeres, 4:40).

En el islam existen diferentes niveles de recompensa en el paraíso o de castigo en el infierno.  Las acciones de una persona tendrán una recompensa mayor o un castigo más severo dependiendo de lo que el individuo haya logrado hacer en esta vida.  El juicio de Dios será justo, afirma el Noble Qur’an:

“ … Breve es el disfrute de este mundo, mientras que la Otra Vida es mejor para los conscientes de Dios y ninguno de ustedes será tratado injustamente en lo más mínimo” (4:77)


“EL CORAZON QUE RECUERDA A DIOS”

César Domínguez

 

“Los corazones de los creyentes se sosiegan con el recuerdo de Dios” (sura al-Rad, el Trueno, 13:28)

Apreciar la belleza infinita de Dios ciertamente da paz y seguridad al corazón del creyente.  Allah, glorificado y elevado sea El, favoreció al ser humano con la sensibilidad para apreciar la majestuosidad del mundo creado.  Dios creó al ser humano y le dio la capacidad del pensamiento y el recuerdo.  Así, el ser humano aprende a recordar a Dios y conocer Sus nombres y atributos.  Al-Ghazali, el gran filósofo musulmán del siglo XI dijo, “El corazón humano ha sido creado para dar testimonio de la belleza de Dios”.

Mantener vivo el recuerdo de Allah, el Altísimo, va mucho más allá de la invocación audible, de las palabras y las fórmulas.  Recordar siempre a Allah es conocer el por qué de las circunstancias que rodean nuestras vidas, es ser de dueño de nuestros actos y no ceder a la tentación común de sentirse simple víctima de las circunstancias de los demás.  El verdadero creyente es persona responsable y seria, amable consigo mismo, pero jamás indulgente con sus propias faltas, es decir, jamás se “perdona” a sí mismo si antes no implora el perdón de Dios y hace un firme y constante esfuerzo por corregirse.

El recuerdo de Allah, el dhikr, es como una fuerza interna que florece dentro de nuestro ser, que corre libremente por nuestros sentidos y nuestra mente, que se anida en el corazón.  Por esta razón, la purificación del corazón es un acto constante en la vida del creyente.  Al corazón se le purifica con la oración, con el ayuno, con la caridad, con el estudio, con las buenas intenciones, con el servicio al prójimo, con la contemplación atenta, con el silencio.

El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, dijo: “No hablen de más sin recordar siempre a Allah.  La palabra excesiva sin el recuerdo de Allah endurece al corazón.  Aquellos cuyos corazones son duros son los más alejados de Allah”.

La proximidad a Dios es vital para el corazón que anida el recuerdo de su Creador.  Así, aprendemos en el Libro de Allah, el noble Qur’an:

“El es el Primero y el Ultimo, el Manifiesto y el Oculto, el Conocedor de todo.  El es Quien creó los cielos y la tierra.  Luego, se estableció en el trono.  Sabe lo que entra en la tierra y cuanto sale de ella, lo que desciende del cielo y lo que asciende a él.  El está con vosotros dondequiera que estéis.  Y Dios bien ve lo que vosotros hacéis” (sura al-Hadíd, el Hierro, 57:3-4).


TEXTO DEL SERMON/KHUTBA “EL SIGNO DE DIOS EN UNO MISMO”

(Primera parte)

C Domínguez

Assalamu alaikum, bismilláhi al-rahmáni al-rahím.En el nombre de Dios, el Todo Misericordioso, el Compasivo.  La alabanza es para Dios.  Le alabamos, le imploramos, le pedimos perdón.  Nos refugiamos en Dios del mal que habita en nosotros mismos y de nuestras malas acciones.  Declaro que no existe divinidad excepto Dios, sólo El y nadie más, y declaro que Muhammad es el Mensajero de Dios. Las bendiciones y los saludos de paz son para nuestro líder Muhammad, su familia, sus compañeros y seguidores.  La alabanza es para Dios, Señor de los mundos.

Por la infinita gracia de Allah, glorificado y elevado sea El, nos encontramos aquí reunidos, en aprecio y agradecimiento total a Sus bendiciones, Su sustento, Su guía, Su protección, Su luz.  Por la infinita misericordia de Dios, comprendemos el mundo externo a nuestro alrededor y el mundo interno dentro de uno mismo.  ¡Ciertamente, la alabanza es para Dios, Señor de los Mundos!

La esencia, la verdadera naturaleza de Dios, está más allá de la comprensión humana.  La indivisibilidad, la infinidad de Dios, es una realidad fuera del alcance de la mente humana.  A través  de Sus nombres y atributos es que lo conocemos.

El ser humano fue creado por Allah, el Altísimo; entonces, su primera y más importante relación es con su Creador.  La misericordia del Creador está presente en todos Sus atributos.  En el Qur’an, Allah ordenó decir al Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve: “Di, ¿a quién pertenece todo lo existente en los cielos y tierra?  Di, a Dios.  El se prescribió a sí mismo la misericordia” (sura al-’An’aam, Los rebaños, 6:12).   El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salvo, narró que Dios dijo de sí mismo: “Ciertamente, mi gracia y misericordia están por encima de mi ira”.   Esta infinita misericordia define la relación entre el ser humano y Dios.

Signo de esta infinita misericordia es nuestra presencia aquí, el día de hoy.  Gracias a la misericordia divina, nacimos con esa disposición natural hacia nuestro Creador, nuestra fitra, la conexión humana natural con el ser divino.  Gracias a la infinita misericordia de Dios, nacimos dotados del libre albedrío, del conocimiento intuitivo de Dios del conocimiento intuitivo del bien y el mal, de la guía de los profetas, de las revelaciones, de maestros y maestras. ¿Qué hacemos con todas estas bendiciones, cuál es nuestra misión en esta vida? Allah, glorificado y elevado sea El, nombró al ser humano como su califa, el sucesor, el guardián de este mundo.  Por tal razón, Dios creó al ser humano de “la mejor forma”, como lo dice en el Noble Qur’an (sura al-Tiin, la Higuera, 95:3).

¿Es claro el mensaje?, ¿no podemos reconocer esa mejor forma, esa belleza natural, esa fuerza, voluntad, bondad, distinción, en nosotros mismos?, ¿necesitamos, en verdad, que alguien más nos diga cuál es nuestro valor, que nos enseñe a ser buenos seres humanos?, ¿no somos capaces de ser los guardianes de la tierra, de la raza humana, de asumir nuestras responsabilidades sociales, de ser guías y líderes nosotros mismos?

“Les mostraremos nuestros signos en el horizonte y en ellos mismos hasta que vean que es la verdad” (sura Fusilat, Explicada, 41:53).


“SUPLICA POR LA VERDAD Y EL PERDON (Continuación)”

C Domínguez

Istighfár es la acción de pedir perdón.  En un contexto religioso, es el acto de imploración a Dios, el ruego o la plegaria por Su perdón.  El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, dijo que la mejor forma de plegaria, de pedir el pedir de Dios, es por medio de la siguiente invocación, llamada la “maestra de las plegarias” (sayid al-istighfár, en la lengua árabe).  El Profeta dijo que, si alguien realiza esta plegaria por la mañana y muere, será de la gente del paraíso.  Y, de la misma forma, si recita esta plegaria por la noche y muere, será de la gente del paraíso.

 “Oh Allah, Tú eres mi Señor. No hay más divinidad que Tú.  Tú me has creado y yo soy tu siervo.  Estoy con tu pacto y tu promesa, así me esfuerzo.  Me refugio en Ti del mal que cometo.  Reconozco frente a Ti tu bendición y reconozco frente a Ti mi pecado.   Perdóname.  Nadie perdona las faltas excepto Tú”.

El testimonio de fe, al-shahaadah, se encuentra al inicio de esta súplica.  Laa ilaaha ílla anta (no existe divinidad excepto Tú) es la mejor forma de dhikr, de recordar a Allah, glorificado y elevado sea El.  Cuando el suplicante proclama, “Me refugio en Ti del mal que cometo”, está reconociendo sus propios pecados y faltas; está diciendo, “Yo soy dueño de mi pecado, mas no de mi perdón.  Para eso, dependo de la misericordia de Dios”.  Hay una gran sabiduría en esa aceptación:  El verdadero creyente es sincero en su plegaria, en su arrepentimiento, en la súplica por el perdón divino.  Y después puede flaquear, ceder a la tentación y cometer la misma falta otra vez.  Por eso, el  creyente fiel pide a Allah refugio de sí mismo, pide protección contra su propia debilidad ante la tentación.  Nadie es más culpable que aquel que comete la falta, ya sea por debilidad o por ignorancia.

Por eso, el siervo de Allah proclama: “Reconozco frente a Ti tu bendición y reconozco frente a Ti mi pecado.   Perdóname.  Nadie perdona las faltas excepto Tú”.  El verdadero creyente sabe que no podrá apreciar la severidad de sus faltas si no es consciente de la grandeza de las bendiciones recibidas.  ¿Cuántas bendiciones de Dios ignoramos y dejamos en el olvido al cometer una falta, un pecado?  Reconocer las bendiciones de Dios, estar consciente de ellas, debería protegernos contra la tentación del pecado y hacernos sentir mal de desobedecer a Dios.  ¿Qué nos hace sentir, entonces, esta súplica?  Modestia, pena, timidez, temor.

Esta súplica nos llama a recordar la inmensidad de las bendiciones de Dios como condición para el verdadero arrepentimiento.  En muchas ocasiones, al cometer un pecado, no nos arrepentimos del todo (o no estamos plenamente conscientes de la falta cometida), hasta que recibimos un castigo, o padecemos las consecuencias, hasta que la falta queda expuesta y nos llenamos de vergüenza.  En esta súplica, damos voz a la necesidad ferviente del perdón de Allah, glorificado y elevado sea El.

“Dame permiso de pecar, un discípulo pregunta a su maestro”. El maestro responde: “está bien; pero hazlo en un lugar que no le pertenezca a Allah, hazlo en un lugar donde no te vea Allah, hazlo pero no tomes la provisión de Allah”.  Una gran lección es ésta para reflexionar.   El gran sabio del islam Imán Shafi’’i dijo en una ocasión: “No prestes atención a la pequeñez de tu pecado, presta atención a la grandeza de Aquel contra quien has pecado.

“Y aquellos que, cuando cometen un mal o son injustos consigo mismos, recuerdan a Dios y buscan el perdón de sus pecados, pues ¿quién perdona los pecados sino Dios? Y no reinciden en lo que hicieron ahora que lo saben” (sura al-‘Imraan, 3:135).


“EL BENDITO MES DE MUHARRAM”

César Domínguez

 

Por la infinita gracia de Allah, glorificado y elevado sea El, esperamos que al anochecer de este viernes 29 de julio, termine el bendito mes de la Peregrinación, Dhu al-Hijja, y comience el bendito mes de Muharram, primer mes del calendario islámico y uno de los llamados meses sagrados, es decir, los meses de Muharram, Rajab (séptimo mes), dhu al-Qad’ah (onceavo mes) y dhu al-Hijjah (doceavo y último mes), insha’allah.  El Noble Qur’an, Palabra de Allah, afirma:

“Ciertamente, el número de meses para Dios es doce meses.  Así está en el Libro de Dios el día que El creo los cielos y la tierra.  De ellos, cuatro con sagrados.  Así es la religión verdadera.  No obréis en contra de vosotros mismos durante ellos” (sura al-Tauba, el Arrepentimiento, 9:36).

El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, también señaló: “El año son doces meses, de los cuales cuatro son sagrados: los tres meses consecutivos de dhu al-Qad’ah, dhu al-Hijjah y Muharram, mientras que el cuarto mes es Rajab”.

Durante los meses sagrados, el combate y la guerra estaban prohibidos en la península arábiga para facilitar los viajes hacia La Meca, lugar de la Ka’ba, centro de adoración y el primer altar construido para rendir culto a Dios, Unico Creador y Señor de los mundos.  El llamado a la paz y la seguridad, a “no obrar en contra de nosotros mismos” es tan actual ahora como en los tiempos antiguos.

El verdadero creyente sabe que el recuerdo constante de Allah es un acto de paz para el espíritu, de purificación para el corazón, de luz y claridad para la mente.  En este bendito mes de Muharram debemos dedicarnos en consciencia a la protección de nuestro espíritu, nuestro corazón y nuestra mente (que, en realidad, son diferentes definiciones de una misma esencia).  Así respondemos al llamado de paz y seguridad que Allah nos hace en Su Libro, el Qur’an.  ¿Qué mejor manera de honrar el legado de este bendito mes que a través del recuerdo constante de los bellos nombres y atributos de Dios?

Comúnmente se dice Dios tiene noventa y nueve nombres.  Esto se basa en un hadiz auténtico del Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve: «Allah tiene noventa y nueve nombres, cien menos uno. Cualquiera que proteja (su santidad), entrará al Paraíso. Allah es singular y ama lo que es singular». Sabemos que los nombres de Dios que aparecen en las escrituras son mucho más de noventa y nueve. Los comentaristas tradicionales señalan que el propósito de este hadiz sobre los noventa y nueve nombres no fue limitar los nombres divinos a un número en particular, sino indicar que, entre los innumerables nombres de Dios, hay noventa y nueve que son especiales.  Si se preservan en la memoria y se protege su santidad, serán la clave para la salvación. Otro hadiz señala inequívocamente que los nombres de Dios no son limitados en número, sino que incluyen nombres no revelados y otros conocidos solamente por Dios, o por segmentos especiales de Su creación.  Preservar los nombres de Dios en la memoria es una forma de adoración. Invocar los bellos nombres de Allah al realizar una buena acción o al elevar nuestras súplicas, son también formas de adoración.  El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve solía decir:

“Oh, Allah, ciertamente Tú eres el Grandioso Creador.  Tú todo lo escuchas, todo lo sabes.  Tú eres el Perdonador, el Misericordioso.  Tú eres el Señor del gran trono.  Oh, Allah, Tú eres el Bondadoso, el Magnánimo, el Benevolente.  Perdóname, ten misericordia de mí.  Protégeme.  Susténtame.  Oculta mis faltas.  Consuélame.  Elévame.  Guíame.  No permitas que me extravíe.  Admíteme en el paraíso con Tu misericordia.  Oh, Tú, el Más Misericordioso de los Misericordiosos.

Elevamos este día nuestras súplicas por la misericordia de Allah para la humanidad entera, para tanta gente caída en la enfermedad, en la desgracia, en el terror, en la tragedia, en el hambre, en la desolación y la soledad. Pidamos por la niñez y la juventud, pidamos por los ancianos.  Pidamos por el pueblo de Afganistán, de Palestina, de Yemen, de Myanmar  y todos aquellos que son víctimas de la injusticia y la opresión.  Llenemos nuestro corazón de esperanza y anhelo de Dios.  Y recordemos las palabras de aquel gran filósofo y místico afgano del siglo XII, Sanai, quien dijo: “Por cada cosa que Allah se lleva de ti, te dará setenta más, por cada puerta que se cierra ante ti, diez más se abrirán”.

“Él es Dios. No hay divinidad excepto Él, el Conocedor de lo Oculto y lo Manifiesto. Él es el Todo Misericordioso, el Compasivo.  Él es Dios.  No hay divinidad excepto Él, el Rey, el Venerable, la Paz, el Garante, el Protector, el Omnipotente, el Dominador, el Grandioso. Gloria a Dios, por encima de lo que le asocian. Él es Dios, el Creador, el Originador, el Formador.  Suyos son los nombres más hermosos.  Todo lo que hay en los cielos y la tierra lo glorifica. Él es el Todo Poderoso y el Gran Sabio” (sura al-Hadiir, el Hierro, 59:22-24)


EL GUARDIAN DE LA CARIDAD
C Domínguez
Allah, glorificado y elevado sea El, dice en el Noble Qur’an:
“Si dais limosna públicamente, excelente; pero si la entregáis a los pobres en secreto, mejor aún

para vosotros, y os servirá como expiación de parte de vuestras faltas. Y Dios está bien informado
de todo cuanto hacéis” (Sura al-Baqara, La Vaca, 2:271).
Qué gran lección nos enseña Dios en este mensaje. Sabemos que la caridad, el dar de lo uno tiene,
lo que Dios ha provisto para nosotros, es uno de los pilares del islam, es uno de los actos esenciales
de adoración. El dar desinteresadamente es deber del musulmán, del verdadero creyente.
Allah, el Altísimo, dijo al Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, en el Qur’an: “No
des esperando recibir más. Y sé paciente por tu Señor” (Sura al-Muddaththir, el Envuelto, 74:6-7).
Sabemos que la misión del Profeta fue transmitir el mensaje de Dios, la revelación del Qur’an, sin
afán alguno de coerción o imposición y sin esperar retribución o recompensa. Su misión fue hacer
el bien, nada más. Cualquier retribución o recompensa está en manos de Dios. Él es quien otorga
la verdadera recompensa, el premio final. Saber que la verdadera recompensa viene de Dios es
un gran acto de fe y una enorme prueba de paciencia. La paciencia es una herramienta
indispensable para el éxito. Es perseverancia y también es humildad.
La caridad es, en primer lugar, un acto de adoración a Dios, una prueba de amor y fe a nuestro
Creador. Por ello, es un deber religioso y una obligación moral. La generosidad necesariamente
está libre de segundas intenciones: el dar por amor a Dios no permite otra intención. La infinita
misericordia del Más Misericordioso obra por sí sola. La recompensa llega de Dios por sí misma
para el que es generoso y paciente. Así lo resume Allah en el Qur’an:
“No alcanzaréis la verdadera piedad mientras no gastéis en otros de aquello que os es más
preciado. Y lo que gastéis, ciertamente Dios tiene pleno conocimiento de ello” (Sura al-‘Imraan,
3:92)
Cuidar del bienestar de los demás es una obligación social. El ser humano fue nombrado por
Dios guardián de esta tierra. Vinimos a este mundo a conocernos unos a otros, a construir y
crecer juntos, relacionándonos unos con otros. La misión del guardián de la tierra jamás podrá
cumplirse en soledad, desatento a las necesidades de los demás, insensible ante el dolor ajeno.

Toda provisión que recibimos de Allah guarda grandes bendiciones y, también, deberes. La
provisión divina es para el sustento propio y para dar sustento a los demás. Toda bendición
encierra en sí un deber: en primer lugar, reconocer su origen, es decir, que viene del Más
Misericordioso, y hacer buen uso de ella. El creyente entonces da de lo que Allah, en Su infinita
misericordia, le ha dado.
“Dios es Quien ha creado los cielos y la tierra y Quien hace caer agua del cielo y, mediante
ella, hace brotar frutas para vuestro sustento, y Quien ha puesto las naves a vuestro servicio, de
forma que navegan por el mar a instancia Suya, y ha puesto a vuestro servicio los ríos y ha
puesto a vuestro servicio el sol y la luna, constantes en sus cursos, y ha puesto a vuestro servicio
la noche y el día” (sura Ibrahim, 14:32-33).


COMIENZO DEL MES DE DHU AL-HIJJAH
C Domínguez

Según un hadiz del Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, el verso del Qur’an que
proclama: “Recordad a Dios durante los diez días conocidos” (sura al-Hajj, la Peregrinación,
22:28) se refiere a los diez primeros días del mes de dhu al-Hijjah, el mes de la Peregrinación,
quinto pilar del islam. Dhu al-Hijjah es el doceavo y último mes del calendario islámico. En sus
primeros diez días comienza el ritual anual de peregrinación a La Meca, lugar de la Ka’ba, el
primer altar construido en adoración al Dios Unico, el Creador de todo cuanto existe. Este año de
2022, el mes de dhu al-hijja ha comenzado a la puesta del sol del miércoles 28 de junio.
Entonces, el primer día del mes de la peregrinación es el jueves 30 de junio. Hoy viernes 1ro. de
junio es el segundo día. El décimo día, el día de ‘eid adha, será el sábado 9 de julio, insha’allah.
Que Allah, glorificado y elevado sea El, nos colme de bendiciones y bienestar en estos días.
Dhu al-Hijjah es el cuarto de los llamados meses sagrados: los meses de Muharram, Rajab, dhu
al-Qad’ah y dhu al-Hijjah. El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, dijo: “No hay
días más amados por Allah para que le adoréis que los diez primeros días de dhu al-Hijjah.
Ayunar en cualquiera de ellos equivale a ayunar un año entero y realizar la oración nocturna de
al-tahajjud durante una de sus noches equivale a realizarla en lailatu al-Qadr”.
En otro hadiz, el Mensajero de Dios dijo: “Ninguna buena acción hecha otros días es superior a
la realizada en estos días”.
Estas son sabias lecciones del Profeta del Islam que nos invitan a reflexionar sobre la
importancia de nuestros actos de adoración durante los diez primeros días de dhu al-Hijjah. Tal
como sucede en Ramadán, nuestra preparación interna y externa es vital para el mejor
aprovechamiento de este tiempo extraordinario, que nos invita a realizar acciones
extraordinarias. Es esencial hacer el tiempo para la lectura, recitación y estudio del Qur’an,
Palabra de Allah, para las oraciones voluntarias de la noche (tahajjud, qiyam), para los actos
especiales de caridad, para las buenas obras, para ofrecer algunos días de ayuno.
También es importante tener presente que, así como las buenas obras se magnifican en
significado y valor, así también pueden magnificarse los malos actos. Por tanto, debemos prestar
atención a esas posibles faltas de palabra, acción y pensamiento que pudiéramos cometer. Hay
que estar muy conscientes de cómo utilizamos nuestro tiempo durante estos días, evitando los
desperdicios y el exceso.

El recuerdo constante de Allah (el dhikr) durante los diez primeros días del mes de dhu al-Hijjah
y el ayuno en cualquiera de los primeros nueve días son prácticas llenas de bendiciones y son la
mejor protección ante la adversidad y la falta. Dijo Allah, glorificado y elevado sea El:
“Y cuando preparamos para Abraham el lugar de la Casa. Nada asocies conmigo y purifica Mi
Casa para lo que dan vueltas alrededor de ella, los que rezan de pie, los inclinados y los
postrados. Y llama a la gente a la Peregrinación, que vengan a ti a pie o sobre cualquier
montura, que vengan desde cualquier remoto camino, para que den testimonio de los beneficios
que han recibido y mencionen el nombre de Dios en días determinados sobre los animales de
rebaño que Él les ha provisto. Así pues, comed de ellos y alimentad al desvalido y al
necesitado” (sura al-Hajj, la Peregrinación, 22: 26-28).


MAS NOTAS SOBRE LIDERAZGO EN NUESTRA FE
C Domínguez

Alabado sea Allah, el Todo Misericordioso, el Compasivo, quien nos ha creado y nos ha dado el
mundo de Su creación para vivir en él, quien ha revelado Su palabra, el Noble Qur‘an, al Profeta
Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, guía para todos aquellos que son conscientes de
Dios. En sura al-Máida (no. 5, aleya 48), Allah, glorificado y elevado sea El, dice:
“A cada uno de vosotros le hemos asignado un camino y un método propios. Si Dios hubiera
querido, habría hecho de vosotros una única comunidad, sin embargo, lo ha hecho así para
poneros a prueba en lo que os ha dado. Competid, pues, en las buenas acciones. Todos habéis
de volver a Dios, quien os hará saber la verdad de aquello sobre lo que no estabais de
acuerdo”.
Todos somos siervos de Dios y todos tenemos como meta servir y agradar a Dios. Mas no
olvidemos que, en gran medida, servimos y agradamos a Dios (es decir, trabajamos por Su
causa) a través de los demás: el prójimo es conducto para agradar a Dios. La causa de Dios es la
causa de la gente. En ciertas ocasiones, desgraciadamente, esta enseñanza es olvidada o
desatendida por quienes saltan de causa en causa, de grupo en grupo; aquellos que parecen más
interesados en su nombre o imagen que en la causa o mensaje que están promoviendo, aquellos
que parecen más interesados en defender sus formas o métodos propios que en la causa de los
demás; aquellos que no saben compartir o delegar.
En otro pasaje del Noble Qur‘an, Allah dice:
“Gentes, os hemos creado a partir de un varón y una hembra y os hemos hecho pueblos y tribus
distintos para que os reconocierais unos a otros. En verdad el más noble de vosotros ante Dios
es el más consciente de El” (sura al-Hujuraat, 49:13).
Hay un profundo mensaje que aprender en estos versos. En primer término, Dios asigna un
camino a seguir (es decir, un destino) para cada ser humano en esta vida. Todos procedemos de
Dios, glorificado y elevado sea El, y a El habremos de regresar; pero es designio de Dios que este
camino no es igual para todos. Dios ha creado a la humanidad en una multiplicidad de colores y
lenguas, con diversas características y capacidades, de acuerdo a la misión que cada persona debe
cumplir a su paso por esta vida.
La misión de la primera comunidad de musulmanes fue construir la nación del islam, erradicar
los males del politeísmo y la avaricia y transmitir el mensaje de sumisión al Dios Unico. El

Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, fue el Mensajero de Dios a quien se le reveló
el Qur‘an, guía para todos los conscientes de Dios. El día de hoy, catorce siglos después, los
musulmanes siguen construyendo, con la gracia de Dios, la umma, la comunidad del islam,
dándole fuerza y valor, creciendo y abriéndose al resto de la humanidad.
Estos pasajes del Qur‘an también afirman que la diversidad es parte del plan de Dios para la
humanidad: diferentes naciones y tribus, diferentes caminos. Esta diversidad no sólo incluye la
diferencia de razas y credos, sino también la diferencia de opiniones y maneras, incluso dentro
de una sola comunidad: una diversidad que es resultado natural del paso del tiempo.
La comunidad del islam en el continente americano, está compuesta por gentes de muy diversos
orígenes étnicos, culturales y sociales. La fuerza de esta comunidad radica precisamente en su
diversidad y en su esfuerzo incluyente: el islam une, no separa. El islam actual en Occidente no
es únicamente el islam de inmigrantes procedentes de países musulmanes de Asia y Africa y sus
descendientes, es el islam de nuevas comunidades: un islam vivo, original, verdadero.
El islam crece rápidamente en los países de Latinoamérica y en las comunidades de habla
hispana en los Estados Unidos. En ésta, nuestra comunidad, necesitamos el islam del Qur‘an y
las enseñanzas auténticas del Profeta Muhammad, el islam de la herencia clásica del
conocimiento y la sabiduría. También necesitamos el islam que responde a nuestras situaciones
actuales, las que vivimos aquí, ahora, en el mundo occidental, el islam que nos habla
directamente al corazón en nuestra lengua, el islam que comprende y eleva nuestras propias
culturas y tradiciones. El islam del futuro es el islam que conecta al gran pasado con el presente,
que hace honor a la universalidad e intemporalidad del mensaje del Qur‘an, palabra de Allah, y
las enseñanzas del Profeta Muhammad.


LA GUIA DE UN LIDER

C Domínguez

 

Allah, glorificado y elevado sea El, dice en el Noble Qur’an: “Hemos hecho, entre ellos, a líderes que les guíen de acuerdo a Nuestra orden como premio por haber perseverado y por estar convencidos de Nuestros signos” (sura al-Sajda, la Postración, 32:24).

El líder es un guía, un acompañante, por el camino de la vida.  Su misión es servir a la sociedad.  En palabras del Profeta Muhammad, “el líder es un siervo de su comunidad”.  El líder posee una visión clara de la necesidad común de su gente.  El líder cuenta con una bendición especial de Dios y esa bendición debe compartirse con los demás.  Para un líder musulmán, el Qur’an y la Sunna del Profeta son sus fuentes de inspiración, conocimiento y valor: su fe determina el principio y el fin de su preparación.

El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, dijo en una ocasión: “Cuando tres personas se encuentran de viaje deben elegir a uno como líder”.  Es decir, el grupo deberá contar con un guía que conoce mejor el camino y el lugar de destino y conoce mejor a los demás viajeros.

El líder posee una visión clara de la necesidad común de su gente.  El líder cuenta con una bendición especial de Allah y esa bendición debe compartirse con los demás.  Para un líder musulmán, el Qur’an y la Sunna del Profeta son sus fuentes de inspiración, conocimiento y valor: su fe determina el principio y el fin de su preparación.

El verdadero líder debe contar con metas claras para el desarrollo de su comunidad, no sólo responder a las situaciones que se presenten.  En su trabajo diario, el líder nunca caminará detrás de la gente, ni deberá ir tan de prisa que pierda de vista a aquellos que lo siguen, ni tampoco deberá perderse en medio de ellos.  El líder camina al frente del grupo, pero siempre cerca de sus seguidores.  El líder debe saber cómo motivar a su gente, tener una misión clara y saberla comunicar con palabras fáciles, de manera que todos comprendan qué se debe hacer y cómo cada uno puede participar.  El líder debe motivar a que todos se sientan parte de esa misión conjunta.

Asimismo, el líder debe saber cómo conciliar diferencias de opinión y carácter dentro del grupo, unir a aquellos que compartan la misma visión y ofrecer actividades en las que todos trabajen juntos por un bien común y en las que todos compartan los logros alcanzados.  Aquellos que no compartan la visión de la mayoría eventualmente valorarán los resultados.  Un líder honesto no desplaza a otros para imponer su presencia.  Su meta es el trabajo en conjunto para el beneficio de todos.  El apoyo que logre debe generarse a través de sus acciones.  Finalmente, es Dios quien decide el curso de nuestras acciones y la recompensa que obtendremos por nuestros esfuerzos.

El líder honesto y fiel a su fe contará siempre con la guía de Dios.  Aquellos con la intención clara de servir y guiar al bien tendrán bien en abundancia proveniente de su Sustentador, el Creador de todo cuanto existe, y recibirán la guía prometida en el Libro de Dios, el Qur’an:

“Ciertamente, os llegará de Mí una guía, y los que sigan Mi Guía nada tienen que temer y no se lamentarán” (sura al-Baqara, la Vaca, 2:38).


RAZON Y FE

C Domínguez

 

Imam al-Ghazali, el gran filósofo y humanista persa del siglo XI nos dejó un gran consejo: no busques una respuesta precisa para cada asunto, porque la luminosidad de lo que escuches puede hacer que te pierdas.

Ciertamente, la guía y los consejos de otros seres humanos son necesarios para el buen camino de esta vida.  “Preguntando se llega a Roma”, dice un antiguo refrán. “¿A quién debo preguntar?” dice el corazón abrumado por la incertidumbre.  El camino del saber no se inicia necesariamente con una pregunta.  Mas bien, se inicia con una certeza: la certeza de una intención clara, bien definida de lo que se quiere saber y por qué se quiere saber.  Todo buen maestro enseña esto a sus alumnos en su primera clase: el alumno debe saber por qué está ahí, por qué desea aprender la materia de estudio o por qué del asunto de su interés.

Una pregunta es, en el fondo, una petición. Y una petición no se lanza a los aires, a cualquiera que esté a nuestro alcance.  En el camino del conocimiento no hay casualidades.  Nuestra bendita fe del islam nos indica que toda petición sincera encontrará su respuesta.  Indudablemente, la respuesta está en Dios.

Allah, glorificado y elevado sea El, dice en el Noble Qur’an:

“Acordaos de Mí y Yo me acordaré de vosotros.  Y sed agradecidos conmigo y no me neguéis.  Oh, vosotros que creéis, buscad ayuda en la paciencia y la oración.  Ciertamente, Dios está con los que son pacientes en la adversidad” (sura al-Baqara, La Vaca, 2:152-153).

“Y vuestro Señor ha dicho, llamadme y os responderé” (sura al-Ghaafir, el Perdonador, 40:60).

El Noble Qur’an continuamente hace mención de la excelencia de la razón, fuente esencial del conocimiento verdadero.  Con uso de razón se hacen las preguntas necesarias para la vida y así, con uso de razón, se encuentran las grandes respuestas, presentes en la creación excelsa del Todopoderoso.  Es decir, con uso de razón encontraremos nuestra respuesta en los signos de Dios presentes en todo lo que nos rodea, aún en nosotros mismos.

La razón es fuente de guía y conocimiento.  La razón es causa de bienestar y plenitud, mientras que la negación de la razón es causa de pérdida y oscuridad.

De esta manera, Dios aclara Sus signos para vosotros.  Quizás razonéis” (Qur’an, 2:242).

“Dios es Quien da la vida y da la muerte.  A Dios pertenece la alternancia de la noche y el día.  ¿Es que no vais a razonar?” (Qur’an, sura al-Mu’minún, los Creyentes, 23:80).


APUNTES SOBRE LA UNICIDAD DE DIOS

C Domínguez

¿Qué religión como la religión del islam que favorece la dedicación al conocimiento y al estudio profundo, acciones que marcan la voluntad de seguir los ritos de adoración reconocidos de nuestra fe?  Ciertamente, Allah, glorificado y elevado sea El, señala con claridad absoluta que Él no creó a los seres humanos sino para que le adoren.  Dice Él, elevado sea:

“Y no he creado a los genios y a los hombres sino para que me sirvan” (Sura al-Dhaariyaat, los Aventadores, 51:56).

Ciertamente Dios Todopoderoso señala con claridad absoluta que Él nos ha creado a los seres humanos para vivir próximos a Él en esta vida, para ir seguros por el camino recto, siratu al-mustaqiim, que nos llevará de regreso a Él, a la verdadera vida. Y la mejor y más elevada forma de vivir próximos a Él y caminar por ese sendero, es indudablemente a través del cumplimiento certero de nuestros ritos de adoración.  La fe del islam favorece, entonces, la dedicación al conocimiento y favorece el estudio profundo, como muestras irrefutables de esa voluntad humana por seguir los ritos de adoración reconocidos: la oración, el ayuno y la generosidad.

La adoración, si se edifica sobre algo que no sea el conocimiento, será como el edificio sin cimientos.  Es el conocimiento mismo el que explica los pilares de la adoración, aclara las condiciones para el cumplimiento de los ritos de adoración y explica sus modales externos y sus secretos internos.

Sólo con conocimiento sabremos todo esto.  Si el ser humano venera a su Señor sin conocimiento, su adoración es hueca, relegada, sin base.  El conocimiento es necesario para perfeccionar la adoración.  La oración se establece, para la mayoría de los musulmanes versados, con los dichos y hechos iniciales del takbír y finales del taslím.  Verdaderamente, Dios, alabado y elevado sea, dice:

“Estableced la oración para recordarme” (Sura Taha, 20:14). Y dice Él, elevado sea: “Ciertamente, la oración inhibe la indecencia y lo reprensible” (Sura al-Ankabuut, la Araña, 29:45).

Cuando el ser humano reza sin saber, asume que esa oración incierta es la oración verdadera.  Por tanto, la adoración verdadera que nos ordena Allah, la adoración para la que fuimos creados, no sucede sino es con el conocimiento.  Por eso, la adoración se reconoce por ser ella misma un acto piadoso de obediencia, perfeccionado por el saber certero.  Y ese saber certero es el conocimiento.

Con el conocimiento, aprendemos los pilares de la adoración y sus condiciones, sus modales externos y sus secretos internos, qué la afirma, qué la nulifica, qué la completa y qué la disminuye.  Con el conocimiento, sabe el ser humano el lugar de las cosas y el orden de las acciones.  Sólo con conocimiento, se distingue entre el acto obligatorio y el acto voluntario, entre lo importante y lo que no es importante, entre lo fundamental y lo secundario.  El acto voluntario no se antepone al acto obligatorio.  No se elige algo sin importancia por encima de algo importante, y no se extravía lo fundamental a causa de lo secundario.  Por esto, los grandes sabios del islam nos han dicho: si anhelas esta vida, será para ti por medio del conocimiento y, si anhelas la otra vida, será para ti por medio del conocimiento.  Y si anhelas las dos, serán para ti por medio del conocimiento.

Mientras esta vida sea un campo de cultivo para la otra vida, será indispensable la búsqueda de conocimiento para fortalecer la adoración verdadera a Allah, el Supremo Creador de todo cuanto existe.


INTENCION, SINCERIDAD, ACCION

C Domínguez

 

Allah, glorificado y elevado sea El, nos dice en el Qur’an:

“… Para quienes son conscientes hay, junto a su Señor, en donde residirán, jardines por los que corren los ríos, compañías puras y la complacencia de Dios.  Dios ve lo que hay en Sus siervos, los que dicen, Oh, Señor nuestro, en verdad creemos, perdónanos nuestras ofensas y líbranos del castigo del fuego (sura al-Imraan, 3:15-16).

EL Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, dijo en una ocasión: “El hombre inteligente es aquel que recapacita y se esfuerza en hacer lo que le beneficiará antes de que le alcance la muerte, mientras que el desdichado es aquel que sigue sus deseos y sus pasiones y se complace con la autoindulgencia”.  Además, suplicó a Dios de la siguiente forma: “Oh, Allah no me abandones a mis obras, mis acciones, mis devociones, ni siquiera por un abrir o cerrar de ojos”.  El Profeta nunca dependió de sus propias obras ni de sus actos de devoción para obtener recompensa alguna o ganarse el paraíso eterno, siempre supo que todo dependía de la misericordia incondicional de Dios.  El gran rango que él, o cualquier otro devoto creyente, alcanza en la vida, depende sólo de Dios, Él es quien lo concede.  La buena vida, el éxito terrenal, el goce de la vida eterna no es algo que se compra, se intercambia o se gana automáticamente: todo se logra únicamente por la misericordia de Dios y la súplica sincera del devoto creyente.

Las buenas obras del verdadero siervo de Allah, naturalmente están precedidas por una buena intención, y acompañadas de una súplica sincera, que el Todo Misericordioso acepte nuestras buenas acciones, perdone nuestras faltas y nos brinde Su protección y Su guía.

Abu Huraira, que Dios esté complacido con él, preguntó al Profeta en una ocasión: “¡Oh Mensajero de Allah! ¿Quién tiene el mejor grado entre toda la gente?” Respondió el Profeta: “El que más teme a Allah”.

 “Ciertamente, los temerosos estarán en jardines y manantiales, recibiendo lo que su Señor les dé.  Antes, fueron bienhechores. Poco es lo que dormían de noche. Y antes del alba, pedían perdón. Y de sus bienes, parte era derecho del mendigo y del indigente. En la tierra hay signos para los conscientes, y en vosotros mismos.  ¿No vais a ver? Y en el cielo está vuestro sustento y lo que se os ha prometido. Y por el Señor del cielo y la tierra que todo es tan cierto como que habláis” (sura al-Dariyaat, los Aventadores, 51:15-23).

 


LA SUPLICA DESPUES DE RAMADAN

C Domínguez

 

Allah, glorificado y elevado sea El, nos dice en el Qur’an:

“Acordaos de Mí y Yo me acordaré de vosotros.Y sed agradecidos conmigo y no me neguéis.  Oh, vosotros que creéis, buscad ayuda en la paciencia y la oración.  Ciertamente, Dios está con los que son pacientes en la adversidad” (sura al-Baqara, La Vaca, 2:152-153).

Durante el bendito mes de Ramadán, hemos elevado una multiplicidad de súplicas al Todopoderoso, implorando Su guía, Su misericordia, Su perdón, Su protección, Su sustento, Su luz y Su amor.  Hemos pedido Su ayuda para crecer en fe y en buenas obras.  Decimos, “Señor, bendícenos y protégenos de todo mal, danos salud, perdona nuestras faltas y guíanos por el camino recto”.  Ahora es tiempo, además, de pedir que Dios, en Su infinita sabiduría y bondad, nos facilite el camino del conocimiento, que nuestro estudio del islam, de la Palabra de Allah, sea constante y en continúo crecimiento.

En los tiempos antiguos, era común viajar grandes distancias en busca de conocimiento, en busca del maestro que nos iluminara el corazón y los sentidos con la sabiduría del mensaje de Dios.  Ahora es común la búsqueda de información instantánea, de videos y grabaciones, de consejos rápidos o clases ocasionales.  Es pertinente, pues, detenernos un tiempo y pedir a Dios que nos acerque al conocimiento de un verdadero maestro, de un programa de estudio serio y comprometido.  Al caminar por el sendero del conocimiento, la presencia de un verdadero maestro y de un programa serio de estudios es vital.  El estudiante aprenderá entonces del conocimiento y del carácter de su maestro.  “Oh, Allah, guíanos por el camino del conocimiento y facilítanos el aprendizaje de nuestros estudios, de Tu Palabra. Acércanos a la luz del conocimiento verdadero”.

El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, solía implorar:

“Oh, Allah, da luz a mi corazón, luz a mis ojos, luz a mis oídos, luz a mi derecha, luz a mi izquierda, luz detrás de mí y luz frente a mí.  Dame luz, Señor.  Pon luz en mis músculos, en mi cuerpo, luz en mi sangre, luz en mis cabellos, luz en mi piel, luz en mi lengua y luz en mi alma.  Lléname de luz, Señor”.

“Oh, Señor, yo soy tu siervo, mi padre es tu siervo y mi madre es tu siervo. Mi cabeza está en tus manos, Señor, y tengo por cierto que tu juicio vendrá para mí y, cualesquiera que éste sea, será el justo para mí. Oh, Señor, en todos tus nombres te pido, con cada atributo con el que te nombras, con cada nombre tuyo que aparece en tu Libro, con todos los nombres que has enseñado a tu siervo y aquellos que están más allá de nuestra comprensión, te pido, Señor, que hagas del Gran Qur’an la primavera de mi corazón, luz para mi pecho, has que borre mis preocupaciones y has que borre mi tristeza”

“Y vuestro Señor ha dicho, llamadme y os responderé” (sura al-Ghaafir, el Perdonador, 40:60).


NOCHES FINALES DE RAMADAN: La Noche del Decreto

C Domínguez

Bismilláhi al-rahmaani al-rahiim.  En el nombre del Dios, El Todo Misericordioso, el  Compasivo.  Por la gracia de Allah, glorificado y elevado sea El, nos encontramos en los últimos diez días del bendito mes de Ramadán, mes del ayuno, mes por excelencia para alabar al Creador de todo cuanto existe, tiempo del recuerdo y remembranza de Allah y, también, el tiempo elegido por el Altísimo para comenzar la revelación de Su último mensaje a la humanidad, el Qur’an, la Recitación, el Recuerdo, el Libro, la Palabra. En estos últimos días, nos vemos motivados a estrechar más fuertemente nuestra conexión interna y externa con el Qur’an, a través de la lectura, la reflexión y la recitación del Libro de Allah, tal como fue revelado al siervo elegido de Dios, Muhammad, Mensajero, Profeta del Islam, que Dios le bendiga y le salve.

El Gran Mensaje comenzó así: “Recita, en el nombre de tu Señor, que ha creado, ha creado al ser humano de un coágulo.  Recita, que tu Señor es el Más Generoso, es Quien enseña con el cálamo” (sura al-‘Alaq, el Coágulo, 96:1-5).   Así, Dios llama a su siervo Muhammad a hacer viva Su Palabra a través de la recitación, la memoria y la escritura (es decir, la preservación y la difusión). Y así lo designa Mensajero y Profeta, el último de los profetas enviados a la humanidad.  Este hecho, que tuvo lugar hacia el final del mes de Ramadán, se conmemora como la Noche del Decreto o del Poder: Lailatu al-Qadr.

El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, dijo: “A quien pase lailatu al-qadr en oración, lleno de fe, esperando la recompensa de Allah, sus pecados le serán perdonados”.

No ha sido posible determinar con exactitud en qué noche de Ramadán descendió la primera revelación del Qur’an. Sin embargo, lo más probable es que haya ocurrido en una noche impar del último tercio de Ramadán (es decir, la noche del día 21, 23, 25, 27 o 29 de Ramadán) y, más probable aún, hacia el final.  Por esta razón, gran número de musulmanes se congregan en mezquitas del mundo entero en la penúltima noche impar de Ramadán, es decir, la noche del 27, para conmemorar La Noche del Decreto (este año del 2022, será la noche del miércoles 27 de abril, insha’allah).

La meta del creyente en estas noches benditas es la oración y la alabanza continua a Allah, es buscar la excelencia de carácter en todas sus acciones y palabras, es elevar la fe e incrementar su generosidad y sus buenas obras.  En resumen, es tener clara consciencia de que todo lo que hagamos sea del beneplácito de Dios, glorificado y elevado sea El.

No hay un ritual específico a realizar durante la Noche del Poder ¿Deseamos que Dios nos favorezca especialmente con Sus bendiciones y Su perdón durante esta noche?  Hagamos lo que sabemos hacer, asistamos a una mezquita, o reunámonos con otros para orar, hacer dhikr, o hagámoslo en solitario.  El resultado dependerá de nuestro nivel de devoción y sinceridad, no necesariamente de qué ritual específico practiquemos ni por cuánto tiempo.  No invirtamos demasiado tiempo ni energía a última hora en averiguar qué rituales podemos hacer; recordemos que no existen fórmulas ‘mágicas’ para elevar la fe y el espíritu. Si no es posible asistir a una mezquita o unirse a un grupo conocido para rezar o hacer dhikr en congregración, recojámonos en silencio en nuestro propio espacio y demos voz a nuestras súplicas, a nuestro anhelo de Dios, realicemos varios ciclos de oración y pidamos el perdón de Allah por nuestras faltas.

Todos los días en nuestras oraciones proclamamos: Sólo a ti alabamos, sólo a Ti imploramos” (sura al-Fatihah, la Apertura, 1: 4).  A lo largo de nuestro camino en el islam, aprendemos un buen número de súplicas al Todopoderoso.  El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, dijo: “A quien de ustedes se le ha abierto la puerta de la imploración [du’a], también se le abre la puerta de la misericordia”.  El Profeta nos ha enseñado cómo implorar a Allah de la mejor forma.  Ya sea que aprendamos estas súplicas de nuestro Profeta, legado excelso de la tradición islámica, en su idioma original, el árabe, o en nuestro propio idioma, elevemos nuestra voz y unamos nuestra emoción con el resto de los creyentes, fieles siervos de Allah, glorificado y elevado sea El.

Hagamos a un lado, entonces, nuestros asuntos mundanos durante estas últimas noches de Ramadán: ¿qué necesitamos más que estar cerca de Dios y seguir el ejemplo de nuestro Profeta Muhammad?  Guardemos silencio, callando la voz del deseo y la necedad, cultivemos la excelencia de carácter, cuidando nuestras acciones y palabras, siendo generosos, dando caridad.  Hagamos oración, pasemos parte de la noche en la lectura o recitación del Qur’an. Hagamos mucha súplica y dhikr.  Recordemos a Dios, Sus nombres y atributos, pidamos por nosotros y nuestras familias, compañeros y compañeras, por la humanidad entera.  Que Dios nos proteja de toda enfermedad, de toda violencia, de todo peligro y todo mal.  Pidamos por los enfermos y sus familias, por los fallecidos y sus deudos, por aquellos más necesitados del favor de Allah y aquellos que lo dan todo por la causa de Allah.

Y damos gracias a Allah, glorificado y elevado sea El, por la gran bendición de vivir la experiencia extraordinaria de Ramadán, el mes de ayuno para el musulmán, el consciente, el devoto siervo de su Señor.


LECCIONES PARA RAMADAN

C Domínguez

 

“Quien somete su rostro a Dios y es bienhechor, se habrá aferrado al soporte más firme.  De Dios es la resolución de todos los asuntos” (sura Luqman, 31:22). 

Por la infinita gracia de Allah, glorificado y elevado sea El, estamos llegando ya a la  mitad del mes de Ramadán, alhamdulillah.   Las bendiciones del mes del ayuno son múltiples.  Ninguna buena obra, por más pequeña que sea, es olvidada.  Todo esfuerzo realizado, toda intención sincera, toda súplica ferviente, encuentra respuesta; todo aparente problema, encuentra solución, toda ansiedad, desaparece.  Nunca olvidemos que “De Dios es la resolución de todos los asuntos”.  En cada oración durante este mes, pedimos a Dios Todopoderoso que nos eleve en fe y en buenas obras, pedimos que nuestro paso por esta vida sea amable y ligero, imploramos el perdón por nuestras faltas y suplicamos Su favor, Su guía, Su misericordia, Su amor.  Seamos, entonces, verdaderos bienhechores en el camino de Allah el Altísimo.

Los siguientes versos de la Sura del Ganado, al-An’aam, nos llevan a reflexionar sobre el motivo de nuestras vidas y adquieren un significado especial en este tiempo de excelsa devoción que es Ramadán.

“El es quien os toma en la noche y sabe lo que habéis adquirido durante el día.  Luego, en él, os devuelve a la vida para que se cumpla un plazo fijado.  Y al El volveréis para que os haga saber lo que hacíais” (Sura al-An’aam, el Ganado, 6:60)

La actividad natural de la vida humana, es decir, la procuración del sustento diario, se da, normalmente, durante el día.  Así ha dicho Allah en el Qur’an: “Hemos hecho del día un medio de vida” (78:11).  Durante la noche, nos beneficiamos de lo que hemos adquirido durante el día.  En Ramadán, ayunamos durante el día, nos recogemos en la lectura o recitación del Qur’an y, además, trabajamos para adquirir nuestro sustento.

Sabemos que la misericordia del Todo Misericordioso es particularmente abundante y accesible a todos en Ramadán.  Preparémonos de la mejor forma para recibir la misericordia divina.  Incrementemos ahora nuestros esfuerzos durante el día, cumpliendo de la mejor forma con nuestras obligaciones en el trabajo, en el hogar, en el estudio.  Hagamos el esfuerzo por hacer todas nuestras oraciones obligatorias a tiempo.  Dediquemos un buen tiempo a la lectura o recitación del Libro de Allah, el Noble Qur’an. Seamos más generosos, más pacientes y comprensivos con los demás.  Pensemos en los demás antes de pensar en nosotros mismos.

Al terminar el día, rompemos nuestro ayuno.  Nuestro agradecimiento a Dios se eleva y las bendiciones se multiplican.  Todo asunto queda en su sitio.  Entonces recordamos esas palabras que le fueron ordenadas decir al Profeta del Islam, el Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve:

“Di, en verdad mi oración, mi ofrenda, mi vida y mi muerte son para Dios, el Señor de los Mundos” (6:162).

Damos gracias a Allah, glorificado y elevado sea El, por la gran bendición de vivir la experiencia extraordinaria de Ramadán, el mes del ayuno para el musulmán, el sometido, el bienhechor.


EL COMIENZO DE RAMADAN

EL BIEN DE RAMADAN

C Domínguez

“Quien somete su rostro a Dios y es bienhechor, se habrá aferrado al soporte más firme.  De Dios es la resolución de todos los asuntos” (sura Luqman, 31:22).

Por la infinita gracia de Allah, glorificado y elevado sea El, estamos ya iniciando la segunda semana de este bendito mes de Ramadán 2022.  Las bendiciones del mes del ayuno son múltiples.  Ninguna buena obra, por más pequeña que sea, es olvidada.  Todo esfuerzo realizado, toda intención sincera, toda súplica ferviente, encuentra respuesta; todo aparente problema, encuentra solución, toda ansiedad, desaparece.  Nunca olvidemos que “De Dios es la resolución de todos los asuntos”.  En cada oración durante este mes, pedimos a Dios Todopoderoso que nos eleve en fe y en buenas obras, pedimos que nuestro paso por esta vida sea amable y ligero, imploramos el perdón por nuestras faltas y suplicamos Su favor, Su guía, Su misericordia, Su amor.  Seamos, entonces, verdaderos bienhechores en el camino de Allah el Altísimo.

El siguiente pasaje de la Sura del Ganado, al-An’aam, nos lleva a reflexionar sobre el motivo de nuestras vidas y adquiere un significado especial en este tiempo de excelsa devoción que es Ramadán.

“El es quien os toma en la noche y sabe lo que habéis adquirido durante el día.  Luego, en el día, os devuelve a la vida para que se cumpla un plazo fijado.  Y al El volveréis para que os haga saber lo que hacíais” (Sura al-An’aam, el Ganado, 6:60)

La actividad natural de la vida humana, es decir, la procuración del sustento diario, se da, normalmente, durante el día.  Así ha dicho Allah en el Qur’an: “Hemos hecho del día un medio de vida” (78:11).  

Durante la noche, nos beneficiamos de lo que hemos adquirido durante el día.  En Ramadán, ayunamos durante el día, nos recogemos en la lectura o recitación del Qur’an y, además, trabajamos para adquirir nuestro sustento.

Sabemos que la misericordia del Todo Misericordioso es particularmente abundante y accesible a todos en Ramadán.  Preparémonos, entonces, de la mejor forma para recibir la misericordia divina.  Incrementemos ahora nuestros esfuerzos durante el día, cumpliendo de la mejor forma con nuestras obligaciones en el trabajo, en el hogar, en el estudio.  Hagamos el esfuerzo por realizar nuestras cinco oraciones obligatorias a tiempo.  Dediquemos un buen tiempo a la lectura o recitación del Libro de Allah, el Noble Qur’an. Seamos más generosos, más pacientes y comprensivos con los demás.  Pensemos en los demás antes de pensar en nosotros mismos.

Al terminar el día, rompemos nuestro ayuno.  Nuestro agradecimiento a Dios se eleva y las bendiciones se multiplican.  Todo asunto queda en su sitio.  Entonces recordamos esas palabras que le fueron ordenadas decir al Profeta del Islam, el Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve:

“Di, en verdad mi oración, mi ofrenda, mi vida y mi muerte son para Dios, el Señor de los Mundos” (6:162).

El Profeta Muhammad, paz y bendiciones sobre él, solía implorar a Dios: “Oh Allah, haz Tu amor lo más amado para mí y haz el temor a Ti lo más temido para mí.  Y aleja de mí las necesidades de este mundo con el anhelo de tu encuentro.  Y Tú, que alegras los ojos de la gente de la tierra con sus posesiones terrenales, alegra mis ojos con Tu adoración”.

Les deseamos un bendecido Ramadán, en el recuerdo constante de Dios, bajo Su protección, Su guía, Su luz, Su amor, Su misericordia, Su perdón, Su bendita protección.


C Domínguez

“¡Recita, en el nombre de tu Señor que ha creado, ha creado al humano de un coágulo!  ¡Recita,que tu Señor es el Más Generoso!  Enseñó por medio del cálamo, enseñó al humano lo que no sabía” (sura al-‘Alaq, el Cóagulo, 96:1-5).      

En el mes de Ramadán (noveno mes del calendario islámico) descendió por primera vez el Qur’an al Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve.  Y Ramadán es, para nosotros, el tiempo ideal para acercarse más a la Palabra de Dios.  Uno de los grandes valores del Qur’an se encuentra en la riqueza de su contenido: unas cuantas palabras encierran un mundo de significados y enseñanzas.  El Qur’an se descubre majestuoso a quien sinceramente desea aprender.  El Noble Qur’an, palabra de Allah, glorificado y elevado sea El, se revela ante todos: algunos comprenderán una parte, otros comprenderán ampliamente.   ¡Qué tan grande es la misericordia de Allah, el Altísimo, que en el Qur’an hay mensajes para todos, para todo acto de nuestras vidas, toda duda, toda necesidad!  El Qur’an nos dice:

“Él es quien hizo descender paz interior en los corazones de los creyentes, para que se vieran reforzados en su fe, pues de Dios son todas las cosas del cielo y de la tierra.  Y Dios es Omnisciente, Sabio”.  (Sura al-Fath, la Victoria 48:4)

Los ritos de adoración que realizamos los musulmanes (como la oración diaria y el ayuno en Ramadán) afirman nuestra fe, suavizan nuestro corazón y fortalecen nuestro carácter.  Es decir, la disciplina necesaria para la oración y el ayuno nos hace fuertes para enfrentar los retos de esta vida terrenal, cultivando así la consciencia o temor de Dios, nuestra taqwa.  Por eso, Allah, glorificado y elevado sea El, dice en el Qur’an:

“Oh vosotros que creéis.  Se os ha prescrito el ayuno como se les prescribió a los que os precedieron, para que os mantengáis conscientes de Dios  Un número determinado de días.  Pero quien de vosotros esté enfermo o de viaje, otro número de días.  Y aquellos que se lo puedan permitir, que alimenten a un pobre como rescate.   Y quien hace un bien mayor del que debe, a sí mismo se lo hace, porque ayunar es bueno para vosotros, si supieráis.  Es el mes de Ramadán en que se hizo descender el Qur’an como guía para la humanidad y una prueba evidente de esa guía y el criterio.  Así pues, quien presencie la llegada de este mes, que ayune en él.  Y quien esté enfermo o de viaje, otro número de días.  Dios quiere para vosotros la facilidad y no la dificultad, pero sí que completéis el número y que ensalcéis a Dios por haberos guiado y que deis gracias” (Sura al-Baqara, la Vaca, 2:183-185).

En este pasaje del Noble Qur’an se destaca lo siguiente: El ayuno de Ramadán es mandato divino, es una orden para cumplirse con orden, de acuerdo a un ritual de adoración establecido.  El ayuno es bueno para el ser humano. El ayuno va acompañado de la caridad, así cumplimos esa exhortación divina de “hacer un bien mayor del que se debe” (2:184). En Su infinita misericordia y sabiduría, Dios da licencia de postergar ciertos días del ayuno en Ramadán para “otro número de días” (2:185) después de Ramadán; es decir, parte del mandato divino puede cumplirse en otro tiempo y de otra forma, de acuerdo a circunstancias especiales y específicas.

El musulmán deseoso de cumplir con lo que su Señor espera de él, sabe lo que debe hacer y dónde encontrar ayuda. Y cuando ese carácter consciente vacila, el Noble Qur’an nos da el alivio:

“Di, oh siervos que habéis transgredido contra vosotros mismos. No desesperéis en la misericordia de Dios.  Ciertamente, Dios perdona todos los pecados.  Él es el Indulgente, el Compasivo (Sura al-Zumar, las Multitudes 39:53).

Así, damos gracias a Allah, glorificado y elevado sea El, por la gran bendición de estar llegando al mes de Ramadán. Esperamos que Ramadán comience esta noche del primero de abril, insha’allah. El primer día de ayuno sería, entonces, mañana sábado 2 de abril, insha’allah.

Les deseamos un bendecido Ramadán, en el recuerdo constante de Dios, bajo Su protección, Su guía, Su luz, Su amor, Su misericordia, Su perdón, Su bendita protección.


FIN DE SHA’BAN Y COMIENZO DE RAMADAN

C Domínguez

 

Por la infinita gracia de Allah, glorificado y elevado sea El, nos encontramos ya en la última parte del mes de Sha’ban y a sólo una semana del inicio de Ramadán, insha’allah.  Recordamos las palabras del Mensajero de Allah, el Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve: “Sha’ban es mi mes y Ramadán es el mes de la ummah”.

Sha’ban es un tiempo ideal para adentrarse en las enseñanzas del Profeta del Islam y aprender al máximo de su ejemplo.  El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, vivía este tiempo antes de Ramadán con la intensidad y el anhelo de encontrarse permanentemente en estado de adoración a Dios, a través del ayuno voluntario, de la oración nocturna, de las buenas obras, del servicio y la entrega incondicional.

Se sabe que el Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, solía ayunar muchos días en este mes.  El Mensajero de Allah dijo: “En este mes, las acciones de la gente son presentadas ante Allah, así que yo prefiero que mis obras sean presentadas antes Allah mientras estoy en ayuno, en un estado constante de adoración a Allah”.

Sha’ban es también el tiempo ideal para el recuerdo de Dios, el dhikr, el estado natural de existencia que nos permite conectar las emociones, que nos fortalece para apreciar el amor y los dones divinos, que nos purifica para beneficiarnos de la fmás bella forma con la misericordia de al-Rahmaan, el Todo Misericordioso.

El Noble Qur’an, Palabra de Allah, nos dice:

“El es quien hizo descender paz interior en los corazones de los creyentes, para que se vieran reforzados en su fe, pues de Dios son todas las cosas del cielo y de la tierra.  Y Dios es omnisciente, realmente sabio”.  (Sura al-Fath, la Victoria 48:4)

El ser humano consciente de Dios y disciplinado en su carácter, pendiente de lo que debe hacer y temeroso de transgredir los favores que Dios le ha concedido, a ese ser humano se dirige el Qur’an, Palabra de Allah:

“Verdaderamente en la creación de los cielos y la tierra y en la sucesión de la noche y el día, hay mensajes para los que entienden, los que recuerdan a Dios de pie, sentados y cuando se acuestan y meditan sobre la creación de los cielos y la tierra” (Sura al-‘Imraan 3:190).

Y, en el mismo verso del Qur’an, la voz del creyente responde: “Oh Señor nuestro, no creaste nada de esto sin un significado y un propósito.  Infinita es Tu gloria.  Presérvanos del castigo del fuego”.

Existen múltiples recomendaciones de diversas fuentes sobre actos de adoración voluntarios (oraciones, ayuno, invocaciones especiales, dhikr) para este mes de Sha’ban.  Tengamos presente que esos actos son precisamente eso, voluntarios, y que los actos prescritos de adoración están claramente establecidos y definidos como parte de los cinco pilares de nuestra fe.  Toda oración voluntaria (más allá de las cinco oraciones obligatorias diarias), todo ayuno voluntario (más allá del ayuno obligatorio en el próximo mes de Ramadán), tienen un gran valor especial e íntimo, mas no deben considerarse como obligatorios ni su realización puede ser impuesta u ordenada.

Que este tiempo anterior a Ramadán sea bendecido para nosotros, que nuestro esfuerzo y nuestras buenas obras sean aceptados por Allah Todo Misericordioso.  La exhortación es a hacer de esta última semana de Sha’ban un tiempo continuo de adoración al Ser Supremo, Creador de todo cuanto existe, el Dios Unico, el Todo Misericordioso, la Paz, el Protector, el Garante, el Sustentador, el Altísimo.  ¡Subhaana Allah, alhamdu li Allah, la ilaaha íl-la Allah!

¡Oh, Allah, fortalece nuestra fe y haznos llegar con bien a Ramadán!


“ESPIRITU, CIENCIA Y RELIGION”

El islam llama al equilibrio entre la vida espiritual y la física, sin dejar de reconocer lo difícil que es mantener este equilibrio.  El islam habla de la importancia del sustento material, de la necesidad física del sueño, del descanso y la convivencia.  El islam afirma que la acción es necesaria para lograr el éxito en toda búsqueda espiritual y material.  El Qur’an declara: “… cuando hayas tomado una decisión, pon tu confianza en Dios” (3:159).  En una ocasión, un hombre preguntó al Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, si podía dejar a su animal libre para pastar y después pedirle a Dios que el animal regresara.  El Profeta contestó que primero debía atar a su animal y después rezar para que Dios lo mantuviera seguro.  Esta enseñanza reconoce las realidades de la vida mundana en relación con lo espiritual.  También muestra que uno no debe rezar simplemente para que sucedan las cosas; uno debe actuar, es decir, hacer algo al respecto.  Una dosis exagerada de espiritualidad y religiosidad puede hacer que uno ignore las realidades cotidianas, lo cual eventualmente afectaría la vida espiritual y religiosa.  El Profeta Muhammad pedía frecuentemente a sus seguidores no rezar o ayunar demasiado al punto de ignorar sus obligaciones diarias.

La moderación es esencial en el islam.  El Qur’an expresa: “Por eso hemos dispuesto que seáis una comunidad intermedia” (2:143).  La interpretación de este pasaje indica que la moderación debe aplicarse en todo aspecto de la vida: la religión, el alimento y el trabajo.  La corriente principal del islam opina que una religiosidad exagerada puede llevar al extremismo; así como la pereza provoca el estancamiento.  El individuo y la sociedad musulmana que mantienen este balance tendrán éxito porque están conscientes de la naturaleza y potencial del hombre; aunque el islam reconoce que siempre habrá personas que transgredan los límites de la moderación y se equivoquen.

La búsqueda de conocimiento en el islam es obligación de todo musulmán (20:114, 96:1-5).  La evidencia y la voluntad de Dios se manifiestan a través de signos.  Estos signos se encuentran en la ciencia, la naturaleza y todo el universo.  Los seres humanos deben estudiar y reflexionar sobre estos signos para entender la naturaleza y la voluntad de Dios.  Se dice que el Profeta Muhammad en una ocasión afirmó: “Los eruditos son los herederos de los profetas”. El estudio y la investigación de cualquier tema deben llevar a un conocimiento más profundo de Dios y de Su voluntad.

La búsqueda de conocimiento llevó a los primeros musulmanes a uno de los periodos de mayor creatividad y crecimiento en la historia del mundo – la “Edad del Oro del Islam”.  Por casi seiscientos años, a partir del siglo VIII, el imperio musulmán estableció instituciones públicas como hospitales, bibliotecas y universidades.  Mientras Europa vivía en la Edad Media, ciudades como Damasco, Córdoba y Bagdad fueron grandes centros de la civilización.  Los musulmanes crearon una forma anticipada del método científico, que produjo grandes adelantos en los campos de la astronomía, la medicina y las matemáticas.  Los mismos eruditos fueron quienes inventaron el álgebra y desarrollaron la trigonometría y la geometría.

La civilización islámica de ese tiempo era el centro del saber, el arte y la literatura; pero fue su aceptación de otras religiones y su defensa de la libertad de expresión y pensamiento lo que verdaderamente contribuyó al desarrollo de la época.  Eruditos judíos y cristianos acudieron al imperio islámico y contribuyeron a los grandes avances de ese periodo.  La ciudad musulmana de Córdoba, en España, fue especialmente refugio para eruditos y artistas de todas las religiones, y fue considerada por sus contemporáneos como la ciudad más bella del mundo.

El llamado al conocimiento y a la sana convivencia fue resultado directo de las enseñanzas del Qur’an y de Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve.

Estos son pasajes editados hoy del libro “Islam: Simple y Directo” de Tariq Jalil. 


“APUNTES SOBRE LA VERDAD”

  1. Domínguez

Uno de los nombres de Dios es La Verdad, al-Haqq. Dios, como Creador Absoluto de todo cuanto existe, es poseedor de la Verdad Absoluta.  El ser humano conoce a Dios a través de Su Palabra y la manifestación de Sus atributos.  El es el Más Misericordioso, al-Rahmán, el Omnisciente, al-‘Alím, el Perdonador, al-Ghafúr,  el Amoroso, al-Wadúd, el Sublime, al-Latíf, el Generoso, al-Karím.  Dios es el comienzo y el fin de todo.

Allah, glorificado y elevado sea El, dice en el Noble Qur’an: “Les mostraremos nuestros signos dentro y fuera de sí mismos hasta que vean claramente que es la Verdad” (sura Fussilat, Explicada, 41:53).  Este verso afirma que la verdad de Dios (es decir, Sus signos) se escuentra presente en toda la naturaleza y también dentro de nosotros mismos.  Al-Ghazali, uno de los más importantes filósofos del islam dijo: “La llave para conocer a Dios se encuentra en uno mismo.”

El ser humano es la creación máxima de Allah.  El mundo que nos rodea, en toda su majestuosa belleza, fue creado para nuestro beneficio.  Cuando uno es capaz de reconocer la belleza existente en los signos de la naturaleza y apreciar el bien que nos traen, entonces uno valora en su corazón la grandeza y misericordia de Dios.  Entonces uno se reconoce a sí mismo como siervo de Dios.  ¿De qué otra manera podemos relacionarnos con el Todopoderoso, con el Creador de todo cuanto existe?  Todo ser humano nace con la capacidad innata de sentir a Dios, de ir hacia El.  Es nuestra fitra: venimos de Dios y a El habremos de regresar.  Esta es la verdad esencial de nuestra existencia.

Sabemos que el bien llama al bien, lo positivo atrae a lo positivo, el mal provoca el mal.  Así funciona también el mal: un engaño o una mentira fácilmente se multiplica en más engaños y mentiras. El engaño comienza dentro de nuestros propios corazones.  El engañado consigo mismo es presa fácil del engaño o las mentiras de los demás.  La Verdad Suprema, Allah, nos da la verdad de nuestra fe para poder vernos a nosotros mismos antes de ver a los demás.  La primera relación del ser humano es con su Creador, después consigo mismo y después con los demás.  Cuando uno no puede, o no quiere, conocer la verdad de Dios, no podrá ver su propia verdad y difícilmente podrá comprender la verdad de los demás.

¿Es posible para el ser humano conocer la Verdad Absoluta de Dios?  No, el conocimiento humano es limitado; jamás el conocimiento humano podrá abarcar a Dios en toda Su grandeza.  Cada vez que exclamamos “¡Allahu Akbar!”, estamos afirmando que Dios es Más Grande que todo lo que jamás podremos imaginar.  Sin embargo, cultivar un corazón limpio (a través de la oración, el recuerdo de Dios y las buenas obras) y abrirlo a la Presencia de Dios, es el camino que nos lleva al conocimiento de nosotros mismos y de la majestuosidad de nuestro Creador.

El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, nos enseñó: “La mejor convicción es la de aquel que sabe que Allah está con él dondequiera que se encuentre”.  ¿Cómo podríamos sumirnos en el engaño o decir una mentira estando en presencia de Dios?  Sólo lo que es verdad permanece.  Sólo con la verdad se construye.

“Y para aquel que pone su confianza en Dios, El le basta.  Dios hará que el designio se cumpla, y ha establecido para cada cosa un término y una medida” (sura al-Talaaq, el Divorcio, 65:3).


“APUNTES SOBRE LA VERDAD”

  1. Domínguez

Uno de los nombres de Dios es La Verdad, al-Haqq. Dios, como Creador Absoluto de todo cuanto existe, es poseedor de la Verdad Absoluta.  El ser humano conoce a Dios a través de Su Palabra y la manifestación de Sus atributos.  El es el Más Misericordioso, al-Rahmán, el Omnisciente, al-‘Alím, el Perdonador, al-Ghafúr,  el Amoroso, al-Wadúd, el Sublime, al-Latíf, el Generoso, al-Karím.  Dios es el comienzo y el fin de todo.

Allah, glorificado y elevado sea El, dice en el Noble Qur’an: “Les mostraremos nuestros signos dentro y fuera de sí mismos hasta que vean claramente que es la Verdad” (sura Fussilat, Explicada, 41:53).  Este verso afirma que la verdad de Dios (es decir, Sus signos) se escuentra presente en toda la naturaleza y también dentro de nosotros mismos.  Al-Ghazali, uno de los más importantes filósofos del islam dijo: “La llave para conocer a Dios se encuentra en uno mismo.”

El ser humano es la creación máxima de Allah.  El mundo que nos rodea, en toda su majestuosa belleza, fue creado para nuestro beneficio.  Cuando uno es capaz de reconocer la belleza existente en los signos de la naturaleza y apreciar el bien que nos traen, entonces uno valora en su corazón la grandeza y misericordia de Dios.  Entonces uno se reconoce a sí mismo como siervo de Dios.  ¿De qué otra manera podemos relacionarnos con el Todopoderoso, con el Creador de todo cuanto existe?  Todo ser humano nace con la capacidad innata de sentir a Dios, de ir hacia El.  Es nuestra fitra: venimos de Dios y a El habremos de regresar.  Esta es la verdad esencial de nuestra existencia.

Sabemos que el bien llama al bien, lo positivo atrae a lo positivo, el mal provoca el mal.  Así funciona también el mal: un engaño o una mentira fácilmente se multiplica en más engaños y mentiras. El engaño comienza dentro de nuestros propios corazones.  El engañado consigo mismo es presa fácil del engaño o las mentiras de los demás.  La Verdad Suprema, Allah, nos da la verdad de nuestra fe para poder vernos a nosotros mismos antes de ver a los demás.  La primera relación del ser humano es con su Creador, después consigo mismo y después con los demás.  Cuando uno no puede, o no quiere, conocer la verdad de Dios, no podrá ver su propia verdad y difícilmente podrá comprender la verdad de los demás.

¿Es posible para el ser humano conocer la Verdad Absoluta de Dios?  No, el conocimiento humano es limitado; jamás el conocimiento humano podrá abarcar a Dios en toda Su grandeza.  Cada vez que exclamamos “¡Allahu Akbar!”, estamos afirmando que Dios es Más Grande que todo lo que jamás podremos imaginar.  Sin embargo, cultivar un corazón limpio (a través de la oración, el recuerdo de Dios y las buenas obras) y abrirlo a la Presencia de Dios, es el camino que nos lleva al conocimiento de nosotros mismos y de la majestuosidad de nuestro Creador.

El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, nos enseñó: “La mejor convicción es la de aquel que sabe que Allah está con él dondequiera que se encuentre”.  ¿Cómo podríamos sumirnos en el engaño o decir una mentira estando en presencia de Dios?  Sólo lo que es verdad permanece.  Sólo con la verdad se construye.

“Y recuerda a tu Señor en ti mismo, humilde, con temor de Él y sin subir la voz, al comenzar y al terminar el día”.  (Sura al-Araf, no. 7:205)


“El Mes de Rajab y el Viaje Nocturno del Profeta”

“¡Gloria a Quien hizo viajar una noche a Su siervo desde la mezquita inviolable hasta la mezquita más lejana, aquella cuyos alrededores hemos bendecido, para mostrarle parte de nuestros signos!  Verdaderamente, Él es Oyente, el Vidente” (sura al-Isrá’, el Viaje, 17:1).

Por la gracia de Dios Todopoderoso, estamos ya en los últimos diez días del bendito mes de Rajab, ‘el mes de Allah’, como lo definió el Profeta del Islam, el Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve.  En la noche del día 27 del mes de Rayab alrededor del año 621 Allah, glorificado y elevado sea El, envió al Angel Gabriel para acompañar al Profeta Muhammad en un viaje milagroso de gran significancia para la fe del islam.  La noche del 27 de Rajab será este año la noche del próximo lunes 28 de febrero, insha’allah.

“¡Por el astro cuando desciende! Vuestro compañero no se ha extraviado ni se engaña, ni habla por gusto. ¡Es una revelación inspirada, que le enseñó un fuerte de poder, de vigor!  Y así tomó forma, estando en el alto horizonte. Entonces, se acercó y bajó, quedando a dos arcos o más cerca. Así inspiró a Su siervo lo que inspiró. Y el corazón no mintió en lo que vio … La mirada no se desvió ni se excedió. Y vio algunos de los mayores signos de su Señor” (sura al-Najm, el Astro, 53:1-18).

A continuación, presentamos algunos pasajes de la explicación que da el comentarista del Qur’an Muhammad Asad, al respecto:

“El “Viaje Nocturno” (ísrá´) del Profeta de La Meca a Jerusalén y su posterior “Ascensión” (miráj) a los cielos son, en realidad, dos fases de una misma experiencia mística acaecida casi exactamente un año antes de la emigración del Profeta a Yathrib, después conocida como Madinah, la ciudad del Profeta. Según varios hadices bien documentados, el Enviado de Dios fue transportado durante la noche, en compañía del Ángel Gabriel, hasta el emplazamiento del Templo de Salomón en Jerusalén, en donde dirigió en oración a una congregación formada por muchos de los profetas anteriores; con algunos de ellos habría de encontrarse de nuevo en los cielos.

La mayoría de los compañeros del Profeta creían que tanto el Viaje Nocturno con la Ascensión fueron una experiencia física; en otras palabras, que el Profeta fue transportado físicamente a Jerusalén y luego a los cielos, mientras que una minoría estaba convencida de que la experiencia fue puramente espiritual.  Entre estos últimos, encontramos, en particular, el nombre de A‘isha, la viuda del Profeta y su compañera más íntima en sus últimos años, quien declaró rotundamente que “fue transportado sólo en su espíritu (bi-ruhihi), mientras que su cuerpo no se movió de donde estaba”. El gran al-Hasan al-Basri, perteneciente a la generación siguiente, sostenía inflexiblemente la misma opinión. Durante la Ascensión.

Las cinco oraciones diarias del islam fueron instituidas explícitamente por orden de Dios durante la experiencia de la Ascensión del Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve.

El Viaje Nocturno de La Meca a Jerusalén, que precedió a la Ascensión, mostró que el islam no era una doctrina nueva sino la continuación del mismo mensaje divino predicado por los antiguos profetas que tuvieron en Jerusalén su capital espiritual. Los conocidos hadices que hablan sobre la oración que dirigió el Profeta, en la cual los demás profetas se alinearon detrás de él, expresan, en forma figurativa, la doctrina de que el islam representa el cumplimiento y perfección del desarrollo religioso de la humanidad, y de que Muhammad representa el cumplimiento y perfección del desarrollo religioso de la humanidad, y de que Muhammad fue el último y el más grande de los mensajeros de Dios”.

“Las salutaciones son para Dios, las oraciones y las buenas obras. La paz esté contigo, oh, Profeta, la misericordia de Dios y sus bendiciones.  La paz esté con nosotros y con los siervos de Dios, los fieles devotos.  Declaro que no existe divinidad excepto Dios y declaro que Muhammad es el mensajero de Dios”.

¡Oh, Allah, fortalece nuestra fe en estos benditos meses de Rajab y Sha’ban y haznos llegar con bien a Ramadán!


EL SILENCIO DE RAJAB

Por la gracia infinita de Allah, glorificado y elevado sea El, nos encontramos ya en la tercera semana del mes de Rajab (“el mes de Allah”, como lo definió el Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve), uno de los cuatro meses sagrados en el calendario islámico, mes de paz y dhikr, del recuerdo constante de Allah.  El tiempo, signo de vida, pasa rápido.  Ramadán comenzará en seis semanas, aproximadamente, insha’allah.  Nuestra preparación para el mes del ayuno, está en marcha, alhamdulillah.  Y pedimos la misericordia infinita de Dios para que nos guíe y nos fortalezca.  “Oh, Allah, bendícenos en Rajab y Sha’ban y haznos llegar con bien a Ramadán”.

En un hadiz, o narración del Profeta, se cuenta que preguntó a uno de sus compañeros: “¿Te cuento de las dos cualidades fáciles de cumplir y de gran peso en la balanza?”  El compañero dijo: “Por supuesto, Mensajero de Allah”.  El Profeta respondió: “Conservar el buen carácter y pasar largo tiempo en silencio. Por Aquel en cuya mano está el alma de Muhammad, nadie encontrará dos acciones más amadas por Allah que éstas dos”.

La purificación del corazón del creyente, a través del recuerdo y el arrepentimiento, a través de la súplica, sólo puede lograrse con la quietud.  La quietud es un signo de paz.  Un corazón en paz puede dedicarse de lleno a la adoración de su Señor.  Una mente en paz está abierta a la reflexión sobre la palabra y la guía de Dios.  El verdadero arrepentimiento sólo comienza con el silencio; con el silencio apagamos la ansiedad y las excusas; con el silencio, podemos concentramos en nosotros mismos y en nuestra relación más importante, con Allah, el Creador de todo cuanto existe, el Todo Misericordioso, el Benévolo, el Perdonador.

El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, dijo: “Rajab es el mes para pedir perdón, así que pedid el perdón de Allah”

Llenar el mes de buenas obras y evitar los malas acciones a lo largo de todo el mes es un gran reto. El esfuerzo por superar nuestras limitaciones comienza con la consciencia del peso de nuestras acciones.  Ahí radica la gran lección.

El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, dijo: “Ciertamente, Allah decreta el destino del ser humano”.  Veamos reflejado en este bendito mes de alabanza y adoración, nuestro destino.  Fuimos creados para alabar a Dios.  Ofrezcamos ahora nuestra más bella alabanza y recordemos las palabras de Allah, glorificado y elevado sea El, en el Qur’an y reflexionemos cada uno en silencio:

“De Dios son el oriente y el occidente.  A donde quiera que volváis, está la faz de Dios.  Dios, es Inmenso, Conocedor” (sura al-Baqara, la Vaca, 2:115).


EL BENDITO MES DE RAJAB

Por la gracia infinita de Allah, glorificado y elevado sea El, nos encontramos ahora en la segunda semana del mes de Rajab, uno de los cuatro meses sagrados en el calendario islámico, mes de paz y dhikr, del recuerdo constante de Dios.  Nuestra preparación para el mes del ayuno, Ramadán, está aquí, ahora.  No neguemos las múltiples bendiciones que este mes nos ofrece.

El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, definió a Rajab como “el mes de Allah”.  Rajab es también conocido como el mes del perdón, cuando la súplica por el perdón divino adquiere matices profundos y urgentes, porque el creyente anhela librarse de la carga de sus pecados y llenarse de todo lo bueno que Dios tiene preparado para él.  He aquí una súplica especial para este mes del perdón:

“Señor, te pido perdón por todo aquello de lo que me he arrepentido y en lo que he vuelto a caer.  Te pido perdón por todo aquello con lo que Te he desgradado y todo lo que Te desagrada de mí.  Y te pido me perdones por todos los favores que he utilizado para aumentar mi desobediencia de Ti.  Y te pido me perdones los pecados que nadie conoce más que Tú y nadie ve más que Tú.  Señor, Tú eres el Altísimo y yo sólo soy un opresor de mí mismo.   Señor, te pido perdón por todas las injusticias que he cometido en contra de Tus siervos.  A quien sea de ellos que haya dañado en su persona, en su propiedad o en su dignidad, dale de Tu abundancia que no tiene límites.  No me humilles con Tu castigo.  Antes bien, concédeme lo que Te pido, pues tengo gran necesidad de Tu misericordia, Oh, Señor, el Más Misericordioso de los misericordiosos.  Que las bendiciones de Allah estén con Muhammad y sus compañeros. No hay más poder y fuerza que en Allah, el Altísimo, el Honorable”.

¡Oh, Allah, fortalece nuestra fe en este bendito mes de Rajab y haznos llegar con bien a Ramadán!


ENSEÑANZAS SOBRE LA PACIENCIA

César Domínguez

En el nombre de Dios, el Todo Misericordioso, el Gran Compasivo.  Toda la alabanza es para Dios.  Nuestros saludos de paz para el Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve.

Allah, glorificado y elevado sea El, dice en el Noble Qur’an:

“Y los que son pacientes en la adversidad por anhelo de la faz de su Señor, son constantes en la oración, gastan en los demás, en secreto y públicamente, de lo que les proveemos como sustento, y repelen el mal con el bien.  Para ellos será la morada” (sura al-Raad, el Trueno, 13:22).

Este verso del Noble Qur’an guarda una importancia fundamental para comprender cómo debe ser nuestra actitud perenne ante las dificultades que se presentan en nuestro paso por la vida de este mundo.  Es esta actitud paciente, de espera para responder adecuadamente a los designios de Dios, la que determina la calidad de vida que viviremos y la respuesta divina que nos guiará a nuestro destino final.  El verso nos habla de esa virtud fundamental que es la paciencia, que es reconocer que todo lo que nos ocurre tiene una causa y una razón, un propósito que debe cumplirse. Y absolutamente todo lo que hacemos, lo que nos ocurre y cómo respondemos, nos acerca más a Dios o nos aleja de El.  Ese anhelo por Dios debe estar por encima de todo.

Indudablemente, la paciencia es una virtud difícil de cultivar y mantener ante las vicisitudes de la vida.  ¿Cómo lograrla?  Allah, el Altísimo, nos da la respuesta en este pasaje del Qur’an: a través de la constancia en la oración, la bondad y el servicio desinteresado a los demás.  Así se cultiva la fe que rompe toda barrera, todo obstáculo.  Ser paciente es responder al mal con el bien, a la dificultad con gracia, a la carencia con generosidad.

El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, nos ha brindado grandes enseñanzas sobre la virtud de la paciencia.  En una ocasión dijo: “Un creyente que se relaciona con la gente y es paciente con su tormento es de mayor beneficio que aquel que no se relaciona con la gente y no es paciente con su tormento”.  La paciencia es una virtud que se cultiva … pacientemente, es decir, a través del tiempo y nuestras relaciones personales.  Jamás será paciente quien se aparta de los demás, quien no reconoce la necesidad ajena, quien no comprende las emociones humanas.

Allah nos enseñó la oración no sólo para acercarnos a El y a los que rezan con uno, sino también para comprender cuán grande es la necesidad de comunicación entre la raza humana, que trasciende culturas, religiones y lenguas.  La paciencia es la llave que abre puertas y limpia el camino. Para los pacientes será la morada del Paraíso.


“LA VERDAD CLARA”

César Domínguez

Allah, glorificado y elevado sea El, dice en el Noble Qur’an:

“Los que niegan y desvían del camino de Dios, El hará que sus obras se pierdan. Para los que creen, realizan buenas obras y creen en lo que se hizo descender a Muhammad, que es la verdad de su Señor, El ocultará sus malas acciones y sanará sus corazones” (sura Muhammad, 47:1-2).

Estos versos del Noble Qur’an, última revelación divina, nos hablan de la infinita gracia sanadora de Dios: Su perdón, Su comprensión y Su misericordia.  La autoridad suprema es Dios.  En su infinita sabiduría, El decreta el justo castigo para aquellos que saben y que, aun sabiendo, niegan esa autoridad y poder supremos que sólo vienen del Creador de todo cuanto existe.  Esos seres humanos ciegos son los que ocultan la verdad de Dios, manipulando y corrompiendo el verdadero mensaje; más grave aún es que, por medio de sus actos y dichos, ellos desvían del camino de Dios a otros.  Dios decreta, entonces, que sus buenas obras y sus débiles intenciones se perderán, serán nulificadas por sus mentiras.  Finalmente, el mal que hacen al prójimo se lo hacen a sí mismos.  Por otro lado, para los que creen en la verdad de Dios, revelada al Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, aquellos de juicio claro y mente serena, de palabras sinceras e intenciones firmes, que trabajan realmente por el bien de la humanidad, a ellos Dios borrará sus malas acciones y limpiará sus corazones:

¿Qué mejor palabra que la de aquel que llama a Dios, obra con rectitud y dice, soy de los sometidos?  No son iguales la bondad y la maldad.  Responde con la mejor actitud y aquel con quien tenías enemistad será un amigo ardiente.  Esto no lo consiguen sino aquellos que son pacientes, no lo consigue sino el dotado de una suerte inmensa” (sura Fusilát, Aclarada, 41:33-35).

Esa suerte inmensa es la de contar con la verdad clara de Allah, el Altísimo.  Cuando uno se desempeña con honestidad y comprensión, el resultado decidido por Dios siempre será beneficioso.  Alabado sea El, la autoridad suprema es de Allah.


SUPLICA Y VERDAD

César Domínguez

Allah, glorificado y elevado sea El, dice en el Noble Qur’an:

“Ciertamente, para ti habrá incesante recompensa.  Eres, sí, de eminente carácter.  Tú verás y ellos verán quién de vosotros es el tentado.  Tu Señor es quien mejor sabe quién se ha extraviado del camino y es quien mejor sabe quiénes son los bien guiados” (sura al-Qalam, el Cálamo, 68:3-4-7).

Así se dirige Dios, el Altísimo, al Profeta del Islam, el Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve.  El verdadero creyente asimila esta lección y la hace suya.  El Noble Qur’an ciertamente habla a todos los seres humanos.  La rectitud en la fe y la acción es una fuente inagotable de bendiciones, tal como es la misericordia divina.  La verdad siempre triunfa, elevándose por encima de la mentira y la tentación.

La verdad siempre llama a la verdad, así como una mentira fácilmente resulta en otras mentiras.  Y es que el bien no existe por sí solo.  Sabemos que el bien llama al bien, lo positivo atrae a lo positivo.  De la misma forma, la mentira es producto del mal, y el mal irremediablemente provoca el mal.  Así es el engaño: el engaño o mentira comienza dentro del corazón de un ser insensato, aquel que no quiere ver la luz de la verdad.  El engañado consigo mismo es presa fácil del engaño o las mentiras de los demás y cae dócilmente antes las tentaciones.

Allah, la Verdad Suprema, nos da la verdad de nuestra fe para poder vernos a nosotros mismos antes de ver a los demás.  La primera relación del ser humano es con su Creador, después consigo mismo y después con los demás.  Cuando uno no puede, o no quiere, conocer la verdad de Dios, no podrá ver su propia verdad y difícilmente podrá comprender la verdad de los demás.

La oración, como ritual prescrito del islam, es fuente incesante de bendiciones y de verdad.  “En el nombre de Dios, el Todo Misericordioso, el Compasivo.  La alabanza es para Dios, Señor de los Mundos” (sura al-Fatihah, la Apertura, 1:1-2)   Estos primeros versos de la primera sura del Qur’an proclaman esa verdad.

“Sólo a Ti alabamos sólo a Ti imploramos.  Guíanos por el camino recto” (1:5-6).  Así declaramos nuestro islam, nuestra sumisión al Dios Único, Creador de todo cuanto existe.  Sólo a El elevamos nuestra imploración, nuestras súplicas.  La súplica en la adoración es parte fundamental de la oración, dijo el Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve.  La súplica afirma claramente nuestro testamento de fe, primer pilar del islam (es decir, la sumisión a Allah) y también afirma nuestra creencia única en El, que es el primer pilar de la fe.

La sinceridad, la veracidad y la paciencia son elementos fundamentales de toda súplica: ese deseo sincero de invocar a Allah, pidiendo Su guía, Su protección, Su misericordia; esa verdad en nuestras palabras, que realmente buscan la rectificación de nuestras faltas; esa paciencia con la que sabemos que Dios nos responderá en el tiempo justo.  Dios escucha la súplica sincera y, en su infinita sabiduría, sabe cuándo es el mejor tiempo para responderla.  Creer en esto es parte fundamental de nuestra fe.  Alabado y glorificado sea Allah, el Compasivo.

“Señor nuestro y Señor de todo, doy testimonio que Tú eres el Señor y nadie más.  Señor nuestro y Señor de todo, doy testimonio que Muhammad es Tu siervo y mensajero.  Señor nuestro y Señor de todo, doy testimonio que todos los hombres son hermanos.  Señor nuestro y Señor de todo, haz que mi familia se muestre ante Ti con sinceridad, en todo momento de esta vida y la siguiente.  Espléndido y Majestuoso Señor, escúchame y dame respuesta”.


EL DECRETO DE ALLAH Y LA DEVOCION

César Domínguez

El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, dijo en una ocasión: “El creyente no tiene fe si no cree en el decreto de Allah, sea bueno o sea malo, que aquello que estaba decretado para él, no podría haberlo evitado, y que aquello que no estaba decretado, nunca lo habría podido alcanzar”.

Creer en el decreto o designio divino (al-qadr) es uno de los pilares de la fe del islam, junto con la creencia en que no existe divinidad excepto Dios y la creencia en los ángeles, los profetas enviados por Dios, los libros revelados y el día del juicio final.

Allah, glorificado y elevado sea El, dice en el Noble Qur’an: “Ciertamente, hemos creado todas las cosas con un designio. Nuestro designio es sólo uno, ejecutado con percepción” (sura al-Qamar, la Luna, 54:49-50).

Ali, primo y yerno del Profeta y cuarto califa del islam, afirmó haber escuchado decir al Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve: “Nadie será creyente si no cree en cuatro cosas: que no existe divinidad excepto Allah, que yo soy Su mensajero a quien Él ha enviado con la verdad, en la muerte y la resurrección y en el decreto divino”.

Dios, el Altísimo, en Su infinita sabiduría, decretó para nosotros la oración, el supremo acto de adoración que nos enseñó nuestro Profeta, el Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve.  En los primeros años de su misión profética, el Mensajero de Allah recibió la orden de realizar actos voluntarios de oración durante la noche, recitando el Qur’an como alabanza a Dios.  En Su infinita benevolencia, Dios reveló al Profeta:

“Tu Señor bien sabe que te levantas a orar casi dos tercios de la noche, otras la mitad o un tercio de ella, así como lo hacen algunos de los creyentes que te siguen.  Dios es Quien decreta cuánto dura la noche y el día, y El sabe que no podrán hacerlo así siempre, por lo que les perdona aligerando su obligación.  Así que reciten lo que se les facilite del Qur’an.  Dios sabe que habrá entre ustedes alguien enfermo, otros que estén de viaje, recorriendo la tierra en busca del sustento de Dios, y otros combatiendo por Su causa.  Así que reciten lo que se les facilite del Qur’an. Establezcan la oración y entreguen el zakat.  Presten a la causa de Dios generosamente, porque toda obra de bien que hagan será en favor de ustedes, y Dios los recompensará grandemente.  Pidan a Dios el perdón, pues El es el Absolvedor, el Compasivo” (sura al-Muzzammil, el Arropado, 73:20).

Es claro en este gran verso del Qur’an, que el decreto de Allah, glorificado y elevado sea El, es profundamente generoso, amoroso y sabio.  Dios decreta la noche y el día, decreta los actos de adoración y la facilidad al cumplirlos, decreta la cercanía a Su palabra, el noble Qur’an, decreta el perdón para los que le buscan, decreta la solidaridad entre los seres humanos, decreta la capacidad humana de ir por Su sustento, decreta el justo pago para todo esfuerzo, decreta la compasión y decreta la guía.

“Di, oh, Dios, Soberano Absoluto. Tú concedes el poder a quien quieres y quitas el poder a quien quieres, fortaleces a quien quieres y disminuyes a quien quieres.  Todo el bien está en Tus manos.  Tú eres poderoso sobre todas las cosas” (sura al-’Irmaan, 3:26).


FIN Y PRINCIPIO

César Domínguez

En esta época de fin de año, nuestras propias tradiciones culturales nos llaman a la celebración, a la reflexión y el recuento de las experiencias vividas en el año que termina, a la alabanza y el agradecimiento especial a Allah, glorificado y elevado sea El.  Todos los días de nuestra vida alabamos y agradecemos a Dios, así como todos los días hacemos oración y elevamos nuestras súplicas al Todopoderoso; ciertamente, hay ocasiones más especiales, hay días en que nuestras oraciones son más profundas, hay días en que nos sentimos más motivados a amar, a estudiar, a servir.  Hoy puede ser uno de esos días.

Al dar gracias a Dios, le agradecemos por los dones maravillosos de Su creación.  Y damos gracias al Altísimo por el mundo que nos rodea, por esta sociedad multiétnica, multirreligiosa y multifacética en que vivimos, por toda la gente buena que nos rodea, de tan diversas creencias, colores y lenguas, por todos los artistas, maestros y pensadores que nos inspiran. Estos son días de unión y paz.

Allah, glorificado y elevado sea El, dice en el Noble Qur’an: “Ciertamente, los que han llegado a creer, los que siguen el judaísmo, los cristianos y los sabeos, quien cree en Dios y en el Ultimo Día y obra rectamente, tendrá su recompensa frente a su Señor, nada tiene que temer y no se lamentarᨠ(sura al-Baqara, la Vaca, 2:62). 

El mensaje de este verso es muy claro.  En el islam, la idea de la salvación se condiciona a tres elementos: la creencia en Dios, la creencia en el Día del Juicio y la rectitud en la acción.  Nuestra sociedad se caracteriza por su diversidad.  Dónde vivimos, qué idioma hablamos, de dónde somos, todo eso determina en gran medida nuestro carácter y nos hace diferentes; pero el valor esencial, es decir, la fe en Dios, la responsabilidad de nuestros actos, el respeto a los demás, es lo que nos une y nos hace vivir juntos y compartir, ser hermanos. Nadie está por encima de otro. Vinimos a esta vida a aprender y a servir.

Día a día honramos a Dios con nuestras oraciones; pero si nuestra práctica de devoción no nos sirve para comprender a los demás, especialmente a los que no son como uno, entonces quedamos a medio camino.  El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, dijo: “Los seres humanos son todos hijos de Adán y Adán fue creado de tierra”.  Jesús dijo,  “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el primero y grande mandamiento.  Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Evangelio de Mateo, 22:37–39). En el Noble Qur’an, Dios nos dice: “Os hemos creado a partir de un varón y una hembra y os hemos hecho pueblos y tribus para que os reconozcáis unos a otros. Realmente, el más noble de vosotros es el más consciente de Dios (sura al-Hujuraat, las Habitaciones Privadas, 49:13).

Pidamos la guía y protección de Allah, el Todo Misericordioso, y recordemos las palabras de nuestro Profeta, el Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve: “Señor, Tú eres la paz y la paz viene de ti.  Bendito seas por la abundancia de tus bondades.  Tú eres el Majestuoso, el Honorable”


“EL CAMINO DE LA VERDAD Y EL TEMOR”

César Domínguez

 

Allah, glorificado y elevado sea El, dice en el Noble Qur’an:

 

“Y es cierto que hemos hecho que descendiera a vosotros un Libro en el que está vuestro recuerdo.  Quizás así razonéis” (sura al-Anbiaai’, los Profetas, 21:10).

 

Ciertamente en el Noble Qur’an está nuestra historia, la historia de nuestras raíces y nuestros pueblos, de nuestras creencias y nuestra fe.  En resumen, en el Qur’an, última revelación de Dios a la humanidad, reflexionamos sobre nuestra historia, nuestro presente y nuestro futuro.  El Qur’an es nuestro recuerdo.  Ahí están las lecciones de los mensajeros que Dios envió a los pueblos para transmitirles Su palabra y guiarlos por el camino que lleva de regreso al origen, a la vida eterna. En el Qur’an se nos revela el camino, o más bien, la forma de caminar por el sendero de esta vida y obtener la recompensa verdadera de la otra vida.

“Ciertamente, los temerosos estarán en jardines y manantiales, recibiendo lo que su Señor les dé.Antes fueron bienhechores. Poco es lo que dormían de noche. Y antes del alba, pedían perdón. Y de  sus bienes, parte era derecho del mendigo y del indigente. En la tierra hay signos para los conscientes, y en vosotros mismos.  ¿No vais a ver? Y en el cielo está vuestro sustento y lo que se os ha prometido. Y por el Señor del cielo y la tierra que todo es tan cierto como que habláis”(sura al-Dariyaat, los Aventadores, 51:15-23).

El temor de Dios es el temor de faltar a Dios, de faltar a Su pacto, Su promesa (“En el cielo está vuestro sustento y lo que se os ha prometido).  De ahí, la necesidad de pedir perdón, acto que ennoblece al corazón humano.  El noble es humilde y comparte sus bienes no como un acto de magnanimidad o paternalismo, puesto que reconoce el derecho que los menos afortunados tienen

sobre sus bienes.  El temor es consciencia y la consciencia es temor.

La promesa de Allah, glorificado y elevado sea El, se cumple.  El es la Verdad Suprema y el Qur’an es Su palabra y nuestro recuerdo.  Negarse a esta verdad es olvidar el camino.

“Los que niegan y desvían del camino de Dios, El hará que sus obras se pierdan. Pero los que creen, realizan buenas obras, y creen en lo que se hizo descender a Muhammad, que es la verdad de su Señor, El ocultará sus malas acciones y sanará sus corazones”(sura Muhammad, 47:1-2)

Este pasaje del Noble Qur’an nos habla de la infinita gracia sanadora de Allah, el Altísimo: Su perdón, Su comprensión y misericordia.  Para los que creen en la verdad de la palabra divina, revelada al Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, para aquellos de juicio claro y mente serena, de palabras sinceras e intenciones firmes y acciones necesarias para el bien de la humanidad, a ellos Dios borrará sus malas acciones y limpiará sus corazones.

“No perdáis la esperanza de la misericordia de Dios, que no pierden la esperanza de la misericordia de Dios sino los negadores” (sura Yusuf, 12:87).


“INTENCION”

César Domínguez

El valor de la intención es de importancia primordial en el islam. El Profeta Muhammad, que Dios lo bendiga y le de la salvación, dijo:

“Todas las acciones son juzgadas por las intenciones y cada persona será recompensada de acuerdo a su intención.  Así, aquel que emigró por Dios y Su mensajero, su emigración es para Dios y Su mensajero, pero aquel que emigró por alguna razón mundana que podía ganar, o por una pareja con la que se quería casar, su emigración es para aquello por lo que emigró”.

Así, sabemos que Dios juzgará nuestras acciones de acuerdo a su intención.  El mensaje del Profeta nos llama, en primer lugar, a ser claros con nosotros mismos en cuanto a la verdadera intención de nuestras palabras y acciones.  Esto es fundamental para cultivar la honestidad.  Un carácter honesto es signo del verdadero creyente.  Aquel que esconde la verdadera intención de sus palabras o acciones se engaña en primer lugar a sí mismo y, haciéndolo así, elige el camino más largo y difícil para lograr su cometido, puesto que el engaño es una desviación del camino recto de la verdad, que es directo, que es el camino establecido, el de aquellos a quien Dios favorece. ¿No pedimos todos los días que Dios nos guíe por ese camino?: “Guíanos por el camino recto, el camino de aquellos a quienes has favorecido”, (sura al-Fatihah, la Apertura, 1:6-7).  Una segunda intención no es necesariamente mala, si es un complemento de la primera; sólo cuando oculta la verdadera intención es que se abre la puerta de la falsedad.  Entonces, todo se complica.

El conflicto en las relaciones humanas comienza con la falta de claridad en la comunicación, cuando no decimos lo que realmente queremos decir o lo que realmente esperamos de una situación; en otras palabras, cuando no somos enteramente honestos en nuestras intenciones.  Y para ser honestos con los demás, primero debemos ser honestos con nosotros mismos.  El peor engaño es engañarse a uno mismo.  De ahí, la gran lección del Profeta Muhammad: tengamos muy claras nuestras intenciones porque ellas determinarán el curso de nuestra acción y por ellas seremos juzgados por Dios.

Uno de los atributos de Allah, glorificado y elevado sea El, es la Verdad.  El es la Verdad última de todo cuanto existe.  Que el Más Misericordioso nos ayude a buscar siempre la verdad, en nosotros mismos y en nuestras relaciones con los demás.  Y que nos ayude a comprender la verdad de Su palabra, Su mensaje a la humanidad, para así crecer en fe y honestidad:

“Oh Señor nuestro.  No hagas que nuestros corazones se desvíen de la verdad después de habernos guiado y concédenos el regalo de Tu misericordia.  En verdad, Tú eres el Dador” (Qur’an, Sura al-‘Imraan, 3:8).

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