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LA PALABRA Y ACCION DEL MUSULMAN
INTENCION, SINCERIDAD, ACCION
C Domínguez
Allah, glorificado y elevado sea El, nos dice en el Qur’an:
“… Para quienes son conscientes hay, junto a su Señor, en donde residirán, jardines por los que corren los ríos, compañías puras y la complacencia de Dios. Dios ve lo que hay en Sus siervos, los que dicen, Oh, Señor nuestro, en verdad creemos, perdónanos nuestras ofensas y líbranos del castigo del fuego” (sura al-Imraan, 3:15-16).
EL Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, dijo en una ocasión: “El hombre inteligente es aquel que recapacita y se esfuerza en hacer lo que le beneficiará antes de que le alcance la muerte, mientras que el desdichado es aquel que sigue sus deseos y sus pasiones y se complace con la autoindulgencia”. Además, suplicó a Dios de la siguiente forma: “Oh, Allah no me abandones a mis obras, mis acciones, mis devociones, ni siquiera por un abrir o cerrar de ojos”. El Profeta nunca dependió de sus propias obras ni de sus actos de devoción para obtener recompensa alguna o ganarse el paraíso eterno, siempre supo que todo dependía de la misericordia incondicional de Dios. El gran rango que él, o cualquier otro devoto creyente, alcanza en la vida, depende sólo de Dios, Él es quien lo concede. La buena vida, el éxito terrenal, el goce de la vida eterna no es algo que se compra, se intercambia o se gana automáticamente: todo se logra únicamente por la misericordia de Dios y la súplica sincera del devoto creyente.
Las buenas obras del verdadero siervo de Allah, naturalmente están precedidas por una buena intención, y acompañadas de una súplica sincera, que el Todo Misericordioso acepte nuestras buenas acciones, perdone nuestras faltas y nos brinde Su protección y Su guía.
Abu Huraira, que Dios esté complacido con él, preguntó al Profeta en una ocasión: “¡Oh Mensajero de Allah! ¿Quién tiene el mejor grado entre toda la gente?” Respondió el Profeta: “El que más teme a Allah”.
“Ciertamente, los temerosos estarán en jardines y manantiales, recibiendo lo que su Señor les dé. Antes, fueron bienhechores. Poco es lo que dormían de noche. Y antes del alba, pedían perdón. Y de sus bienes, parte era derecho del mendigo y del indigente. En la tierra hay signos para los conscientes, y en vosotros mismos. ¿No vais a ver? Y en el cielo está vuestro sustento y lo que se os ha prometido. Y por el Señor del cielo y la tierra que todo es tan cierto como que habláis” (sura al-Dariyaat, los Aventadores, 51:15-23).
LA SUPLICA DESPUES DE RAMADAN
C Domínguez
Allah, glorificado y elevado sea El, nos dice en el Qur’an:
“Acordaos de Mí y Yo me acordaré de vosotros.Y sed agradecidos conmigo y no me neguéis. Oh, vosotros que creéis, buscad ayuda en la paciencia y la oración. Ciertamente, Dios está con los que son pacientes en la adversidad” (sura al-Baqara, La Vaca, 2:152-153).
Durante el bendito mes de Ramadán, hemos elevado una multiplicidad de súplicas al Todopoderoso, implorando Su guía, Su misericordia, Su perdón, Su protección, Su sustento, Su luz y Su amor. Hemos pedido Su ayuda para crecer en fe y en buenas obras. Decimos, “Señor, bendícenos y protégenos de todo mal, danos salud, perdona nuestras faltas y guíanos por el camino recto”. Ahora es tiempo, además, de pedir que Dios, en Su infinita sabiduría y bondad, nos facilite el camino del conocimiento, que nuestro estudio del islam, de la Palabra de Allah, sea constante y en continúo crecimiento.
En los tiempos antiguos, era común viajar grandes distancias en busca de conocimiento, en busca del maestro que nos iluminara el corazón y los sentidos con la sabiduría del mensaje de Dios. Ahora es común la búsqueda de información instantánea, de videos y grabaciones, de consejos rápidos o clases ocasionales. Es pertinente, pues, detenernos un tiempo y pedir a Dios que nos acerque al conocimiento de un verdadero maestro, de un programa de estudio serio y comprometido. Al caminar por el sendero del conocimiento, la presencia de un verdadero maestro y de un programa serio de estudios es vital. El estudiante aprenderá entonces del conocimiento y del carácter de su maestro. “Oh, Allah, guíanos por el camino del conocimiento y facilítanos el aprendizaje de nuestros estudios, de Tu Palabra. Acércanos a la luz del conocimiento verdadero”.
El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, solía implorar:
“Oh, Allah, da luz a mi corazón, luz a mis ojos, luz a mis oídos, luz a mi derecha, luz a mi izquierda, luz detrás de mí y luz frente a mí. Dame luz, Señor. Pon luz en mis músculos, en mi cuerpo, luz en mi sangre, luz en mis cabellos, luz en mi piel, luz en mi lengua y luz en mi alma. Lléname de luz, Señor”.
“Oh, Señor, yo soy tu siervo, mi padre es tu siervo y mi madre es tu siervo. Mi cabeza está en tus manos, Señor, y tengo por cierto que tu juicio vendrá para mí y, cualesquiera que éste sea, será el justo para mí. Oh, Señor, en todos tus nombres te pido, con cada atributo con el que te nombras, con cada nombre tuyo que aparece en tu Libro, con todos los nombres que has enseñado a tu siervo y aquellos que están más allá de nuestra comprensión, te pido, Señor, que hagas del Gran Qur’an la primavera de mi corazón, luz para mi pecho, has que borre mis preocupaciones y has que borre mi tristeza”
“Y vuestro Señor ha dicho, llamadme y os responderé” (sura al-Ghaafir, el Perdonador, 40:60).
NOCHES FINALES DE RAMADAN: La Noche del Decreto
C Domínguez
Bismilláhi al-rahmaani al-rahiim. En el nombre del Dios, El Todo Misericordioso, el Compasivo. Por la gracia de Allah, glorificado y elevado sea El, nos encontramos en los últimos diez días del bendito mes de Ramadán, mes del ayuno, mes por excelencia para alabar al Creador de todo cuanto existe, tiempo del recuerdo y remembranza de Allah y, también, el tiempo elegido por el Altísimo para comenzar la revelación de Su último mensaje a la humanidad, el Qur’an, la Recitación, el Recuerdo, el Libro, la Palabra. En estos últimos días, nos vemos motivados a estrechar más fuertemente nuestra conexión interna y externa con el Qur’an, a través de la lectura, la reflexión y la recitación del Libro de Allah, tal como fue revelado al siervo elegido de Dios, Muhammad, Mensajero, Profeta del Islam, que Dios le bendiga y le salve.
El Gran Mensaje comenzó así: “Recita, en el nombre de tu Señor, que ha creado, ha creado al ser humano de un coágulo. Recita, que tu Señor es el Más Generoso, es Quien enseña con el cálamo” (sura al-‘Alaq, el Coágulo, 96:1-5). Así, Dios llama a su siervo Muhammad a hacer viva Su Palabra a través de la recitación, la memoria y la escritura (es decir, la preservación y la difusión). Y así lo designa Mensajero y Profeta, el último de los profetas enviados a la humanidad. Este hecho, que tuvo lugar hacia el final del mes de Ramadán, se conmemora como la Noche del Decreto o del Poder: Lailatu al-Qadr.
El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, dijo: “A quien pase lailatu al-qadr en oración, lleno de fe, esperando la recompensa de Allah, sus pecados le serán perdonados”.
No ha sido posible determinar con exactitud en qué noche de Ramadán descendió la primera revelación del Qur’an. Sin embargo, lo más probable es que haya ocurrido en una noche impar del último tercio de Ramadán (es decir, la noche del día 21, 23, 25, 27 o 29 de Ramadán) y, más probable aún, hacia el final. Por esta razón, gran número de musulmanes se congregan en mezquitas del mundo entero en la penúltima noche impar de Ramadán, es decir, la noche del 27, para conmemorar La Noche del Decreto (este año del 2022, será la noche del miércoles 27 de abril, insha’allah).
La meta del creyente en estas noches benditas es la oración y la alabanza continua a Allah, es buscar la excelencia de carácter en todas sus acciones y palabras, es elevar la fe e incrementar su generosidad y sus buenas obras. En resumen, es tener clara consciencia de que todo lo que hagamos sea del beneplácito de Dios, glorificado y elevado sea El.
No hay un ritual específico a realizar durante la Noche del Poder ¿Deseamos que Dios nos favorezca especialmente con Sus bendiciones y Su perdón durante esta noche? Hagamos lo que sabemos hacer, asistamos a una mezquita, o reunámonos con otros para orar, hacer dhikr, o hagámoslo en solitario. El resultado dependerá de nuestro nivel de devoción y sinceridad, no necesariamente de qué ritual específico practiquemos ni por cuánto tiempo. No invirtamos demasiado tiempo ni energía a última hora en averiguar qué rituales podemos hacer; recordemos que no existen fórmulas ‘mágicas’ para elevar la fe y el espíritu. Si no es posible asistir a una mezquita o unirse a un grupo conocido para rezar o hacer dhikr en congregración, recojámonos en silencio en nuestro propio espacio y demos voz a nuestras súplicas, a nuestro anhelo de Dios, realicemos varios ciclos de oración y pidamos el perdón de Allah por nuestras faltas.
Todos los días en nuestras oraciones proclamamos: “Sólo a ti alabamos, sólo a Ti imploramos” (sura al-Fatihah, la Apertura, 1: 4). A lo largo de nuestro camino en el islam, aprendemos un buen número de súplicas al Todopoderoso. El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, dijo: “A quien de ustedes se le ha abierto la puerta de la imploración [du’a], también se le abre la puerta de la misericordia”. El Profeta nos ha enseñado cómo implorar a Allah de la mejor forma. Ya sea que aprendamos estas súplicas de nuestro Profeta, legado excelso de la tradición islámica, en su idioma original, el árabe, o en nuestro propio idioma, elevemos nuestra voz y unamos nuestra emoción con el resto de los creyentes, fieles siervos de Allah, glorificado y elevado sea El.
Hagamos a un lado, entonces, nuestros asuntos mundanos durante estas últimas noches de Ramadán: ¿qué necesitamos más que estar cerca de Dios y seguir el ejemplo de nuestro Profeta Muhammad? Guardemos silencio, callando la voz del deseo y la necedad, cultivemos la excelencia de carácter, cuidando nuestras acciones y palabras, siendo generosos, dando caridad. Hagamos oración, pasemos parte de la noche en la lectura o recitación del Qur’an. Hagamos mucha súplica y dhikr. Recordemos a Dios, Sus nombres y atributos, pidamos por nosotros y nuestras familias, compañeros y compañeras, por la humanidad entera. Que Dios nos proteja de toda enfermedad, de toda violencia, de todo peligro y todo mal. Pidamos por los enfermos y sus familias, por los fallecidos y sus deudos, por aquellos más necesitados del favor de Allah y aquellos que lo dan todo por la causa de Allah.
Y damos gracias a Allah, glorificado y elevado sea El, por la gran bendición de vivir la experiencia extraordinaria de Ramadán, el mes de ayuno para el musulmán, el consciente, el devoto siervo de su Señor.
LECCIONES PARA RAMADAN
C Domínguez
“Quien somete su rostro a Dios y es bienhechor, se habrá aferrado al soporte más firme. De Dios es la resolución de todos los asuntos” (sura Luqman, 31:22).
Por la infinita gracia de Allah, glorificado y elevado sea El, estamos llegando ya a la mitad del mes de Ramadán, alhamdulillah. Las bendiciones del mes del ayuno son múltiples. Ninguna buena obra, por más pequeña que sea, es olvidada. Todo esfuerzo realizado, toda intención sincera, toda súplica ferviente, encuentra respuesta; todo aparente problema, encuentra solución, toda ansiedad, desaparece. Nunca olvidemos que “De Dios es la resolución de todos los asuntos”. En cada oración durante este mes, pedimos a Dios Todopoderoso que nos eleve en fe y en buenas obras, pedimos que nuestro paso por esta vida sea amable y ligero, imploramos el perdón por nuestras faltas y suplicamos Su favor, Su guía, Su misericordia, Su amor. Seamos, entonces, verdaderos bienhechores en el camino de Allah el Altísimo.
Los siguientes versos de la Sura del Ganado, al-An’aam, nos llevan a reflexionar sobre el motivo de nuestras vidas y adquieren un significado especial en este tiempo de excelsa devoción que es Ramadán.
“El es quien os toma en la noche y sabe lo que habéis adquirido durante el día. Luego, en él, os devuelve a la vida para que se cumpla un plazo fijado. Y al El volveréis para que os haga saber lo que hacíais” (Sura al-An’aam, el Ganado, 6:60)
La actividad natural de la vida humana, es decir, la procuración del sustento diario, se da, normalmente, durante el día. Así ha dicho Allah en el Qur’an: “Hemos hecho del día un medio de vida” (78:11). Durante la noche, nos beneficiamos de lo que hemos adquirido durante el día. En Ramadán, ayunamos durante el día, nos recogemos en la lectura o recitación del Qur’an y, además, trabajamos para adquirir nuestro sustento.
Sabemos que la misericordia del Todo Misericordioso es particularmente abundante y accesible a todos en Ramadán. Preparémonos de la mejor forma para recibir la misericordia divina. Incrementemos ahora nuestros esfuerzos durante el día, cumpliendo de la mejor forma con nuestras obligaciones en el trabajo, en el hogar, en el estudio. Hagamos el esfuerzo por hacer todas nuestras oraciones obligatorias a tiempo. Dediquemos un buen tiempo a la lectura o recitación del Libro de Allah, el Noble Qur’an. Seamos más generosos, más pacientes y comprensivos con los demás. Pensemos en los demás antes de pensar en nosotros mismos.
Al terminar el día, rompemos nuestro ayuno. Nuestro agradecimiento a Dios se eleva y las bendiciones se multiplican. Todo asunto queda en su sitio. Entonces recordamos esas palabras que le fueron ordenadas decir al Profeta del Islam, el Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve:
“Di, en verdad mi oración, mi ofrenda, mi vida y mi muerte son para Dios, el Señor de los Mundos” (6:162).
Damos gracias a Allah, glorificado y elevado sea El, por la gran bendición de vivir la experiencia extraordinaria de Ramadán, el mes del ayuno para el musulmán, el sometido, el bienhechor.
EL COMIENZO DE RAMADAN
EL BIEN DE RAMADAN
C Domínguez
“Quien somete su rostro a Dios y es bienhechor, se habrá aferrado al soporte más firme. De Dios es la resolución de todos los asuntos” (sura Luqman, 31:22).
Por la infinita gracia de Allah, glorificado y elevado sea El, estamos ya iniciando la segunda semana de este bendito mes de Ramadán 2022. Las bendiciones del mes del ayuno son múltiples. Ninguna buena obra, por más pequeña que sea, es olvidada. Todo esfuerzo realizado, toda intención sincera, toda súplica ferviente, encuentra respuesta; todo aparente problema, encuentra solución, toda ansiedad, desaparece. Nunca olvidemos que “De Dios es la resolución de todos los asuntos”. En cada oración durante este mes, pedimos a Dios Todopoderoso que nos eleve en fe y en buenas obras, pedimos que nuestro paso por esta vida sea amable y ligero, imploramos el perdón por nuestras faltas y suplicamos Su favor, Su guía, Su misericordia, Su amor. Seamos, entonces, verdaderos bienhechores en el camino de Allah el Altísimo.
El siguiente pasaje de la Sura del Ganado, al-An’aam, nos lleva a reflexionar sobre el motivo de nuestras vidas y adquiere un significado especial en este tiempo de excelsa devoción que es Ramadán.
“El es quien os toma en la noche y sabe lo que habéis adquirido durante el día. Luego, en el día, os devuelve a la vida para que se cumpla un plazo fijado. Y al El volveréis para que os haga saber lo que hacíais” (Sura al-An’aam, el Ganado, 6:60)
La actividad natural de la vida humana, es decir, la procuración del sustento diario, se da, normalmente, durante el día. Así ha dicho Allah en el Qur’an: “Hemos hecho del día un medio de vida” (78:11).
Durante la noche, nos beneficiamos de lo que hemos adquirido durante el día. En Ramadán, ayunamos durante el día, nos recogemos en la lectura o recitación del Qur’an y, además, trabajamos para adquirir nuestro sustento.
Sabemos que la misericordia del Todo Misericordioso es particularmente abundante y accesible a todos en Ramadán. Preparémonos, entonces, de la mejor forma para recibir la misericordia divina. Incrementemos ahora nuestros esfuerzos durante el día, cumpliendo de la mejor forma con nuestras obligaciones en el trabajo, en el hogar, en el estudio. Hagamos el esfuerzo por realizar nuestras cinco oraciones obligatorias a tiempo. Dediquemos un buen tiempo a la lectura o recitación del Libro de Allah, el Noble Qur’an. Seamos más generosos, más pacientes y comprensivos con los demás. Pensemos en los demás antes de pensar en nosotros mismos.
Al terminar el día, rompemos nuestro ayuno. Nuestro agradecimiento a Dios se eleva y las bendiciones se multiplican. Todo asunto queda en su sitio. Entonces recordamos esas palabras que le fueron ordenadas decir al Profeta del Islam, el Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve:
“Di, en verdad mi oración, mi ofrenda, mi vida y mi muerte son para Dios, el Señor de los Mundos” (6:162).
El Profeta Muhammad, paz y bendiciones sobre él, solía implorar a Dios: “Oh Allah, haz Tu amor lo más amado para mí y haz el temor a Ti lo más temido para mí. Y aleja de mí las necesidades de este mundo con el anhelo de tu encuentro. Y Tú, que alegras los ojos de la gente de la tierra con sus posesiones terrenales, alegra mis ojos con Tu adoración”.
Les deseamos un bendecido Ramadán, en el recuerdo constante de Dios, bajo Su protección, Su guía, Su luz, Su amor, Su misericordia, Su perdón, Su bendita protección.
C Domínguez
“¡Recita, en el nombre de tu Señor que ha creado, ha creado al humano de un coágulo! ¡Recita,que tu Señor es el Más Generoso! Enseñó por medio del cálamo, enseñó al humano lo que no sabía” (sura al-‘Alaq, el Cóagulo, 96:1-5).
En el mes de Ramadán (noveno mes del calendario islámico) descendió por primera vez el Qur’an al Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve. Y Ramadán es, para nosotros, el tiempo ideal para acercarse más a la Palabra de Dios. Uno de los grandes valores del Qur’an se encuentra en la riqueza de su contenido: unas cuantas palabras encierran un mundo de significados y enseñanzas. El Qur’an se descubre majestuoso a quien sinceramente desea aprender. El Noble Qur’an, palabra de Allah, glorificado y elevado sea El, se revela ante todos: algunos comprenderán una parte, otros comprenderán ampliamente. ¡Qué tan grande es la misericordia de Allah, el Altísimo, que en el Qur’an hay mensajes para todos, para todo acto de nuestras vidas, toda duda, toda necesidad! El Qur’an nos dice:
“Él es quien hizo descender paz interior en los corazones de los creyentes, para que se vieran reforzados en su fe, pues de Dios son todas las cosas del cielo y de la tierra. Y Dios es Omnisciente, Sabio”. (Sura al-Fath, la Victoria 48:4)
Los ritos de adoración que realizamos los musulmanes (como la oración diaria y el ayuno en Ramadán) afirman nuestra fe, suavizan nuestro corazón y fortalecen nuestro carácter. Es decir, la disciplina necesaria para la oración y el ayuno nos hace fuertes para enfrentar los retos de esta vida terrenal, cultivando así la consciencia o temor de Dios, nuestra taqwa. Por eso, Allah, glorificado y elevado sea El, dice en el Qur’an:
“Oh vosotros que creéis. Se os ha prescrito el ayuno como se les prescribió a los que os precedieron, para que os mantengáis conscientes de Dios Un número determinado de días. Pero quien de vosotros esté enfermo o de viaje, otro número de días. Y aquellos que se lo puedan permitir, que alimenten a un pobre como rescate. Y quien hace un bien mayor del que debe, a sí mismo se lo hace, porque ayunar es bueno para vosotros, si supieráis. Es el mes de Ramadán en que se hizo descender el Qur’an como guía para la humanidad y una prueba evidente de esa guía y el criterio. Así pues, quien presencie la llegada de este mes, que ayune en él. Y quien esté enfermo o de viaje, otro número de días. Dios quiere para vosotros la facilidad y no la dificultad, pero sí que completéis el número y que ensalcéis a Dios por haberos guiado y que deis gracias” (Sura al-Baqara, la Vaca, 2:183-185).
En este pasaje del Noble Qur’an se destaca lo siguiente: El ayuno de Ramadán es mandato divino, es una orden para cumplirse con orden, de acuerdo a un ritual de adoración establecido. El ayuno es bueno para el ser humano. El ayuno va acompañado de la caridad, así cumplimos esa exhortación divina de “hacer un bien mayor del que se debe” (2:184). En Su infinita misericordia y sabiduría, Dios da licencia de postergar ciertos días del ayuno en Ramadán para “otro número de días” (2:185) después de Ramadán; es decir, parte del mandato divino puede cumplirse en otro tiempo y de otra forma, de acuerdo a circunstancias especiales y específicas.
El musulmán deseoso de cumplir con lo que su Señor espera de él, sabe lo que debe hacer y dónde encontrar ayuda. Y cuando ese carácter consciente vacila, el Noble Qur’an nos da el alivio:
“Di, oh siervos que habéis transgredido contra vosotros mismos. No desesperéis en la misericordia de Dios. Ciertamente, Dios perdona todos los pecados. Él es el Indulgente, el Compasivo” (Sura al-Zumar, las Multitudes 39:53).
Así, damos gracias a Allah, glorificado y elevado sea El, por la gran bendición de estar llegando al mes de Ramadán. Esperamos que Ramadán comience esta noche del primero de abril, insha’allah. El primer día de ayuno sería, entonces, mañana sábado 2 de abril, insha’allah.
Les deseamos un bendecido Ramadán, en el recuerdo constante de Dios, bajo Su protección, Su guía, Su luz, Su amor, Su misericordia, Su perdón, Su bendita protección.
FIN DE SHA’BAN Y COMIENZO DE RAMADAN
C Domínguez
Por la infinita gracia de Allah, glorificado y elevado sea El, nos encontramos ya en la última parte del mes de Sha’ban y a sólo una semana del inicio de Ramadán, insha’allah. Recordamos las palabras del Mensajero de Allah, el Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve: “Sha’ban es mi mes y Ramadán es el mes de la ummah”.
Sha’ban es un tiempo ideal para adentrarse en las enseñanzas del Profeta del Islam y aprender al máximo de su ejemplo. El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, vivía este tiempo antes de Ramadán con la intensidad y el anhelo de encontrarse permanentemente en estado de adoración a Dios, a través del ayuno voluntario, de la oración nocturna, de las buenas obras, del servicio y la entrega incondicional.
Se sabe que el Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, solía ayunar muchos días en este mes. El Mensajero de Allah dijo: “En este mes, las acciones de la gente son presentadas ante Allah, así que yo prefiero que mis obras sean presentadas antes Allah mientras estoy en ayuno, en un estado constante de adoración a Allah”.
Sha’ban es también el tiempo ideal para el recuerdo de Dios, el dhikr, el estado natural de existencia que nos permite conectar las emociones, que nos fortalece para apreciar el amor y los dones divinos, que nos purifica para beneficiarnos de la fmás bella forma con la misericordia de al-Rahmaan, el Todo Misericordioso.
El Noble Qur’an, Palabra de Allah, nos dice:
“El es quien hizo descender paz interior en los corazones de los creyentes, para que se vieran reforzados en su fe, pues de Dios son todas las cosas del cielo y de la tierra. Y Dios es omnisciente, realmente sabio”. (Sura al-Fath, la Victoria 48:4)
El ser humano consciente de Dios y disciplinado en su carácter, pendiente de lo que debe hacer y temeroso de transgredir los favores que Dios le ha concedido, a ese ser humano se dirige el Qur’an, Palabra de Allah:
“Verdaderamente en la creación de los cielos y la tierra y en la sucesión de la noche y el día, hay mensajes para los que entienden, los que recuerdan a Dios de pie, sentados y cuando se acuestan y meditan sobre la creación de los cielos y la tierra” (Sura al-‘Imraan 3:190).
Y, en el mismo verso del Qur’an, la voz del creyente responde: “Oh Señor nuestro, no creaste nada de esto sin un significado y un propósito. Infinita es Tu gloria. Presérvanos del castigo del fuego”.
Existen múltiples recomendaciones de diversas fuentes sobre actos de adoración voluntarios (oraciones, ayuno, invocaciones especiales, dhikr) para este mes de Sha’ban. Tengamos presente que esos actos son precisamente eso, voluntarios, y que los actos prescritos de adoración están claramente establecidos y definidos como parte de los cinco pilares de nuestra fe. Toda oración voluntaria (más allá de las cinco oraciones obligatorias diarias), todo ayuno voluntario (más allá del ayuno obligatorio en el próximo mes de Ramadán), tienen un gran valor especial e íntimo, mas no deben considerarse como obligatorios ni su realización puede ser impuesta u ordenada.
Que este tiempo anterior a Ramadán sea bendecido para nosotros, que nuestro esfuerzo y nuestras buenas obras sean aceptados por Allah Todo Misericordioso. La exhortación es a hacer de esta última semana de Sha’ban un tiempo continuo de adoración al Ser Supremo, Creador de todo cuanto existe, el Dios Unico, el Todo Misericordioso, la Paz, el Protector, el Garante, el Sustentador, el Altísimo. ¡Subhaana Allah, alhamdu li Allah, la ilaaha íl-la Allah!
¡Oh, Allah, fortalece nuestra fe y haznos llegar con bien a Ramadán!
“ESPIRITU, CIENCIA Y RELIGION”
El islam llama al equilibrio entre la vida espiritual y la física, sin dejar de reconocer lo difícil que es mantener este equilibrio. El islam habla de la importancia del sustento material, de la necesidad física del sueño, del descanso y la convivencia. El islam afirma que la acción es necesaria para lograr el éxito en toda búsqueda espiritual y material. El Qur’an declara: “… cuando hayas tomado una decisión, pon tu confianza en Dios” (3:159). En una ocasión, un hombre preguntó al Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, si podía dejar a su animal libre para pastar y después pedirle a Dios que el animal regresara. El Profeta contestó que primero debía atar a su animal y después rezar para que Dios lo mantuviera seguro. Esta enseñanza reconoce las realidades de la vida mundana en relación con lo espiritual. También muestra que uno no debe rezar simplemente para que sucedan las cosas; uno debe actuar, es decir, hacer algo al respecto. Una dosis exagerada de espiritualidad y religiosidad puede hacer que uno ignore las realidades cotidianas, lo cual eventualmente afectaría la vida espiritual y religiosa. El Profeta Muhammad pedía frecuentemente a sus seguidores no rezar o ayunar demasiado al punto de ignorar sus obligaciones diarias.
La moderación es esencial en el islam. El Qur’an expresa: “Por eso hemos dispuesto que seáis una comunidad intermedia” (2:143). La interpretación de este pasaje indica que la moderación debe aplicarse en todo aspecto de la vida: la religión, el alimento y el trabajo. La corriente principal del islam opina que una religiosidad exagerada puede llevar al extremismo; así como la pereza provoca el estancamiento. El individuo y la sociedad musulmana que mantienen este balance tendrán éxito porque están conscientes de la naturaleza y potencial del hombre; aunque el islam reconoce que siempre habrá personas que transgredan los límites de la moderación y se equivoquen.
La búsqueda de conocimiento en el islam es obligación de todo musulmán (20:114, 96:1-5). La evidencia y la voluntad de Dios se manifiestan a través de signos. Estos signos se encuentran en la ciencia, la naturaleza y todo el universo. Los seres humanos deben estudiar y reflexionar sobre estos signos para entender la naturaleza y la voluntad de Dios. Se dice que el Profeta Muhammad en una ocasión afirmó: “Los eruditos son los herederos de los profetas”. El estudio y la investigación de cualquier tema deben llevar a un conocimiento más profundo de Dios y de Su voluntad.
La búsqueda de conocimiento llevó a los primeros musulmanes a uno de los periodos de mayor creatividad y crecimiento en la historia del mundo – la “Edad del Oro del Islam”. Por casi seiscientos años, a partir del siglo VIII, el imperio musulmán estableció instituciones públicas como hospitales, bibliotecas y universidades. Mientras Europa vivía en la Edad Media, ciudades como Damasco, Córdoba y Bagdad fueron grandes centros de la civilización. Los musulmanes crearon una forma anticipada del método científico, que produjo grandes adelantos en los campos de la astronomía, la medicina y las matemáticas. Los mismos eruditos fueron quienes inventaron el álgebra y desarrollaron la trigonometría y la geometría.
La civilización islámica de ese tiempo era el centro del saber, el arte y la literatura; pero fue su aceptación de otras religiones y su defensa de la libertad de expresión y pensamiento lo que verdaderamente contribuyó al desarrollo de la época. Eruditos judíos y cristianos acudieron al imperio islámico y contribuyeron a los grandes avances de ese periodo. La ciudad musulmana de Córdoba, en España, fue especialmente refugio para eruditos y artistas de todas las religiones, y fue considerada por sus contemporáneos como la ciudad más bella del mundo.
El llamado al conocimiento y a la sana convivencia fue resultado directo de las enseñanzas del Qur’an y de Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve.
Estos son pasajes editados hoy del libro “Islam: Simple y Directo” de Tariq Jalil.
“APUNTES SOBRE LA VERDAD”
- Domínguez
Uno de los nombres de Dios es La Verdad, al-Haqq. Dios, como Creador Absoluto de todo cuanto existe, es poseedor de la Verdad Absoluta. El ser humano conoce a Dios a través de Su Palabra y la manifestación de Sus atributos. El es el Más Misericordioso, al-Rahmán, el Omnisciente, al-‘Alím, el Perdonador, al-Ghafúr, el Amoroso, al-Wadúd, el Sublime, al-Latíf, el Generoso, al-Karím. Dios es el comienzo y el fin de todo.
Allah, glorificado y elevado sea El, dice en el Noble Qur’an: “Les mostraremos nuestros signos dentro y fuera de sí mismos hasta que vean claramente que es la Verdad” (sura Fussilat, Explicada, 41:53). Este verso afirma que la verdad de Dios (es decir, Sus signos) se escuentra presente en toda la naturaleza y también dentro de nosotros mismos. Al-Ghazali, uno de los más importantes filósofos del islam dijo: “La llave para conocer a Dios se encuentra en uno mismo.”
El ser humano es la creación máxima de Allah. El mundo que nos rodea, en toda su majestuosa belleza, fue creado para nuestro beneficio. Cuando uno es capaz de reconocer la belleza existente en los signos de la naturaleza y apreciar el bien que nos traen, entonces uno valora en su corazón la grandeza y misericordia de Dios. Entonces uno se reconoce a sí mismo como siervo de Dios. ¿De qué otra manera podemos relacionarnos con el Todopoderoso, con el Creador de todo cuanto existe? Todo ser humano nace con la capacidad innata de sentir a Dios, de ir hacia El. Es nuestra fitra: venimos de Dios y a El habremos de regresar. Esta es la verdad esencial de nuestra existencia.
Sabemos que el bien llama al bien, lo positivo atrae a lo positivo, el mal provoca el mal. Así funciona también el mal: un engaño o una mentira fácilmente se multiplica en más engaños y mentiras. El engaño comienza dentro de nuestros propios corazones. El engañado consigo mismo es presa fácil del engaño o las mentiras de los demás. La Verdad Suprema, Allah, nos da la verdad de nuestra fe para poder vernos a nosotros mismos antes de ver a los demás. La primera relación del ser humano es con su Creador, después consigo mismo y después con los demás. Cuando uno no puede, o no quiere, conocer la verdad de Dios, no podrá ver su propia verdad y difícilmente podrá comprender la verdad de los demás.
¿Es posible para el ser humano conocer la Verdad Absoluta de Dios? No, el conocimiento humano es limitado; jamás el conocimiento humano podrá abarcar a Dios en toda Su grandeza. Cada vez que exclamamos “¡Allahu Akbar!”, estamos afirmando que Dios es Más Grande que todo lo que jamás podremos imaginar. Sin embargo, cultivar un corazón limpio (a través de la oración, el recuerdo de Dios y las buenas obras) y abrirlo a la Presencia de Dios, es el camino que nos lleva al conocimiento de nosotros mismos y de la majestuosidad de nuestro Creador.
El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, nos enseñó: “La mejor convicción es la de aquel que sabe que Allah está con él dondequiera que se encuentre”. ¿Cómo podríamos sumirnos en el engaño o decir una mentira estando en presencia de Dios? Sólo lo que es verdad permanece. Sólo con la verdad se construye.
“Y para aquel que pone su confianza en Dios, El le basta. Dios hará que el designio se cumpla, y ha establecido para cada cosa un término y una medida” (sura al-Talaaq, el Divorcio, 65:3).
“APUNTES SOBRE LA VERDAD”
- Domínguez
Uno de los nombres de Dios es La Verdad, al-Haqq. Dios, como Creador Absoluto de todo cuanto existe, es poseedor de la Verdad Absoluta. El ser humano conoce a Dios a través de Su Palabra y la manifestación de Sus atributos. El es el Más Misericordioso, al-Rahmán, el Omnisciente, al-‘Alím, el Perdonador, al-Ghafúr, el Amoroso, al-Wadúd, el Sublime, al-Latíf, el Generoso, al-Karím. Dios es el comienzo y el fin de todo.
Allah, glorificado y elevado sea El, dice en el Noble Qur’an: “Les mostraremos nuestros signos dentro y fuera de sí mismos hasta que vean claramente que es la Verdad” (sura Fussilat, Explicada, 41:53). Este verso afirma que la verdad de Dios (es decir, Sus signos) se escuentra presente en toda la naturaleza y también dentro de nosotros mismos. Al-Ghazali, uno de los más importantes filósofos del islam dijo: “La llave para conocer a Dios se encuentra en uno mismo.”
El ser humano es la creación máxima de Allah. El mundo que nos rodea, en toda su majestuosa belleza, fue creado para nuestro beneficio. Cuando uno es capaz de reconocer la belleza existente en los signos de la naturaleza y apreciar el bien que nos traen, entonces uno valora en su corazón la grandeza y misericordia de Dios. Entonces uno se reconoce a sí mismo como siervo de Dios. ¿De qué otra manera podemos relacionarnos con el Todopoderoso, con el Creador de todo cuanto existe? Todo ser humano nace con la capacidad innata de sentir a Dios, de ir hacia El. Es nuestra fitra: venimos de Dios y a El habremos de regresar. Esta es la verdad esencial de nuestra existencia.
Sabemos que el bien llama al bien, lo positivo atrae a lo positivo, el mal provoca el mal. Así funciona también el mal: un engaño o una mentira fácilmente se multiplica en más engaños y mentiras. El engaño comienza dentro de nuestros propios corazones. El engañado consigo mismo es presa fácil del engaño o las mentiras de los demás. La Verdad Suprema, Allah, nos da la verdad de nuestra fe para poder vernos a nosotros mismos antes de ver a los demás. La primera relación del ser humano es con su Creador, después consigo mismo y después con los demás. Cuando uno no puede, o no quiere, conocer la verdad de Dios, no podrá ver su propia verdad y difícilmente podrá comprender la verdad de los demás.
¿Es posible para el ser humano conocer la Verdad Absoluta de Dios? No, el conocimiento humano es limitado; jamás el conocimiento humano podrá abarcar a Dios en toda Su grandeza. Cada vez que exclamamos “¡Allahu Akbar!”, estamos afirmando que Dios es Más Grande que todo lo que jamás podremos imaginar. Sin embargo, cultivar un corazón limpio (a través de la oración, el recuerdo de Dios y las buenas obras) y abrirlo a la Presencia de Dios, es el camino que nos lleva al conocimiento de nosotros mismos y de la majestuosidad de nuestro Creador.
El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, nos enseñó: “La mejor convicción es la de aquel que sabe que Allah está con él dondequiera que se encuentre”. ¿Cómo podríamos sumirnos en el engaño o decir una mentira estando en presencia de Dios? Sólo lo que es verdad permanece. Sólo con la verdad se construye.
“Y recuerda a tu Señor en ti mismo, humilde, con temor de Él y sin subir la voz, al comenzar y al terminar el día”. (Sura al-Araf, no. 7:205)
“El Mes de Rajab y el Viaje Nocturno del Profeta”
“¡Gloria a Quien hizo viajar una noche a Su siervo desde la mezquita inviolable hasta la mezquita más lejana, aquella cuyos alrededores hemos bendecido, para mostrarle parte de nuestros signos! Verdaderamente, Él es Oyente, el Vidente” (sura al-Isrá’, el Viaje, 17:1).
Por la gracia de Dios Todopoderoso, estamos ya en los últimos diez días del bendito mes de Rajab, ‘el mes de Allah’, como lo definió el Profeta del Islam, el Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve. En la noche del día 27 del mes de Rayab alrededor del año 621 Allah, glorificado y elevado sea El, envió al Angel Gabriel para acompañar al Profeta Muhammad en un viaje milagroso de gran significancia para la fe del islam. La noche del 27 de Rajab será este año la noche del próximo lunes 28 de febrero, insha’allah.
“¡Por el astro cuando desciende! Vuestro compañero no se ha extraviado ni se engaña, ni habla por gusto. ¡Es una revelación inspirada, que le enseñó un fuerte de poder, de vigor! Y así tomó forma, estando en el alto horizonte. Entonces, se acercó y bajó, quedando a dos arcos o más cerca. Así inspiró a Su siervo lo que inspiró. Y el corazón no mintió en lo que vio … La mirada no se desvió ni se excedió. Y vio algunos de los mayores signos de su Señor” (sura al-Najm, el Astro, 53:1-18).
A continuación, presentamos algunos pasajes de la explicación que da el comentarista del Qur’an Muhammad Asad, al respecto:
“El “Viaje Nocturno” (ísrá´) del Profeta de La Meca a Jerusalén y su posterior “Ascensión” (miráj) a los cielos son, en realidad, dos fases de una misma experiencia mística acaecida casi exactamente un año antes de la emigración del Profeta a Yathrib, después conocida como Madinah, la ciudad del Profeta. Según varios hadices bien documentados, el Enviado de Dios fue transportado durante la noche, en compañía del Ángel Gabriel, hasta el emplazamiento del Templo de Salomón en Jerusalén, en donde dirigió en oración a una congregación formada por muchos de los profetas anteriores; con algunos de ellos habría de encontrarse de nuevo en los cielos.
La mayoría de los compañeros del Profeta creían que tanto el Viaje Nocturno con la Ascensión fueron una experiencia física; en otras palabras, que el Profeta fue transportado físicamente a Jerusalén y luego a los cielos, mientras que una minoría estaba convencida de que la experiencia fue puramente espiritual. Entre estos últimos, encontramos, en particular, el nombre de A‘isha, la viuda del Profeta y su compañera más íntima en sus últimos años, quien declaró rotundamente que “fue transportado sólo en su espíritu (bi-ruhihi), mientras que su cuerpo no se movió de donde estaba”. El gran al-Hasan al-Basri, perteneciente a la generación siguiente, sostenía inflexiblemente la misma opinión. Durante la Ascensión.
Las cinco oraciones diarias del islam fueron instituidas explícitamente por orden de Dios durante la experiencia de la Ascensión del Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve.
El Viaje Nocturno de La Meca a Jerusalén, que precedió a la Ascensión, mostró que el islam no era una doctrina nueva sino la continuación del mismo mensaje divino predicado por los antiguos profetas que tuvieron en Jerusalén su capital espiritual. Los conocidos hadices que hablan sobre la oración que dirigió el Profeta, en la cual los demás profetas se alinearon detrás de él, expresan, en forma figurativa, la doctrina de que el islam representa el cumplimiento y perfección del desarrollo religioso de la humanidad, y de que Muhammad representa el cumplimiento y perfección del desarrollo religioso de la humanidad, y de que Muhammad fue el último y el más grande de los mensajeros de Dios”.
“Las salutaciones son para Dios, las oraciones y las buenas obras. La paz esté contigo, oh, Profeta, la misericordia de Dios y sus bendiciones. La paz esté con nosotros y con los siervos de Dios, los fieles devotos. Declaro que no existe divinidad excepto Dios y declaro que Muhammad es el mensajero de Dios”.
¡Oh, Allah, fortalece nuestra fe en estos benditos meses de Rajab y Sha’ban y haznos llegar con bien a Ramadán!
EL SILENCIO DE RAJAB
Por la gracia infinita de Allah, glorificado y elevado sea El, nos encontramos ya en la tercera semana del mes de Rajab (“el mes de Allah”, como lo definió el Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve), uno de los cuatro meses sagrados en el calendario islámico, mes de paz y dhikr, del recuerdo constante de Allah. El tiempo, signo de vida, pasa rápido. Ramadán comenzará en seis semanas, aproximadamente, insha’allah. Nuestra preparación para el mes del ayuno, está en marcha, alhamdulillah. Y pedimos la misericordia infinita de Dios para que nos guíe y nos fortalezca. “Oh, Allah, bendícenos en Rajab y Sha’ban y haznos llegar con bien a Ramadán”.
En un hadiz, o narración del Profeta, se cuenta que preguntó a uno de sus compañeros: “¿Te cuento de las dos cualidades fáciles de cumplir y de gran peso en la balanza?” El compañero dijo: “Por supuesto, Mensajero de Allah”. El Profeta respondió: “Conservar el buen carácter y pasar largo tiempo en silencio. Por Aquel en cuya mano está el alma de Muhammad, nadie encontrará dos acciones más amadas por Allah que éstas dos”.
La purificación del corazón del creyente, a través del recuerdo y el arrepentimiento, a través de la súplica, sólo puede lograrse con la quietud. La quietud es un signo de paz. Un corazón en paz puede dedicarse de lleno a la adoración de su Señor. Una mente en paz está abierta a la reflexión sobre la palabra y la guía de Dios. El verdadero arrepentimiento sólo comienza con el silencio; con el silencio apagamos la ansiedad y las excusas; con el silencio, podemos concentramos en nosotros mismos y en nuestra relación más importante, con Allah, el Creador de todo cuanto existe, el Todo Misericordioso, el Benévolo, el Perdonador.
El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, dijo: “Rajab es el mes para pedir perdón, así que pedid el perdón de Allah”
Llenar el mes de buenas obras y evitar los malas acciones a lo largo de todo el mes es un gran reto. El esfuerzo por superar nuestras limitaciones comienza con la consciencia del peso de nuestras acciones. Ahí radica la gran lección.
El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, dijo: “Ciertamente, Allah decreta el destino del ser humano”. Veamos reflejado en este bendito mes de alabanza y adoración, nuestro destino. Fuimos creados para alabar a Dios. Ofrezcamos ahora nuestra más bella alabanza y recordemos las palabras de Allah, glorificado y elevado sea El, en el Qur’an y reflexionemos cada uno en silencio:
“De Dios son el oriente y el occidente. A donde quiera que volváis, está la faz de Dios. Dios, es Inmenso, Conocedor” (sura al-Baqara, la Vaca, 2:115).
EL BENDITO MES DE RAJAB
Por la gracia infinita de Allah, glorificado y elevado sea El, nos encontramos ahora en la segunda semana del mes de Rajab, uno de los cuatro meses sagrados en el calendario islámico, mes de paz y dhikr, del recuerdo constante de Dios. Nuestra preparación para el mes del ayuno, Ramadán, está aquí, ahora. No neguemos las múltiples bendiciones que este mes nos ofrece.
El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, definió a Rajab como “el mes de Allah”. Rajab es también conocido como el mes del perdón, cuando la súplica por el perdón divino adquiere matices profundos y urgentes, porque el creyente anhela librarse de la carga de sus pecados y llenarse de todo lo bueno que Dios tiene preparado para él. He aquí una súplica especial para este mes del perdón:
“Señor, te pido perdón por todo aquello de lo que me he arrepentido y en lo que he vuelto a caer. Te pido perdón por todo aquello con lo que Te he desgradado y todo lo que Te desagrada de mí. Y te pido me perdones por todos los favores que he utilizado para aumentar mi desobediencia de Ti. Y te pido me perdones los pecados que nadie conoce más que Tú y nadie ve más que Tú. Señor, Tú eres el Altísimo y yo sólo soy un opresor de mí mismo. Señor, te pido perdón por todas las injusticias que he cometido en contra de Tus siervos. A quien sea de ellos que haya dañado en su persona, en su propiedad o en su dignidad, dale de Tu abundancia que no tiene límites. No me humilles con Tu castigo. Antes bien, concédeme lo que Te pido, pues tengo gran necesidad de Tu misericordia, Oh, Señor, el Más Misericordioso de los misericordiosos. Que las bendiciones de Allah estén con Muhammad y sus compañeros. No hay más poder y fuerza que en Allah, el Altísimo, el Honorable”.
¡Oh, Allah, fortalece nuestra fe en este bendito mes de Rajab y haznos llegar con bien a Ramadán!
ENSEÑANZAS SOBRE LA PACIENCIA
César Domínguez
En el nombre de Dios, el Todo Misericordioso, el Gran Compasivo. Toda la alabanza es para Dios. Nuestros saludos de paz para el Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve.
Allah, glorificado y elevado sea El, dice en el Noble Qur’an:
“Y los que son pacientes en la adversidad por anhelo de la faz de su Señor, son constantes en la oración, gastan en los demás, en secreto y públicamente, de lo que les proveemos como sustento, y repelen el mal con el bien. Para ellos será la morada” (sura al-Raad, el Trueno, 13:22).
Este verso del Noble Qur’an guarda una importancia fundamental para comprender cómo debe ser nuestra actitud perenne ante las dificultades que se presentan en nuestro paso por la vida de este mundo. Es esta actitud paciente, de espera para responder adecuadamente a los designios de Dios, la que determina la calidad de vida que viviremos y la respuesta divina que nos guiará a nuestro destino final. El verso nos habla de esa virtud fundamental que es la paciencia, que es reconocer que todo lo que nos ocurre tiene una causa y una razón, un propósito que debe cumplirse. Y absolutamente todo lo que hacemos, lo que nos ocurre y cómo respondemos, nos acerca más a Dios o nos aleja de El. Ese anhelo por Dios debe estar por encima de todo.
Indudablemente, la paciencia es una virtud difícil de cultivar y mantener ante las vicisitudes de la vida. ¿Cómo lograrla? Allah, el Altísimo, nos da la respuesta en este pasaje del Qur’an: a través de la constancia en la oración, la bondad y el servicio desinteresado a los demás. Así se cultiva la fe que rompe toda barrera, todo obstáculo. Ser paciente es responder al mal con el bien, a la dificultad con gracia, a la carencia con generosidad.
El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, nos ha brindado grandes enseñanzas sobre la virtud de la paciencia. En una ocasión dijo: “Un creyente que se relaciona con la gente y es paciente con su tormento es de mayor beneficio que aquel que no se relaciona con la gente y no es paciente con su tormento”. La paciencia es una virtud que se cultiva … pacientemente, es decir, a través del tiempo y nuestras relaciones personales. Jamás será paciente quien se aparta de los demás, quien no reconoce la necesidad ajena, quien no comprende las emociones humanas.
Allah nos enseñó la oración no sólo para acercarnos a El y a los que rezan con uno, sino también para comprender cuán grande es la necesidad de comunicación entre la raza humana, que trasciende culturas, religiones y lenguas. La paciencia es la llave que abre puertas y limpia el camino. Para los pacientes será la morada del Paraíso.
“LA VERDAD CLARA”
César Domínguez
Allah, glorificado y elevado sea El, dice en el Noble Qur’an:
“Los que niegan y desvían del camino de Dios, El hará que sus obras se pierdan. Para los que creen, realizan buenas obras y creen en lo que se hizo descender a Muhammad, que es la verdad de su Señor, El ocultará sus malas acciones y sanará sus corazones” (sura Muhammad, 47:1-2).
Estos versos del Noble Qur’an, última revelación divina, nos hablan de la infinita gracia sanadora de Dios: Su perdón, Su comprensión y Su misericordia. La autoridad suprema es Dios. En su infinita sabiduría, El decreta el justo castigo para aquellos que saben y que, aun sabiendo, niegan esa autoridad y poder supremos que sólo vienen del Creador de todo cuanto existe. Esos seres humanos ciegos son los que ocultan la verdad de Dios, manipulando y corrompiendo el verdadero mensaje; más grave aún es que, por medio de sus actos y dichos, ellos desvían del camino de Dios a otros. Dios decreta, entonces, que sus buenas obras y sus débiles intenciones se perderán, serán nulificadas por sus mentiras. Finalmente, el mal que hacen al prójimo se lo hacen a sí mismos. Por otro lado, para los que creen en la verdad de Dios, revelada al Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, aquellos de juicio claro y mente serena, de palabras sinceras e intenciones firmes, que trabajan realmente por el bien de la humanidad, a ellos Dios borrará sus malas acciones y limpiará sus corazones:
¿Qué mejor palabra que la de aquel que llama a Dios, obra con rectitud y dice, soy de los sometidos? No son iguales la bondad y la maldad. Responde con la mejor actitud y aquel con quien tenías enemistad será un amigo ardiente. Esto no lo consiguen sino aquellos que son pacientes, no lo consigue sino el dotado de una suerte inmensa” (sura Fusilát, Aclarada, 41:33-35).
Esa suerte inmensa es la de contar con la verdad clara de Allah, el Altísimo. Cuando uno se desempeña con honestidad y comprensión, el resultado decidido por Dios siempre será beneficioso. Alabado sea El, la autoridad suprema es de Allah.
SUPLICA Y VERDAD
César Domínguez
Allah, glorificado y elevado sea El, dice en el Noble Qur’an:
“Ciertamente, para ti habrá incesante recompensa. Eres, sí, de eminente carácter. Tú verás y ellos verán quién de vosotros es el tentado. Tu Señor es quien mejor sabe quién se ha extraviado del camino y es quien mejor sabe quiénes son los bien guiados” (sura al-Qalam, el Cálamo, 68:3-4-7).
Así se dirige Dios, el Altísimo, al Profeta del Islam, el Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve. El verdadero creyente asimila esta lección y la hace suya. El Noble Qur’an ciertamente habla a todos los seres humanos. La rectitud en la fe y la acción es una fuente inagotable de bendiciones, tal como es la misericordia divina. La verdad siempre triunfa, elevándose por encima de la mentira y la tentación.
La verdad siempre llama a la verdad, así como una mentira fácilmente resulta en otras mentiras. Y es que el bien no existe por sí solo. Sabemos que el bien llama al bien, lo positivo atrae a lo positivo. De la misma forma, la mentira es producto del mal, y el mal irremediablemente provoca el mal. Así es el engaño: el engaño o mentira comienza dentro del corazón de un ser insensato, aquel que no quiere ver la luz de la verdad. El engañado consigo mismo es presa fácil del engaño o las mentiras de los demás y cae dócilmente antes las tentaciones.
Allah, la Verdad Suprema, nos da la verdad de nuestra fe para poder vernos a nosotros mismos antes de ver a los demás. La primera relación del ser humano es con su Creador, después consigo mismo y después con los demás. Cuando uno no puede, o no quiere, conocer la verdad de Dios, no podrá ver su propia verdad y difícilmente podrá comprender la verdad de los demás.
La oración, como ritual prescrito del islam, es fuente incesante de bendiciones y de verdad. “En el nombre de Dios, el Todo Misericordioso, el Compasivo. La alabanza es para Dios, Señor de los Mundos” (sura al-Fatihah, la Apertura, 1:1-2) Estos primeros versos de la primera sura del Qur’an proclaman esa verdad.
“Sólo a Ti alabamos sólo a Ti imploramos. Guíanos por el camino recto” (1:5-6). Así declaramos nuestro islam, nuestra sumisión al Dios Único, Creador de todo cuanto existe. Sólo a El elevamos nuestra imploración, nuestras súplicas. La súplica en la adoración es parte fundamental de la oración, dijo el Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve. La súplica afirma claramente nuestro testamento de fe, primer pilar del islam (es decir, la sumisión a Allah) y también afirma nuestra creencia única en El, que es el primer pilar de la fe.
La sinceridad, la veracidad y la paciencia son elementos fundamentales de toda súplica: ese deseo sincero de invocar a Allah, pidiendo Su guía, Su protección, Su misericordia; esa verdad en nuestras palabras, que realmente buscan la rectificación de nuestras faltas; esa paciencia con la que sabemos que Dios nos responderá en el tiempo justo. Dios escucha la súplica sincera y, en su infinita sabiduría, sabe cuándo es el mejor tiempo para responderla. Creer en esto es parte fundamental de nuestra fe. Alabado y glorificado sea Allah, el Compasivo.
“Señor nuestro y Señor de todo, doy testimonio que Tú eres el Señor y nadie más. Señor nuestro y Señor de todo, doy testimonio que Muhammad es Tu siervo y mensajero. Señor nuestro y Señor de todo, doy testimonio que todos los hombres son hermanos. Señor nuestro y Señor de todo, haz que mi familia se muestre ante Ti con sinceridad, en todo momento de esta vida y la siguiente. Espléndido y Majestuoso Señor, escúchame y dame respuesta”.
EL DECRETO DE ALLAH Y LA DEVOCION
César Domínguez
El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, dijo en una ocasión: “El creyente no tiene fe si no cree en el decreto de Allah, sea bueno o sea malo, que aquello que estaba decretado para él, no podría haberlo evitado, y que aquello que no estaba decretado, nunca lo habría podido alcanzar”.
Creer en el decreto o designio divino (al-qadr) es uno de los pilares de la fe del islam, junto con la creencia en que no existe divinidad excepto Dios y la creencia en los ángeles, los profetas enviados por Dios, los libros revelados y el día del juicio final.
Allah, glorificado y elevado sea El, dice en el Noble Qur’an: “Ciertamente, hemos creado todas las cosas con un designio. Nuestro designio es sólo uno, ejecutado con percepción” (sura al-Qamar, la Luna, 54:49-50).
Ali, primo y yerno del Profeta y cuarto califa del islam, afirmó haber escuchado decir al Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve: “Nadie será creyente si no cree en cuatro cosas: que no existe divinidad excepto Allah, que yo soy Su mensajero a quien Él ha enviado con la verdad, en la muerte y la resurrección y en el decreto divino”.
Dios, el Altísimo, en Su infinita sabiduría, decretó para nosotros la oración, el supremo acto de adoración que nos enseñó nuestro Profeta, el Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve. En los primeros años de su misión profética, el Mensajero de Allah recibió la orden de realizar actos voluntarios de oración durante la noche, recitando el Qur’an como alabanza a Dios. En Su infinita benevolencia, Dios reveló al Profeta:
“Tu Señor bien sabe que te levantas a orar casi dos tercios de la noche, otras la mitad o un tercio de ella, así como lo hacen algunos de los creyentes que te siguen. Dios es Quien decreta cuánto dura la noche y el día, y El sabe que no podrán hacerlo así siempre, por lo que les perdona aligerando su obligación. Así que reciten lo que se les facilite del Qur’an. Dios sabe que habrá entre ustedes alguien enfermo, otros que estén de viaje, recorriendo la tierra en busca del sustento de Dios, y otros combatiendo por Su causa. Así que reciten lo que se les facilite del Qur’an. Establezcan la oración y entreguen el zakat. Presten a la causa de Dios generosamente, porque toda obra de bien que hagan será en favor de ustedes, y Dios los recompensará grandemente. Pidan a Dios el perdón, pues El es el Absolvedor, el Compasivo” (sura al-Muzzammil, el Arropado, 73:20).
Es claro en este gran verso del Qur’an, que el decreto de Allah, glorificado y elevado sea El, es profundamente generoso, amoroso y sabio. Dios decreta la noche y el día, decreta los actos de adoración y la facilidad al cumplirlos, decreta la cercanía a Su palabra, el noble Qur’an, decreta el perdón para los que le buscan, decreta la solidaridad entre los seres humanos, decreta la capacidad humana de ir por Su sustento, decreta el justo pago para todo esfuerzo, decreta la compasión y decreta la guía.
“Di, oh, Dios, Soberano Absoluto. Tú concedes el poder a quien quieres y quitas el poder a quien quieres, fortaleces a quien quieres y disminuyes a quien quieres. Todo el bien está en Tus manos. Tú eres poderoso sobre todas las cosas” (sura al-’Irmaan, 3:26).
FIN Y PRINCIPIO
César Domínguez
En esta época de fin de año, nuestras propias tradiciones culturales nos llaman a la celebración, a la reflexión y el recuento de las experiencias vividas en el año que termina, a la alabanza y el agradecimiento especial a Allah, glorificado y elevado sea El. Todos los días de nuestra vida alabamos y agradecemos a Dios, así como todos los días hacemos oración y elevamos nuestras súplicas al Todopoderoso; ciertamente, hay ocasiones más especiales, hay días en que nuestras oraciones son más profundas, hay días en que nos sentimos más motivados a amar, a estudiar, a servir. Hoy puede ser uno de esos días.
Al dar gracias a Dios, le agradecemos por los dones maravillosos de Su creación. Y damos gracias al Altísimo por el mundo que nos rodea, por esta sociedad multiétnica, multirreligiosa y multifacética en que vivimos, por toda la gente buena que nos rodea, de tan diversas creencias, colores y lenguas, por todos los artistas, maestros y pensadores que nos inspiran. Estos son días de unión y paz.
Allah, glorificado y elevado sea El, dice en el Noble Qur’an: “Ciertamente, los que han llegado a creer, los que siguen el judaísmo, los cristianos y los sabeos, quien cree en Dios y en el Ultimo Día y obra rectamente, tendrá su recompensa frente a su Señor, nada tiene que temer y no se lamentarᨠ(sura al-Baqara, la Vaca, 2:62).
El mensaje de este verso es muy claro. En el islam, la idea de la salvación se condiciona a tres elementos: la creencia en Dios, la creencia en el Día del Juicio y la rectitud en la acción. Nuestra sociedad se caracteriza por su diversidad. Dónde vivimos, qué idioma hablamos, de dónde somos, todo eso determina en gran medida nuestro carácter y nos hace diferentes; pero el valor esencial, es decir, la fe en Dios, la responsabilidad de nuestros actos, el respeto a los demás, es lo que nos une y nos hace vivir juntos y compartir, ser hermanos. Nadie está por encima de otro. Vinimos a esta vida a aprender y a servir.
Día a día honramos a Dios con nuestras oraciones; pero si nuestra práctica de devoción no nos sirve para comprender a los demás, especialmente a los que no son como uno, entonces quedamos a medio camino. El Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, dijo: “Los seres humanos son todos hijos de Adán y Adán fue creado de tierra”. Jesús dijo, “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Evangelio de Mateo, 22:37–39). En el Noble Qur’an, Dios nos dice: “Os hemos creado a partir de un varón y una hembra y os hemos hecho pueblos y tribus para que os reconozcáis unos a otros. Realmente, el más noble de vosotros es el más consciente de Dios” (sura al-Hujuraat, las Habitaciones Privadas, 49:13).
Pidamos la guía y protección de Allah, el Todo Misericordioso, y recordemos las palabras de nuestro Profeta, el Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve: “Señor, Tú eres la paz y la paz viene de ti. Bendito seas por la abundancia de tus bondades. Tú eres el Majestuoso, el Honorable”
“EL CAMINO DE LA VERDAD Y EL TEMOR”
César Domínguez
Allah, glorificado y elevado sea El, dice en el Noble Qur’an:
“Y es cierto que hemos hecho que descendiera a vosotros un Libro en el que está vuestro recuerdo. Quizás así razonéis” (sura al-Anbiaai’, los Profetas, 21:10).
Ciertamente en el Noble Qur’an está nuestra historia, la historia de nuestras raíces y nuestros pueblos, de nuestras creencias y nuestra fe. En resumen, en el Qur’an, última revelación de Dios a la humanidad, reflexionamos sobre nuestra historia, nuestro presente y nuestro futuro. El Qur’an es nuestro recuerdo. Ahí están las lecciones de los mensajeros que Dios envió a los pueblos para transmitirles Su palabra y guiarlos por el camino que lleva de regreso al origen, a la vida eterna. En el Qur’an se nos revela el camino, o más bien, la forma de caminar por el sendero de esta vida y obtener la recompensa verdadera de la otra vida.
“Ciertamente, los temerosos estarán en jardines y manantiales, recibiendo lo que su Señor les dé.Antes fueron bienhechores. Poco es lo que dormían de noche. Y antes del alba, pedían perdón. Y de sus bienes, parte era derecho del mendigo y del indigente. En la tierra hay signos para los conscientes, y en vosotros mismos. ¿No vais a ver? Y en el cielo está vuestro sustento y lo que se os ha prometido. Y por el Señor del cielo y la tierra que todo es tan cierto como que habláis”(sura al-Dariyaat, los Aventadores, 51:15-23).
El temor de Dios es el temor de faltar a Dios, de faltar a Su pacto, Su promesa (“En el cielo está vuestro sustento y lo que se os ha prometido”). De ahí, la necesidad de pedir perdón, acto que ennoblece al corazón humano. El noble es humilde y comparte sus bienes no como un acto de magnanimidad o paternalismo, puesto que reconoce el derecho que los menos afortunados tienen
sobre sus bienes. El temor es consciencia y la consciencia es temor.
La promesa de Allah, glorificado y elevado sea El, se cumple. El es la Verdad Suprema y el Qur’an es Su palabra y nuestro recuerdo. Negarse a esta verdad es olvidar el camino.
“Los que niegan y desvían del camino de Dios, El hará que sus obras se pierdan. Pero los que creen, realizan buenas obras, y creen en lo que se hizo descender a Muhammad, que es la verdad de su Señor, El ocultará sus malas acciones y sanará sus corazones”(sura Muhammad, 47:1-2)
Este pasaje del Noble Qur’an nos habla de la infinita gracia sanadora de Allah, el Altísimo: Su perdón, Su comprensión y misericordia. Para los que creen en la verdad de la palabra divina, revelada al Profeta Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, para aquellos de juicio claro y mente serena, de palabras sinceras e intenciones firmes y acciones necesarias para el bien de la humanidad, a ellos Dios borrará sus malas acciones y limpiará sus corazones.
“No perdáis la esperanza de la misericordia de Dios, que no pierden la esperanza de la misericordia de Dios sino los negadores” (sura Yusuf, 12:87).
“INTENCION”
César Domínguez
El valor de la intención es de importancia primordial en el islam. El Profeta Muhammad, que Dios lo bendiga y le de la salvación, dijo:
“Todas las acciones son juzgadas por las intenciones y cada persona será recompensada de acuerdo a su intención. Así, aquel que emigró por Dios y Su mensajero, su emigración es para Dios y Su mensajero, pero aquel que emigró por alguna razón mundana que podía ganar, o por una pareja con la que se quería casar, su emigración es para aquello por lo que emigró”.
Así, sabemos que Dios juzgará nuestras acciones de acuerdo a su intención. El mensaje del Profeta nos llama, en primer lugar, a ser claros con nosotros mismos en cuanto a la verdadera intención de nuestras palabras y acciones. Esto es fundamental para cultivar la honestidad. Un carácter honesto es signo del verdadero creyente. Aquel que esconde la verdadera intención de sus palabras o acciones se engaña en primer lugar a sí mismo y, haciéndolo así, elige el camino más largo y difícil para lograr su cometido, puesto que el engaño es una desviación del camino recto de la verdad, que es directo, que es el camino establecido, el de aquellos a quien Dios favorece. ¿No pedimos todos los días que Dios nos guíe por ese camino?: “Guíanos por el camino recto, el camino de aquellos a quienes has favorecido”, (sura al-Fatihah, la Apertura, 1:6-7). Una segunda intención no es necesariamente mala, si es un complemento de la primera; sólo cuando oculta la verdadera intención es que se abre la puerta de la falsedad. Entonces, todo se complica.
El conflicto en las relaciones humanas comienza con la falta de claridad en la comunicación, cuando no decimos lo que realmente queremos decir o lo que realmente esperamos de una situación; en otras palabras, cuando no somos enteramente honestos en nuestras intenciones. Y para ser honestos con los demás, primero debemos ser honestos con nosotros mismos. El peor engaño es engañarse a uno mismo. De ahí, la gran lección del Profeta Muhammad: tengamos muy claras nuestras intenciones porque ellas determinarán el curso de nuestra acción y por ellas seremos juzgados por Dios.
Uno de los atributos de Allah, glorificado y elevado sea El, es la Verdad. El es la Verdad última de todo cuanto existe. Que el Más Misericordioso nos ayude a buscar siempre la verdad, en nosotros mismos y en nuestras relaciones con los demás. Y que nos ayude a comprender la verdad de Su palabra, Su mensaje a la humanidad, para así crecer en fe y honestidad:
“Oh Señor nuestro. No hagas que nuestros corazones se desvíen de la verdad después de habernos guiado y concédenos el regalo de Tu misericordia. En verdad, Tú eres el Dador” (Qur’an, Sura al-‘Imraan, 3:8).
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